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Claros y oscuros, trazos detenidos en el tiempo y eternos, realismo y dramatismo, inquietud… os hablo de una obra de arte con la que hoy he tropezado y que no conocía, porque, queridos míos, en este mundo acelerado en el que todos queremos saber de cualquier tema para quedar bien socialmente, se nos olvida que el arte no son datos, son un pasado lleno de recuerdos, vivencias y críticas sociales, sentimientos plasmados por un artista.
Todo tiene un sentido y una orientación, lo que nos exige activar la cátedra viviente a golpe de latidos, que es como se reconstruye la autenticidad y se impulsa las verdaderas fuentes de vida. El encaje de la apariencia, envuelto entre falsos lenguajes mundanos, únicamente ofertan un mercado de vicios y vacíos.
Resulta harto sabido que el arte vive una inversión en sentido de que somos los espectadores los que gozamos de la atracción del texto, del suceso o del objeto que percibimos. Somos los receptores, en efecto, quienes organizamos la experiencia estética.
Apelar a la mitología clásica como fuente de metáforas, alegorías o simbolismos es siempre una opción razonable para arrojar luz sobre el caos que nos asedia, al que solemos denominar “mundo”. Por poner un ejemplo, la noción de “hilo de Ariadna”, que a Teseo le sirvió para ahondar en el laberinto y poder abandonarlo tras matar al Minotauro, sugiere una analogía aplicable a diversas escalas.
El embrollo de la ciencia ficción tiñe sus novelas de matices crípticos y retos novedosos para los protagonistas humanos; ese perfil les confiere rasgos lindantes con los descubrimientos en el ámbito del saber y los comportamientos cotidianos ligados a las necesidades inmediatas.
La pregunta "¿Puede uno ser plenamente humano sin sufrir tragedia?" nos lleva a reflexionar sobre la naturaleza de la vida, el sufrimiento y la conciencia. Anthony De Mello, en su obra Despierta. Para De Mello, el origen del miedo, y por ende de todo mal, proviene de la ignorancia de nuestra propia naturaleza. "Del miedo viene todo lo demás", nos dice, pero este miedo no está dirigido principalmente a la muerte, sino a la vida misma.
Un mero crecimiento económico no basta, el avance ha de ser plenamente humano, lo que requiere de un bienestar integral de la persona, en todos los ámbitos existenciales y de modo equilibrado, promoviendo así los esfuerzos conjuntos y cooperantes. Este objetivo debe conducirnos a una mayor concienciación entre sí, poniéndonos al servicio de la ciudad terrenal y del bien común.
En la filosofía de Aristóteles, el cuidado del cuerpo ocupa un lugar significativo, particularmente en relación con su concepción de la “areté”, o “virtud”, y la búsqueda de la “eudaimonía” (felicidad o florecimiento humano”. Recordemos que Aristóteles ve el cuerpo no como un fin en sí mismo, sino como un medio que nos facilita el desarrollo de las virtudes y la vida en plenitud.
Cuando bebas lágrimas, recuerda los motivos. El mundo tiene que volver a ser una familia, un hogar de luz y certeza, cuya ciudadanía debe comprometerse públicamente en aunar esfuerzos, para poder ofrecer el futuro que queremos. Hoy en día, la urgencia de que todos los pueblos se adhieran, para cumplir la promesa de las Naciones Unidas, nunca ha sido mayor.
Juzgo que, a bastantes ciudadanos, se nos va quedando cara de distopía, ataviada, en el caso de algunos, con cierto efecto de parálisis del buen juicio. Desea uno evitar la paranoia propia de los adictos a la conspiración (calificativo demasiado vago, que alude a planteamientos muy diferentes en verosimilitud e intensidad), pero la realidad se presenta, en estos tiempos, bastante espinosa para quien pretenda encararla mediante el análisis racional.
“Desde mi [j]aula”: De pequeño me encantaba resolver el pasatiempo de encontrar las siete diferencias. Dos imágenes, a priori iguales, mostraban que, si te fijabas un poco, podías percibir detalles de la realidad que singularizaban cada una haciéndola distinta. Ese juego infantil se ha convertido en una especie de máxima que he intentado aplicar cada temporada escolar para lograr que la vida no se vuelva pegajosa y que la rutina no se transforme en monotonía.
Las dificultades afrontadas cada día son obvias y de todo género, nos sacuden desde los sectores más diversos con infinidad de matices. Su reparto tampoco resulta equilibrado, la intensidad de los obstáculos se distribuye en la variedad más absoluta; con el añadido de las variadas capacidades de cada individuo para percibirlos y enfrentarse a ellos.
La palabra escrita habla y piensa, y deja resultados que discurrir. La mentira es una verdad, y la verdad puede ser una mentira.Dentro de la ¡cultura de las artes! no existe nada feo, debido a la diversidad de ideas y pensamientos del ser. Lo que a usted no le gusta a otros sí.
Desde siempre, tender la mano como verter sonrisas o abrazar al desvalido, ha sido un necesario lenguaje del corazón, que cualquiera requerimos en algún momento, máxime en una época con tantos frentes abiertos y con las barreras de la indiferencia en permanente ejercicio, lo que nos hace que seamos incapaces de finalizar con el maltrato social e institucional.
Todos vamos a morir, tarde o temprano, ¿qué novedad, verdad? Aunque parezca una afirmación obvia, la mayoría de los mortales vivimos haciendo todo lo posible por esquivar dicho suceso por varios motivos. Pues bien, hoy reflexionaremos sobre la finitud como aspecto constitutivo de una vida plagada de posibilidades y cuya única imposibilidad de todas ellas, es la muerte.
Siendo conscientes, y respetuosos, de las leyes de la física y sus derivados químicos y biológicos, ya que además determinan nuestra existencia y nuestra práctica, ¿podemos ignorar alocadamente las leyes del materialismo histórico que condicionan nuestra vida social como miembros de una clase social en una formación social concreta?
Ser buen ciudadano significa que seamos virtuosos guardianes de todo lo que nos circunda y tiene vida, comenzando por nosotros mismos en la ayuda. Sin embargo, cuando se desgarra este afán y desvelo, suele producirse un cambio de aires verdaderamente deshumanizador e inhumano.
Ínsulas, islas, penínsulas y continentes. Por pedir, nos apuntamos a lo más grande, con inmensos contenidos e incluso perifollos incoherentes. No obstante, nos encontramos con frecuencia las decepciones más inesperadas, fallan muchas cosas entre tantas grandezas.
Hoy quisiera invitarlos a reflexionar en torno a un fenómeno que, aunque es menos visible que el analfabetismo absoluto, tiene profundas consecuencias para los individuos y la sociedad. El analfabetismo funcional podría definirse por la capacidad de saber leer y escribir, sin poder comprender o interpretar adecuadamente lo que se lee y se escribe.
La necesidad de una gobernabilidad global está ahí, esperando la conjunción de todos, tanto afectivamente como efectivamente, para ser capaces de entendernos y atendernos mutuamente; lo que requiere crear los consensos oportunos y tomar las decisiones políticas precisas, sobre todo en cuanto a las necesidades reales de la gente en materia de salud y educación.
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