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Felipe Díaz Pardo
Felipe Díaz Pardo nació en Madrid en 1961, es Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid y obtuvo el Diploma de Estudios Avanzados (D.E.A.) en Literatura Española. Ha sido profesor de Lengua Castellana y Literatura en Educación Secundaria, etapa educativa en la que fue director de instituto. Posteriormente, ha ejercido como inspector de educación en la Comunidad de Madrid y en el Ministerio de Educación, Formación Profesional y Deportes durante más de 20 años. Además de su dedicación al mundo de la docencia, ha encontrado en la escritura una forma de desarrollar su vocación creativa. Entre la treintena de libros que ha publicado figuran: ensayos sobre temas educativos y sobre asuntos literarios, novelas, libros de relatos, un libro de viajes, libros de poemas y dos novelas juveniles. Asimismo, ha publicado artículos literarios y de investigación en diversas revistas especializadas y ha dirigido proyectos institucionales, como el proyecto Cíceros, para el Ministerio de Educación, de elaboración de materiales didácticos sobre todo el currículo de Lengua Castellana y Literatura en ESO y Bachillerato. Es miembro fundador de la Sociedad Española de Historia de la Arqueología (SEHA) y miembro del Comité Asesor de la revista Letra 15, revista digital de la Asociación de Profesores de Español “Francisco de Quevedo”. |
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Es una realidad irrefutable la de que un padre o una madre hace cualquier cosa por sus hijos, pero en el ámbito de la educación dicha actitud, lógica de los progenitores para con sus vástagos, pero hasta cierto punto, supera todos los límites imaginables.
El centro educativo es un microcosmos que refleja, en alguna medida, la sociedad en que vivimos. Al margen de la práctica que en ella se desarrolla, en algunas ocasiones, las actitudes inadecuadas o disruptivas, protagonizadas por los alumnos, que pueden considerarse cosas de niños, dependiendo de la gravedad de las mismas, reproducen actitudes que vemos también fuera de las aulas, fruto, tal vez del desconcierto actual de la sociedad.
Voy paseando por la calle y veo a hombres y mujeres paseando a su perro, acariciando a su perro, incluso besando a su perro. Por el contrario, cada día veo menos niños por las calles y, para disfrutar de una estampa infantil, mejor sería esperar a la entrada o salida de los colegios para ver un trasiego de infantes yendo hacia el centro escolar o volviendo a sus casas.
Queremos reflexionar casi de soslayo sobre el tema del esfuerzo e intentar rebatir un mantra que, de vez en cuando, se va repitiendo por algunos sectores de la población cuando se ponen a reflexionar sobre educación, mundo del que, al parecer sabemos todos. Nos referimos a aquel que defiende la idea de que se titula con asignaturas suspensas, con lo que ello conlleva de relajación por parte de los alumnos.
El pasado nueve de enero falleció en Bogotá Manuel Elkin Patarroyo. La noticia me saltó esa misma tarde y cuando llegó la hora de los noticiarios, encendí la televisión con la seguridad de que darían cuenta del suceso y así poder conocer más detalle del luctuoso acontecimiento. Para mi sorpresa, ni ese día ni en los siguientes se dio cuenta alguna del hecho; tan solo, si acaso, algún breve apunte en los diarios digitales.
Nadie escapa al delirio educativo, ni tan siquiera la administración, la normativa, la inspección, los equipos directivos y otros elementos del mundo de la enseñanza. Y podemos comprobarlo haciendo balance haciendo un balance de las publicadas en los últimos cincuenta años, más o menos:
En los currículos actuales, establecidos por la ley educativa que ahora rige, encontramos conceptos nuevos, o no tan nuevos, como el de “competencia”, en sus dos vertientes actuales: una en que se apellida “clave” y otra, “específica”, pero ambas incluyen un mismo denominador común en su definición: son desempeños que el alumno ha de saber demostrar mediante conocimientos, destrezas y actitudes, términos que se aglutinan bajo la locución “saberes básicos”.
De acuerdo con los datos que nos llegaron hace unos meses a través de los medios, podemos conocer que, en términos generales, y para el conjunto de la OCDE, los resultados que, periódicamente, presentan las pruebas PISA no son buenos y, por lo que respecta a los divulgados de la prueba de 2022 se observan importantes descensos en sus resultados.
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