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Según Aristóteles, Martin Heidegger, Hans- Georg Gadamer y otros pensadores, somos seres hermenéuticos, sociales, lingüísticos. Para Santo Tomás de Aquino, no somos por nosotros mismos pero sí, por el otro, los otros. Sin embargo, no puede negarse que nos estamos olvidando bastante de ello. Se han impuesto, salvo contadas excepciones de Occidente, paradigmas de exagerada competitividad e individualismo, ajenos a la especie.
Me pregunto yo, si un candidato equis ha ganado unas elecciones es debido a los gestos corporales, entre otros motivos, se esté de acuerdo o en desacuerdo con él o ella. Me digo a mí mismo si la gesticulación corporal ha sido un elemento esencial para que ese candidato haya obtenido la ganancia máxima.
A qué consideramos lenguaje es una buena consideración inicial a la hora de situarnos en el mundo; comprende tanto la emisión de mensajes, como la captación de sus contenidos. Conviene distinguir en primer lugar la emisión de señales espontáneas sin intervención del acto voluntario; una especie de automatismo revelador de múltiples situaciones.
Algo debe de tener la serpiente, por arrastrada, sigilosa o amenazante, para servir de icono en mil representaciones históricas, en las cuales fue utilizada reiteradamente. Desde sus menciones bíblicas a las experiencias mesoamericanas o en multitud de evocaciones literarias, sirvió de imagen ilustrativa.
Tus gestos hablan de ti. Son muchos los códigos que se liberan a través del lenguaje corporal, o lenguaje no verbal. Algunos de estos códigos corporales pueden dejarte vulnerable, pueden exponer algunas características de los valores, como: Liderazgo; Pasividad; Coraje; Resiliencia; Depresión; Ansiedad; Satisfacción; Rechazo; Aceptación, entre otros. ¿Cuántas personas pudiste analizar por su lenguaje corporal?
El 17 de julio se celebra el Día Internacional del Emoji, una fecha que subraya la importancia de estos pequeños símbolos en la comunicación moderna. Desde su creación a finales de la década de 1990, los emojis han evolucionado de simples caritas amarillas a un vasto lenguaje visual que trasciende barreras lingüísticas y culturales. Son parte integral de nuestras conversaciones diarias y han redefinido la manera en que entendemos el lenguaje y la comunicación.
El murmullo superficial de los libros acumulados en bibliotecas impuestas no construye sino una cultura banal. Una crítica profunda a ésta nos invita, en el siglo que transitamos, a desechar cuidadosamente la repetición camuflada de ideas.
Cada 29 de abril, el mundo celebra el Día Internacional de la Danza, una fecha que honra no solo el arte de la danza, sino también su capacidad para cruzar fronteras y fomentar el diálogo entre culturas. Más allá del escenario y los aplausos, la danza se ha consolidado como una herramienta de cambio social, utilizada para protestar, educar y unir a las personas en torno a causas comunes. Diversos movimientos han recurrido a la expresión corporal para comunicar sus mensajes.
Las piedras rúnicas erguidas por los vikingos a lo largo de las tierras nórdicas, han sido testigos silenciosos de una época marcada por la intriga y la magia. Estos antiguos símbolos, conocidos como runas, conformaron el alfabeto de los pueblos germanos y del norte de Europa. Su legado perdura hasta nuestros días como un fascinante enigma para explorar.
Muchas personas no saben por qué las tratan de esta o aquella manera. ¿Por qué no son capaces de transmitir la seguridad necesaria para alcanzar sus objetivos? En las relaciones interpersonales podemos identificar una fuerte influencia del lenguaje corporal, independientemente de la vestimenta utilizada, el estatus social y la religión. En definitiva, ¡el cuerpo habla!
“Loco manía” es un sintagma que designa una obsesión, un apego chiflado y compulsivo. Hoy, se podría decir, el apego impensado a una presunta literalidad de la palabra que crearía mundos más allá de los hechos. El malentendido lingüístico (el propio Ferdinand de Saussure se maravillaría debido a este afán estúpido) se propaga como un juego de la verdad.
La literatura es una actividad que responde a una multiplicidad de motivaciones que nunca alcanzarán a ser enunciadas por nuestra vocación totalizante. Es una pulsión de vida, un intersticio exquisito de soledad que nos permite jugar tan armónicamente como nos resulte posible con las palabras, un ejercicio de arqueología del lenguaje, un intento de comunicarnos con nuestros semejantes desde la pausa prolífica de la imaginación.
Los tecnicismos y expresiones hechas inundan cada día los portales de empleo. Las compañías reclaman perfiles “360”, multitasking y capaces de romper paradigmas, sin embargo estas ofertas que pretenden ser aspiracionales generan escepticismo y rechazo por su falta de realidad.
Ese fue el título que le puso a una de sus obras nuestro eximio literato, José Cadalso, que escribió en 1772, una sátira breve y ligera contra un tipo de educación entonces frecuente: la erudición meramente superficial y sobre la falsa sabiduría de los pedantes, que sin siquiera saber leer y sin estudiar mínimamente quieren opinar de todo y lo hacen con pretensiones.
Desde siempre me ha gustado mucho conocer el significado de las palabras. Cuando escucho un término que desconozco o que me crea dudas, recurro a la RAE a través de su diccionario en Internet, al que tenemos un acceso rápido y sencillo. (Parece ser que las nuevas generaciones han perdido esta sana costumbre. Acabo de ver publicada una normativa para los aspirantes a profesores de lengua, en la que se les suspende si cometen ¡¡diez faltas de ortografía!!).
A Mía le gusta esconderse detrás de la cortina y mirar pasar los coches desde la ventana. Cuando la descubres en su escondite, te observa con ojos de estupefacción, como si pensara “¡¿cómo me habrán encontrado, con lo bien escondida que yo estaba?!”. Después, pega cuatro saltos gráciles y sale por la puerta si no está cerrada; porque así es Mía, una gatita gris y blanca cuyo mayor afán es que le abran las puertas de la casa.
Lo que está ocurriendo en la España de los “nuevos tiempos” es para analizar con lupa y preocupación. Hoy me voy a ocupar, una vez más, de nuestro idioma, el español o castellano, para denunciar la falta de patriotismo de quienes tienen la obligación de defenderlo desde sus puestos de periodistas, escritores e informadores en radios, televisiones, periódicos y restantes medios de comunicación.
Al paso que vamos con los discursos actuales, corremos el riesgo de hablar sin conocer realmente lo que estamos diciendo. Se tergiversan tanto las palabras y se usan con un desinterés inusitado, que las palabras pronunciadas dan lo mismo, en realidad nos quedamos con los sobreentendidos particulares; es decir, cada sujeto involucrado en dichas expresiones entenderá las cosas como quiera.
Qué gran verdad es que la religión más extendida en el mundo es el “papanatismo”. Basta con que un analfabeto funcional indocumentado tenga una “ocurrencia” y esta salga de su boca, para que los medios de comunicación la aireen, la propaguen, se imponga y acepte como un dogma social profano contra el que no se puede ir ni rechazar.
Parece ser que se han olvidado las recomendaciones que recibíamos en nuestra infancia y adolescencia, en las que se nos invitaba al destierro del uso de lo que se denominaba como “palabras malsonantes” de nuestro vocabulario habitual.
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