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​Felipe Díaz Pardo
​Felipe Díaz Pardo
Pocas veces aportan juicios que ayuden a una reflexión más profunda. Adoptan una postura monolítica fácilmente previsible, siempre relacionada con una línea de pensamiento o ideología determinadas

La sociedad evoluciona y con ella las necesidades que se van creando en ella. La superficialidad que, a veces, nos invade hace posible también la aparición o, al menos, el resurgimiento de ciertas profesiones que nos ayudan a pensar o a alimentar nuestras propias opiniones por la simple intención de reforzar nuestras creencias y no con el ánimo de darnos otras visiones, todas respetables, de la realidad para contrastarlas con las nuestras.

La contradicción de esta frase, que llega hasta el extremo del oxímoron, es decir, a la unión de dos palabras cuyos significados son totalmente opuestos, puede llegar a describir también a la sociedad actual

El desconcierto de los últimos tiempos, en donde los términos y situaciones se desvirtúan llegando a significar cosas contrarias según quien defienda determinados argumentos y juicios, me ha llevado a releer una de las novelas más importantes de la literatura del siglo XX. Me refiero a 1984, de George Orwell.

Los docentes –cada uno en su tarea, ya sea como maestro o profesor, equipo directivo o inspector– hemos podido comprobarlo

Es una realidad irrefutable la de que un padre o una madre hace cualquier cosa por sus hijos, pero en el ámbito de la educación dicha actitud, lógica de los progenitores para con sus vástagos, pero hasta cierto punto, supera todos los límites imaginables.

Todos estamos de acuerdo en que la educación ha de preparar para la vida, pero no por ello debe imitar aquellos aspectos menos positivos de la misma

El centro educativo es un microcosmos que refleja, en alguna medida, la sociedad en que vivimos. Al margen de la práctica que en ella se desarrolla, en algunas ocasiones, las actitudes inadecuadas o disruptivas, protagonizadas por los alumnos, que pueden considerarse cosas de niños, dependiendo de la gravedad de las mismas, reproducen actitudes que vemos también fuera de las aulas, fruto, tal vez del desconcierto actual de la sociedad.

Voy paseando por la calle y veo a hombres y mujeres paseando a su perro, acariciando a su perro, incluso besando a su perro. Por el contrario, cada día veo menos niños por las calles y, para disfrutar de una estampa infantil, mejor sería esperar a la entrada o salida de los colegios para ver un trasiego de infantes yendo hacia el centro escolar o volviendo a sus casas.

Queremos reflexionar casi de soslayo sobre el tema del esfuerzo e intentar rebatir un mantra que, de vez en cuando, se va repitiendo por algunos sectores de la población cuando se ponen a reflexionar sobre educación, mundo del que, al parecer sabemos todos. Nos referimos a aquel que defiende la idea de que se titula con asignaturas suspensas, con lo que ello conlleva de relajación por parte de los alumnos.

El pasado nueve de enero falleció en Bogotá Manuel Elkin Patarroyo. La noticia me saltó esa misma tarde y cuando llegó la hora de los noticiarios, encendí la televisión con la seguridad de que darían cuenta del suceso y así poder conocer más detalle del luctuoso acontecimiento. Para mi sorpresa, ni ese día ni en los siguientes se dio cuenta alguna del hecho; tan solo, si acaso, algún breve apunte en los diarios digitales.

Nadie escapa al delirio educativo, ni tan siquiera la administración, la normativa, la inspección, los equipos directivos y otros elementos del mundo de la enseñanza. Y podemos comprobarlo haciendo balance haciendo un balance de las publicadas en los últimos cincuenta años, más o menos:

En los currículos actuales, establecidos por la ley educativa que ahora rige, encontramos conceptos nuevos, o no tan nuevos, como el de “competencia”, en sus dos vertientes actuales: una en que se apellida “clave” y otra, “específica”, pero ambas incluyen un mismo denominador común en su definición: son desempeños que el alumno ha de saber demostrar mediante conocimientos, destrezas y actitudes, términos que se aglutinan bajo la locución “saberes básicos”.

De acuerdo con los datos que nos llegaron hace unos meses a través de los medios, podemos conocer que, en términos generales, y para el conjunto de la OCDE, los resultados que, periódicamente, presentan las pruebas PISA no son buenos y, por lo que respecta a los divulgados de la prueba de 2022 se observan importantes descensos en sus resultados.

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