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Revulsivo vitalista

No basta la queja; la decidida respuesta vital es necesaria
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 18 de octubre de 2024, 09:33 h (CET)

Las dificultades afrontadas cada día son obvias y de todo género, nos sacuden desde los sectores más diversos con infinidad de matices. Su reparto tampoco resulta equilibrado, la intensidad de los obstáculos se distribuye en la variedad más absoluta; con el añadido de las variadas capacidades de cada individuo para percibirlos y enfrentarse a ellos. Si atendemos únicamente a esa panorámica las sensaciones llegan a ser aplastantes, sin conseguir apreciar el final del túnel. Para aliviar el peso de dicha losa nos vemos obligados a explorar las diferentes VERSIONES surgidas de los peculiares modos de pensar. Las anheladas soluciones se resisten en los espacios abiertos de cada comunidad.


Si uno busca entre las actitudes desempeñadas por los humanos, las encontrará de lo más diversas, al confluir las circunstancias con las características de cada sujeto. Tendrán su lugar aquellas dignas de admiración, como también las menos apreciables e incluso las perversas. Al considerar las versiones PERSONALES, surge la idea del respeto a sus practicantes; nadie puede implicarse de lleno en su situación personal. Para el mismo protagonista resulta complejo el intento de extraer una valoración de los comportamientos llevados a cabo. Se pone de manifiesto el manantial señero que está en la base de la existencia, radicado en cada individuo de manera insustituible y con todas sus consecuencias.


Porque a la hora de considerar las actuaciones colectivas, el enredo, lejos de aclararse, alcanza sus máximas dimensiones de complejidad. Con el agravante notorio de que los humanos no disponemos en ningún momento de la llave decisiva para resolver los enigmas, siempre adheridos al parcheado de las actuaciones. Las versiones COMUNITARIAS adoptadas en diferentes épocas, además de los errores propios de sus limitaciones, tienden a configurarse sobre los dominios de determinados sectores sobre gran número de personas. Los desequilibrios originados suelen devaluar las supuestas conquistas generales. Con toda su parafernalia, no pueden sustituir al individuo particular, al cual no suelen respetar.


Que los obstáculos brotan desde cualquier recoveco o las murallas creadas por cualquier colectivo empoderado se acrecientan, no se presentan ya como novedades, la experiencia diaria lo atestigua. Por lo tanto, el reto continuado para las personas, podemos ser usted o yo, se convierte en una disyuntiva ineludible. O bien somos capaces de reaccionar con cierto tino, o por el contrario seremos arrastrados como APESTADOS. Los sistemas que nos arrastran no suelen ser los protagonistas, sus promotores pergeñan las diferentes estrategias, siempre con algunos beneficiados indebidos. El conformismo de ser arrastrados nos anula progresivamente como personas, sin poder esperar soluciones ven idas de fuera.


El vigor y el coraje que se nos supone no puede dejarnos pasivos ante la evolución de los acontecimientos. Nos coloca en muy mal lugar eso de quedarnos sumisos ante los contubernios de individuos o colectivos. El grito de protesta se impone como inicio de una disposición algo más consistente para enfrentarse a los despropósitos. Si las ignorancias son excesivas, las limitaciones evidentes y los finales inciertos; al menos, nos nace el impulso de ejercer con una presencia de aportaciones positivas. Es el estilo de REBELDÍA invocado por Albert Camus, para dejar constancia efectiva de la disposición propia; evitando la sumisión necia a las cantilenas desprovistas de sentido con tanto auge en los ambientes actuales.


Con el transcurso de los años, han sido incontables las absolutizaciones que nos han intentado vender, con mucho éxito a la vista del número de gente colaboradora de dichas maquinaciones. Aparentemente nos dominan con semejantes propuestas. Sin embargo, queda patente la imposibilidad de un fundamento que justifique las posiciones dogmáticas, por la propia esencia de las personas y el enigma subyacente en la existencia mundana. En el curso de la mencionada rebeldía resulta crucial el RECHAZO de los pretendidos encantadores a base de posiciones presentadas como indiscutibles. Ser intolerantes con esos sujetos y corporaciones falseados por su prepotencia, se convierte en una medida sanitaria salvadora.


Entre los pretendidos dominadores y quienes permanecen acuciados por la disyuntiva de una sumisión aniquiladora o unas actuaciones personales aventuradas, sobrevuela una realidad nada tranquilizadora; subsisten las inseguridades cargadas de comportamientos erróneos y toda clase de estrategias confusas. Lejos de su desaparición, los DILEMAS forman parte de las preocupaciones cotidianas; nos vemos obligados a tropezar con ellos. Con la parquedad de las posibles soluciones, que además suelen ser momentáneas, nos vemos abocados a la soledad de las decisiones personales; es decir, nos diluimos en las confusas estrategias comunitarias o damos valor a la presencia personal.


En pocas palabras, la SINGULARIDAD es irrenunciable. Las decisiones tomadas y las actuaciones coherentes, delimitan con toda franqueza la entidad de la persona protagonista. Lo digo, echando mano del recurso que brota desde los adentros, sin renuncias estúpidas, con el intento colaborador que debería definirnos:


REVULSIVO INTERIOR


Nadie dispone del buen veredicto,

Ejercemos de meros aprendices

Mientras funcionamos con pocas luces.

Entre follajes y silencio estricto,


Observador y colaborador,

Ante la gran muralla inevitable

Llegaba a sentirme agente invencible,

Sin pasar de ser simple vividor.


Con un osado grito, manifiesto

Suficiente grado de libertad

Para sentirme firme y bien dispuesto


En feroz lucha contra la maldad;

Forjado con ese talante incierto

Que no anula mi neta claridad.


Si pretendemos alguna rectificación de las desviaciones percibidas en los ambientes actuales, el crudo hedonismo simplista, el seguidismo rutinario de los vociferantes, la negación del misterio envolvente, la renuncia al propio intelecto; hemos de revolvernos con energía si pretendemos salir de las actuaciones insignificantes. Estamos muy necesitados de la pausa creadora en busca del sentido personal, para poder calificarnos alguna vez de comunitarios. Desde esa soledad en convivencia, ponernos a ejercer con ILUSIONES trascendentes a base de aportaciones positivas.

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