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La comunidad internacional, la diputada que amenaza a España, la paz, los tribunales, los daltónicos

¿No estaremos ante situaciones como la que narra Buero Vallejo, en la que un joven pintor se suicida por la devastadora reseña de un crítico que padece daltonismo?
Luis Méndez Viñolas
lunes, 27 de mayo de 2024, 09:49 h (CET)

Uno de los tantos problemas de la “comunidad internacional” es que no es ni comunitaria ni internacional. El término se debería reservar sólo para el conjunto de países que integran la ONU. No obstante, no hay que ser un lince para saber que ciento noventa y tantos países pueden menos que siete u ocho. Tenemos el ejemplo de Palestina. Por cierto, no sabemos a ciencia cierta si la diputada israelita que acaba de amenazar a España pertenece a dicha comunidad. Por las ínfulas, pareciera que sí.


Para colmo, la comunidad internacional incluso se veta a sí misma, en cuanto incumple reiteradamente ss propios mandatos. No olvidemos que fue ella (principalmente Gran Bretaña y Francia) quien ideó el asunto de dos estados en Palestina sobre un territorio que no era suyo.

Hay que señalar que muchas de estas políticas dejaron insatisfechos incluso a muchos de sus propios agentes. Lawrence de Arabia, por ejemplo, arrastró durante su corta vida (se sospecha que se suicidó) un complejo de culpa al ser considerado un traidor por sus antiguos “amigos” árabes, que comprendieron que habían sido manipulados. El acuerdo de expulsar del lugar al Imperio Otomano a cambio de crear un estado árabe independiente nunca se cumplió. Hay que alabar la habilidad de los que saben dividir sin descanso.


La paz


Hay muchas escenas de guerra que no se deberían censurar, al menos en horas nocturnas. Verlas llevaría a la conciencia de las gentes una realidad (bastante más tremebunda que la de las películas) que creemos inexistente o lejana. No hay valor más grande que el de la paz, tanto en el aspecto personal como en el geoestratégico. Decir paz es decir vida, bienestar, justicia, igualdad, libertad, derecho, orden… este último tan valorado por quienes lo disfrutan aunque sea a costa del desorden del otro.


Sin embargo, esa comunidad internacional, en su mayoría cristiana, debería hacer acto de contrición y preguntarse si verdaderamente defiende la paz, los principios del derecho internacional, el humanitarismo. Seguramente en su lenguaje geoestratégico estos términos no cuentan. Ellos viven en el reino de la necesidad. Pero esa realidad suya, más que disuadirnos, debe llevarnos a los demás a otra necesidad más imperiosa: la de contraponer nuestra memoria a sus olvidos.


Armas nucleares


Ahora mismo, hay sectores de la comunidad internacional preocupados por que el asunto nuclear iraní (¿existe tal asunto?) provoque a Israel, que es el eje del mundo, o eso parece.


Ante esta reacción habría que preguntarse: ¿Por qué, por el contrario, las armas nucleares de Israel no preocupan a la OIEA? Grossi, representante de este organismo, ha dicho recientemente: "Sospecho que estaré de vuelta en Teherán con frecuencia”. ¿Por qué esta advertencia no es extensiva a Israel? Después de todo, en puridad jurídica, la legitimidad de este proyecto estará incompleta hasta que no se creen dos estados soberanos, tal como se acordó en 1947, y reafirmó la ONU, Madrid, Oslo, Oslo II, ONU otras tantas veces, etc. Hoy por hoy Israel es la mitad del proyecto. ¿Imaginan si ese estado se hubiera creado en Argentina, como algunos querían? ¿Con Milei? ¿Diría lo mismo que dice ahora sobre el estado judío? Seguramente sí.


¿De dónde surge la competencia de Israel para el control nuclear de otros países? ¿En la necesidad de su supervivencia? Israel existe, lo que dudosamente se puede decir de Irak, Libia o Palestina.

Para nosotros, la cosa es bien sencilla: en la zona no faltan las armas nucleares de un país, sino que sobran las del otro. Mientras se tomen decisiones tan arbitrarias será hipócrita lamentarse por los atentados a la paz. Quien quiere los fines, quiere los medios. La paz requiere no provocar a los que son tratados desigualmente.


Arabia Saudita, ¿dónde?


Las tensiones en Medio Oriente son múltiples y permanentes. Es el precio de poseer inmensas riquezas (quién nos iba a decir que el pib no era tan esencial como las materias primas: sofismas de la economía financiera). En medio de estas tensiones, China ha o había logrado un acuerdo de convivencia entre Arabia Saudita e Irán, un gran éxito diplomático en beneficio de la paz en la zona. Era aproximar a ambos países, en vez de mantenerlos enfrentados. Como dicen los especialistas a la anglosajona, el “win win” frente a la “suma cero”, que significa que el éxito de uno representa el fracaso del otro. Esta, a la larga y en proceso de aceleración, es la geoestrategia del suicidio.


Pero tal acuerdo entre Arabia Saudita e Irán parece que no satisface a la comunidad internacional. Prefiere las tensiones entre ambos países en cuanto que una Arabia Saudita beligerante es preferible a una neutral y pacificada (recuérdese la guerra en Yemen). El problema es que todos saben sumar cero. Curioso el arco de la conflictividad: Palestina, Georgia, Armenia, Irán, Yemen, Afganistán, Filipinas, Birmania, Malasia, Taiwán… Esto, sin contar el lado occidental. Toda una hilera de costosísimas operaciones (y bases) que desde una perspectiva de paz haría mucho bien al desarrollo de la humanidad.


Sorprende que esa “comunidad internacional” tenga intereses legítimos a miles de kilómetros cuando niega los fronterizos de los otros. Las materias primas o las rutas comerciales son factores esenciales, lo que no justifica que se obtengan de cualquier forma y precio. Hay muchas normas contractuales y del comercio que se enuncian pero que no se aplican. Está claro que la vanidad puede degenerar en fatuidad. Esa comunidad internacional, como mayoritariamente cristiana que es, debería convencerse de que ya no son imperios llenos de piratas, bucaneros y filibusteros. Eso le salió bien a Inglaterra contra España. Pero la historia cuando se repite rutinariamente se convierte en vodevil.


Derechos humanos, tribunales internacionales


A estos principios contractuales y comerciales (que no se atienden estrictamente o se atienden de forma leonina) se unen otros menos crematísticos y de mayor calado. Estamos hablando de los derechos humanos, tan vanamente invocados.


Pero los derechos humanos se deben perseguir como un fin en sí mismo, no como un instrumento. Menos como una excusa oportunista.


No se puede atacar a unos porque se dice que no los cumplen mientras se hacen alianzas con otros que los cumplen menos. ¿De verdad cree la comunidad internacional que los saharauis vivirán mejor bajo el régimen marroquí que independientemente? Y no se hable sólo de Sánchez. Lo del Sáhara comenzó desde la agonía de Franco y continuó con los sucesivos gobiernos habidos.


El selecto mundo de los derechos humanos no debería aceptar que su más selecto aliado comience su defensa invocando la Biblia y el mandato de acabar con Amalec, sus hombres, sus niños de pecho y sus animales, es decir, exterminando. Y que de las palabras pase a la acción.


No se puede hablar de ellos (derechos humanos) y tener sancionado a medio mundo porque hace los mismo o menos que el sancionador. No se puede si se está con los mercaderes del templo y no con el redentor que, por expulsarlos, termina mal.


Recuérdense las palabras del padre de Sandino al enterarse del asesinato de su hijo: “…así terminan todos los redentores…”. Los Somoza y los Arthur Bliss Lane no pueden ser sus heraldos.


No se puede si se ponen una detrás de otra todas las fichas necesarias para que estallen aquí y allá conflictos y guerras cuyo gasto militar asfixia a los pueblos. Menos aún, se puede vender esas armas a ambos contendientes.


No se puede invocarlos y actuar como las legiones romanas y no como los apóstoles. No se puede justificar a los que siembran de cruces las vías de Roma. Y hablamos de número y de peso.


No se puede hablar de esos derechos y a continuación dar golpes de estado a diestro y siniestro porque antes están las materias primas que los habitantes del lugar.


No se puede agitar el peligro nuclear cuando se ha sido el primero en utilizarlo y facilitarlo al compinche de aventuras delirantes.


No se puede invocarlos y no abandonar políticas y actitudes colonialistas que tienen un solo significado: todo lo tuyo es mío, como le dice el pingüino de Anatole Framce al otro pingüino. No se pueden maquillar “doctrinas” que pretenden acabar con el otro. Más cuando esas doctrinas no sienten la necesidad de esconder qué pretenden.


Si nuestras aguas bajan porque las suyas suben, rotos los diques artificiales de pobreza que las separaban, no se puede pretender la inundación mundial. Este tiempo es un segundo en la Historia. Los derechos humanos son muy necesarios, pero tal como se están utilizando, se convierten en narcotizantes.


Interpretación de la ley bajo la óptica humanitaria


A veces, lo peor de algunas cosas no es que se digan, sino que se les haga eco sin apostillarlas. Para la mayoría, Israel es, era, un estado ejemplar. Problemas de no leer de todo. Respecto al feminismo y al Muro de las lamentaciones, nadie tiene nada que decir. Sólo los musulmanes son machistas. ¿Han visto esos videos de esculturales mujeres soldados israelitas bailando alegremente mientras mueren niños? Impúdicos. Pues bien, ya hay mentes calenturientas en Israel que están maquinando su terrible venganza contra España por querer cumplir la ley. No olvidemos que el Viejo Testamento está cargado de ellas. La cuestión es que, como decíamos arriba, una diputada israelí ha amenazado con que Netanyahu reconozca como estados a Cataluña, País Vasco y Canarias. ¿Piensa sola o piensan por ella? Un intercambio de cromos desigual: lo ilegal por lo legal. ¿Cuál es el delito de nuestro país? Cumplir lo que la comunidad internacional se mandató a sí misma.


No faltarán españoles que se pongan del lado de la diputada, como ayer hacían con Milei. Sagacidad patria. Dirán ¿qué quería? No. Esos españoles son los que precisamente critican que no hay principios, leyes, ética. Vaya, para una vez que se atienden.


Conocedores por este último lustro de que ya se puede esperar cualquier cosa, nos preguntamos si podría Sánchez terminar ante el TPI junto a los restantes parias del mundo (¡!). ¿Quizás hay cláusulas secretas, de obligado cumplimiento, que ordenan no cumplir las obligaciones de 1947?


¿No estaremos ante situaciones como la que narra Buero Vallejo, en la que un joven pintor se suicida por la devastadora reseña de un crítico que padece daltonismo?

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