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​Democracia con o sin guetos

El sistema político moderno y liberal
José Luis Heras Celemín
sábado, 9 de noviembre de 2024, 13:04 h (CET)

Esta dramatización orquestada por la izquierda demócrata es una patraña. La frase, de Guy Sorman en ABC, retrata una realidad que aparece con la victoria de Donald Trump en las elecciones de EE. UU. Al aviso de patraña le falta una advertencia. El economista y filósofo francés ha unido el término ‘demócrata’, sustantivo o adjetivo, a una izquierda que, a la vista está, no profesa la democracia y la ensucia cuando puede. Porque es evidente y lógico, conviene separar la ‘dramatización orquestada por la izquierda’ de la democracia, que no es teatro, y de lo que es y huele a demócrata. Lo contrario, aceptar una izquierda demócrata, mantiene y asienta, como expresión y concepto, un principio imposible en libertad, que llevó en el pasado y apunta ahora a una estratificación social: guetos sociales impuestos por creencias o ideologías.


Al conocerse la victoria de Trump, se opaca una realidad prefabricada y falsa. De repente, en los medios de comunicación aparece algo nuevo que estuvo embozado entre frases, mantras y mentiras. Verborrea. Derecha rica, extrema derecha, nazismo, populismo, capital explotador, sanguijuelas de ricos contra la clase que trabaja, cualquier cosa. Al garete las frases hechas y los sombrajos dibujados por la izquierda intelectual, élite caviar, para servir de alimento a la turba de fieles y fidelizados. También los acólitos que, monaguillos desde el montón, aceptan lo que llega, propagan lo que interese o consienten. Desde ese espejismo previsto, la contienda electoral en EE. UU. se había esbozado como un empate entre la demócrata Kamala y el republicano Trump. Día a día, la prensa acentuaba perfiles hacia el mismo lado: buenos de la izquierda frente a malos de la derecha. Pero la realidad, libre, ha borrado las fantasías con hechos.


La derecha, en EE. UU., ha ganado a la izquierda. Joe Biden, presidente saliente, al saber el resultado, ha superado el momento y a su vicepresidenta y pretendida sustituta con una llamada al concierto y un cierre de brechas entre patriotas. Si a Biden se le hace caso, es posible que el partido demócrata, de izquierda norteamericana, pueda seguir teniendo sitio en democracia. Si no, la todavía primera potencia mundial, en manos de los Kamalas u Obamas de turno, ha de seguir una deriva difícil para EE. UU. y para el resto del mundo.


Mientras tanto, en Europa y en nuestra piel de toro ibérica, la izquierda, en su versión informativa y política, debe ver qué hacer. Puede intentar seguir yendo ‘a por uvas’ a costa de la sociedad y echando la culpa o responsabilidad en la "ubre-teta" de EE. UU., como hasta ahora; o entrar en un concierto demócrata sin tutelas militares OTAN, ni ‘tutías’ económicas totales en la ONU o en parte de ella. De momento, aunque al trasluz, ya hay síntomas. Entre los medios de información destaca el foco de opinión del gobierno, asociados y comparsas, financiados con dinero público (RTVE, RNE y otros) o con capital privado (Ser, El País, La Vanguardia y más), que, parece, se ha dado cuenta del detalle de la victoria de Trump y lo que importa. Como muestras, la torpeza en RTVE 24 horas, los "oseas" de las huestes del Conde de Godó y las modorras y desmayos en otros medios de la izquierda. Están apareciendo, aunque más lentamente, las mismas señales en las declaraciones del gobierno, escoltas y figurantes. En ambos casos, medios de comunicación y grupos políticos, la izquierda española debe decidir si prefiere hacer guetos, no demócratas, para esconder a adversarios políticos, de clase o ideológicos, para alimentarse con o contra ellos, asumiendo o tachando lo que representa Trump en el mundo actual. O saltar la barrera de los cordones sanitarios que se inventan y no son, para aceptar el sistema político moderno y liberal, actual en Europa y en parte del mundo occidental, de una democracia con o sin guetos.

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