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El Parque de María Luisa y su entorno es un juego entre jardín coqueto y arquitectura, el revuelo de una verónica de ojos verdes que esbelta lenta va envolviendo todo el espacio, como quien abre un abanico. El Parque en sí es eso, un abanico abierto que abaniquea la Giralda que siempre lo está contemplando mientras bebe su aire.
Hay ciertas fechas y festividades en las cuales se percibe que algo ha cambiado, un pequeño momento en el que existe lo viejo y lo nuevo; en donde el pasado y el futuro se observan de frente; un instante en el que se dejan ciertas cosas, ciertos recuerdos atrás. Al detenernos a pensar en el mistérico resplandor del tiempo, es fácil suponer que en realidad las cosas no son así.
Uno de los problemas del falso mundo en el que vivimos es que algunos ponen a demasiada gente en un pedestal más alto que el suyo, otros se ponen ellos en ese pedestal y se creen intocables, y otros hacen creer que ponen en un pedestal a alguien, pero se han dado cuenta de que estando abajo se ve el mundo mejor y en el pedestal la estupidez se ve también mejor.
Aún recuerdo aquél día en que escuche mi nombre por primera vez mientras se pasaba lista. Era con motivo del examen de ingreso en la Escuela de Comercio Malacitana. Me sentí mayor. Ya tenía diez años. No sabía cómo contestar. Respondí lo mismo que hicieron mis interlocutores: “servidor”.
Como comprenderán no me refiero a estar inmersos en una guerra tipo militar. Me refiero a nuestra presencia en primera fila de lo que se denomina “ley de vida”: la aparición inexorable de la enfermedad y la muerte en nuestro ámbito más cercano.
¡Qué fácil resulta para mí, en algunas ocasiones, navegar por los recuerdos! Sobre todo, por aquellos que conforman presencias rescatadas de lo más hondo de los archivos del alma.
Anoche estaba leyendo a Percy Shelley y hubo uno de los versos que me hizo meditar y admirar cuánto se podía decir con tan pocas palabras, por eso yo jamás me sentiré digna de llamarme poetisa, porque siempre me comparo con esos grandes autores del romanticismo inglés y los veo demasiado inalcanzables.
Era un 10 de junio de hace muchos años; mi padre se fue en silencio, en casa, sin llamar la atención.
Como mi padre, muchos otros padres, se fueron, unos sin miedo, otros, apretando los puños.
Respetando las diferencias, todos eran “padres” y todos quisieron esculpir a sus hijos con manos llenas de fortaleza e ilusión.
Los españoles lo celebrábamos tradicionalmente el 8 de diciembre, el día de la Inmaculada, pero, a un presidente americano se le ocurrió trasladarla al mes de mayo. Nosotros, como siempre, a seguir lo que nos manden. Finalmente en España decidimos que se festejara el primer domingo de mayo, como culto a la maternidad, a fin de distinguirlo de la festividad religiosa de la Inmaculada Concepción. Y en esas estamos.
Subí al Empotro con miedo y más vergüenza. En mis manos llevaba un haz de folios con poemas desordenados de parte de mi trayectoria y juvenil obra poética. Al llegar al micrófono las palabras me salían a borbotones, otras veces calmadas, otras sinceras, emocionadas o con memoria fresca.
De forma directa, simple y llana, recordar es traer a la memoria algo del pasado. Dicen los diccionarios que ese algo pudo haber sido percibido, aprendido, conocido o retenido en la mente. Recordar parecería sólo una cuestión racional si únicamente nos conformáramos con las definiciones inmediatas. Hay mucho más detrás de la palabra recordar.
La necesidad de recurrir a la inmediatez para todo, acompañada de la posibilidad de transportar constantemente las nuevas cámaras fotográficas incorporadas a los teléfonos móviles, nos lleva a la pérdida de la posibilidad de recrearnos en los tiempos pasados con el repaso de los viejos álbumes fotográficos. Ya casi nadie plasma en papel sus recuerdos.
En relación a lo que cada quien ha vivido creemos saberlo todo. No es para menos, nadie más ha vivido por nosotros, ni cada uno ha vivido lo de otro. ¿Cómo no ser expertos en lo que nadie más ha vivido?, es decir, nos hermanan las experiencias parecidas, muy parecidas, pero irrepetibles en cuanto a la decodificación interna que cada quien realiza en su interior.
Se reconoce muy fácilmente que una grabación de vídeo tiene ciertos años. Aunque las imágenes sean en color, los vídeos caseros de los años 80, por ejemplo, están cubiertos de una especie de polvo que desvive los colores, difumina los contornos, robotiza los movimientos. Puede que lo mismo ocurra con los recuerdos, en realidad.
Dicen que la historia la escriben los ganadores. Yo añadiría que, posteriormente, cuando pueden, la reescriben los perdedores. Estimo que ambas partes carecen de una visión objetiva. Sus protagonistas viven obcecados por un subjetivismo extremo y sus descendientes enturbian su conocimiento con las deformaciones transmitidas desde una visión parcial e interesada.
El 19 de marzo es el día del padre aquí en España, en Estados Unidos e Iberoamérica se celebra el 21 de junio. Se dice que el origen de esta celebración se halla en Estados Unidos, concretamente en 1910, cuando Sonora Smart Dodd propuso celebrar ese día para homenajear a su padre, el cual la había criado en solitario a ella y a sus cinco hermanos.
Haberlas, no vamos a dudarlo; las ráfagas de los acontecimientos sociales son prodigas en relatos escalofriantes. Sentirnos atrapados por sus efectos por toda la vida es una tragedia; pero desentendernos de sus maquinaciones, lo es aún mayor, por el enquistamiento del mal proceder. Tenemos en la mente las acciones TERRORISTAS más horrorosas, sin límites geográficos, bajo formatos alevosos.
Pueden creerme si les digo que el título queda muy lejos de la simple metáfora, al menos en lo que a mi biografía personal se refiere ¿Cuándo pierde uno la inocencia? Supongo que a esta pregunta cada cual responderá de una manera. Habrá quien la pierda tras una experiencia decepcionante que le abre los ojos, o en medio de un viaje iniciático. Quizá en un burdel barato invitado por un tío legionario. Y habrá quien no la pierda nunca porque nunca le afectó tal cosa.
Buenos días, era la orden del nuevo día. El anciano y su literatura, forman parte del distintivo café que degustan por la tardes. La gran experiencia de la vida. Desde ese tiempo, se alquilaba una cuartería de madera, en donde, el o los ancianos, nacieron en vejez y se hicieron hombres jóvenes, con sus tremendos diálogos por las tardes y la suculenta taza de café con pan y mantequilla.
He tenido el gusto de ver el documental que, sobre La Polla Records en su regreso para celebrar el cuarenta aniversario del grupo, dirigió Javier Corcuera y que llegó a exhibirse en el Festival de San Sebastián. Dicha película acompaña al grupo (que conserva a tres de sus cinco miembros fundadores: Sumé, Abel y Evaristo) durante la gira conmemorativa del mismo, ofreciendo secuencias tanto de las actuaciones como de ciertos momentos en el back-stage.
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