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El asunto de la paz no se está tomando en serio, lo cual es una grave imprudencia. Lo necesario es un barrido total sobre el tablero de ajedrez y abandonar posiciones enquistadas. Esto ya se debió hacer en 1914, 1939 (1) y 1991, pero los secuestradores del poder, sin ninguna carta de legitimidad, como siempre, lo impidieron. El mundo está ante una inevitable reconfiguración que sólo se puede resolver mediante negociación o choque.
Hoy más que nunca se requieren gentes de paz, que aglutinen colectivos por la concordia, capaces de asegurar nuestro futuro común, rompiendo el ciclo de violencia y reconstruyendo ambientes armónicos. Será bueno, por ello, hacer frente a la desigualdad, la marginación y la exclusión, fortaleciendo las alianzas, con la disponibilidad de más recursos para la prevención y la consolidación de los acuerdos.
La Convención Nacional Demócrata que se realizó este año en la ciudad de Chicago ha sido un evento de cuatro días de duración destinado a propulsar la candidatura presidencial de la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris. Muchos de los delegados presentes en la convención, provenientes de todo el espectro de la llamada “gran carpa” del Partido Demócrata, apoyan un alto el fuego en Gaza.
Si todos somos conscientes de que el futuro de la humanidad se construye con la paz y no con la guerra, comprometámonos a que se callen las armas y se concierten los diálogos, en lugar de acrecentar las tensiones y los conflictos. En efecto, los últimos datos de Naciones Unidas, nos dicen que más de 300 millones de personas necesitarán asistencia y protección humanitaria en 2024.
En mayor proporción de población o en menor, de distintas cuantificaciones y cualidades, podríamos decir, que al menos Europa es y será formada por siete grandes culturas. No hablamos de etnias sino de grandes conglomerados de culturas que estarán dentro del seno de Europa. En cualquier ciudad de las decenas de miles europeas existirán personas, en mayor cantidad o en menor de esas siete grandes culturas, al menos…
El mundo hierve, mientras sus moradores se mueven en la necedad del atropello mundano, lo que requiere hacer un alto en el camino, para poder repensar las diversas situaciones que padecemos. Encerrados en nuestros propios intereses mundanos, resulta ciertamente inhumano y deshumanizante la situación, tanto colectiva como individual; cuando en realidad lo armónico es lo único que nos embellece, al hacer de la propia existencia de cada uno, una asistencia para los demás.
Está visto que no evolucionamos mar adentro, continuamos sin abandonar el camino de la arrogancia y el oleaje comunitario no puede ser más violento, porque no hemos renunciado aún al estilo agresivo en el que nos movemos, en vez de adoptar una dócil corriente de entendimiento entre análogos.
No parece que esté en el ánimo de Israel ni en el de sus sostenedores permitir razonablemente la creación de un estado palestino. Los acuerdos están para incumplirlos y el tiempo para olvidarlos. Además, ¿con quién acordaron nada los ingleses? Ellos, en sus protectorados, hacen lo que les place, que en su bonhomía siempre es lo mejor. Los palestinos sólo poseen sus propiedades. ¿Acaso constituye esto un vínculo que arraigue al suelo?
En un mundo marcado por tensiones políticas, guerras y desigualdades, la paz se presenta como una necesidad urgente. A pesar de los avances en tecnología y comunicación, seguimos enfrentando desafíos que amenazan la estabilidad global. Las Naciones Unidas, se crearon con el objetivo de “salvar a las generaciones futuras del azote de la guerra”, sin embargo, la paz sigue siendo esquiva, es la pieza que falta en nuestro rompecabezas mundial.
Durante Semana Santa, la tierra donde nació Jesús pasa por su mayor guerra moderna. Parecería imposible encontrar una solución a este conflicto que ha producido en pocos meses más niños muertos que en la suma de todas las guerras en todo el resto del planeta en esta década. Sin embargo, Irlanda del Norte podría ser un posible ejemplo para encontrar en Tierra Santa una forma de convivencia y de compartir el poder.
Existe la presencia de un nuevo mundo en nuestra Patria Nicaragua, extensivo a todos los países del mundo como mejor les convenga y competa. No hay nada mejor y bonito que vivir en paz, y tranquilidad, sin odios, pues entre todos se puede evitar una hecatombe, hay que observar la realidad que nos merodea, que no es justo estar buscando descontentos, no se logra nada con ello.
Llamada a somatén. Resonar de tambores. Algunos países europeos vuelven a implantar el servicio militar obligatorio. Desde que Adán pecó, el corazón de los hombres ha sido inoculado con el virus del odio. Caín y Abel, los dos primeros hijos de Adán y Eva, ya fueron protagonistas de una guerra fratricida.
“Lo que comienza aquí cambia el mundo. Comienza contigo y con lo que haces cada día”. Así reza un cartel alentador que da la bienvenida a los estudiantes de la Universidad de Texas en Austin. Sin embargo, las acciones que ese centro educativo está llevando a cabo cuentan una historia diferente.
Colombia ha llegado a una “coyuntura importante” en el avance de la paz después de décadas de guerra, pero se deben redoblar los esfuerzos para mantener el impulso actual, según ha dicho esta semana al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas el jefe de la misión de la ONU en ese país.
Arnold J. Toynbee, uno de los más grandes historiadores de todos los tiempos, dijo que las civilizaciones no mueren por asesinato sino por suicidio. ¡Cuánta razón llevaba y qué cerca estamos de comprobar que algo así le sucede a la nuestra! Mirar a nuestro alrededor es contemplar el horror constante y estúpido de la guerra, el odio entre pueblos o personas que debieran sentirse como hermanos, la violencia como lengua franca de quienes sólo piensan en destruirse unos a otros.
La miga de la Semana Santa, culmen del camino cuaresmal, tiene que hacernos repensar sobre nuestro propio pulso interior. Esto se consigue, sustentándose en silencio y sosteniéndose en soledad, bajo la contemplación mística y sobre la esperanza de quien es verdad y vida. Nuestra tarea es la de embellecer y no embobarse, la de conciliar lo irreconciliable y no poner armas sino alma.
No paramos de recibir noticias estremecedoras, que se van solapando las unas con otras, lo que, a veces, nos impide valorar en su medida la trascendencia de las mismas. Se nos olvida con facilidad el terrible accidente en el que, en un control de carreteras, han fallecido seis personas; la desesperada búsqueda de los náufragos de una patera frente a las costas de Motril, etc. Últimamente reclama nuestra atención la terrible matanza producida en un teatro moscovita.
La paz es el bien más preciado. Lo reúne todo. Eso se sabe, sobre todo, cuando se pierde. En junio habrá elecciones en la Unión Europea. ¿Fecha muy lejana para hablar de ellas? Razonando con la mentalidad desenvuelta que impera, sí. Basta con quince días de tópicos. Sin embargo, la realidad es que en quince días es imposible tratar a fondo la grave situación de España y de la UE.
Tiempo de guerras. Tiempo que nos obliga a tomar posición. ¡Ay, cuando la superpotencia estadounidense es la firme defensora de nuestra soberanía! ¡Ay, cuando el Estado israelí defiende a su pueblo mediante un genocidio! ¡Ay, cuando la potencia rusa invasora viene a liberar a los ucranianos! ¡Ay, cuando Hamás defiende al pueblo palestino con acciones terroristas! Y las tropas nuestras, ay, ¿dónde están?
Una de las antífonas que el ritual católico conserva para la ceremonia del Jueves Santo es "Ubi charitas et amor deus ibi est". En Español: "Donde hay caridad y amor allí está Dios", pero dado el caso de que caridad y amor, en la lengua latina tienen acepciones idénticas, me he tomado la libertad de sustituir la palabra 'charitas' por 'pax'.
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