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Juan Antonio Freije Gayo
Profesor de Geografía e Historia en un instituto Oviedo (jubilación en septiembre de 2023). Le preocupa, sobre todo, el asunto de la libertad individual, que considera menguante en nuestros tiempos, y sobre eso reflexiona y escribe. Ha publicado algunos libros relacionados con su labor docente, que se pueden encontrar en Amazón: Síntesis de Historia Contemporánea de España (formato Kindle) o Apuntes de Historia de España (kindle y papel). Y algún otro libro más personal, como Glosas para la libertad (kindle y papel), entre otros. |
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Inventamos a nuestros enemigos cuando procede, que suele ser casi siempre, tal vez porque ideamos asimismo todo lo referido a nuestras vidas. Ocurre ello a escala individual y subjetiva, pero también a escala colectiva, sea en el nivel familiar, grupal, tribal o político.
No tiene mala fama el hábito de actuar o pensar con parcialidad en los últimos tiempos. Se exhibe incluso, y se ejecuta, sin menoscabo de la autoestima y sin perder un ápice de prestigio. Los que venimos de otros tiempos, en los que la imparcialidad era virtud de cualquiera y finalidad de todo funcionario, nos sentimos extrañados.
Estamos muy centrados últimamente en las guerras comerciales. No son baladíes, sino sustancia esencial y constitutiva de la realidad geopolítica. La supremacía tecnológica es la antesala de cualquier otra supremacía, resumido ello en lo que se denomina, o al menos se denominaba, hegemonía.
Transcurren días de confusión, o así me lo parece, inmerso en la actual vorágine de dichos y hechos en la que se percibe, aunque pueda parecer lo contrario, un predominio del olvido sobre la memoria, pues se superponen pequeños y grandes olvidos (la magnitud, en cada caso, queda a cargo de cada cual). Pienso, en relación con ello, acerca de lo esencial y de lo accesorio. No es fácil discernir entre uno y otro.
Huyendo del frío, y sin entrar, como canta Sabina, en las rebajas de enero, ronda uno las calles entre cientos de rostros que asimismo vagan por la ciudad, hombres o mujeres, seres singulares, pues en la calle no existen los colectivos, solo las personas concretas.
Transitamos jornadas de absurdo y desasosiego, camino del corazón del invierno en un contexto político y social que no se sospechaba. Se advierte, “in crescendo”, el retroceso del raciocinio y de la lógica, más allá de los cuales solo anidan la nada y el vacío. Sin entrar en consideraciones filosóficas, y ciñéndonos al román paladino, se percibe una creciente sensación de absurdo, considerado por Albert Camus como integrante fundamental de nuestra condición humana.
Se suele afirmar que la realidad supera a la ficción, aunque no queda claro a qué se refiere dicha aserción, pues la ficción suele inspirarse en la realidad, por aquello del Arte imitando a la Naturaleza. Lo que sí parece es que tendemos a preferir la ficción, cuyos contornos se nos ofrecen siempre definidos y cuyo desarrollo atesora una lógica interna expresada en forma de relato, de diálogo o de variadas formas audiovisuales.
En los inicios del nuevo año, camino de la Epifanía, emprendo una relectura de Karel Capek, padre de la palabra “Robot” en su obra “R.U.R”, designando así, ya en 1920, hace más de cien años, mediante el acrónimo del título, a las máquinas humanoides por él ideadas, mucho antes de que acuñásemos el sintagma Inteligencia Artificial o de que a nadie se le ocurriese hablar de transhumanismo.
Es propio de estas fechas hacer balance del año. Pero, entreviendo conclusiones poco gratas, opto por emprender una cavilación breve y escrita sobre la noción, más genérica, de cambio o transformación, ese “leitmotiv” recurrente del progresismo contemporáneo cuando medimos cualquier mutación en términos de avance social.
Afrontando las navidades, fiestas intemporales que van más allá, desde el punto de vista religioso y cultural, de su actual avatar cristiano, vuelvo, mucho tiempo después, a las cuevas del Castillo, en Cantabria; allí, inmortalizadas en las paredes cavernarias, me encuentro de nuevo con aquellas manos que otros humanos inmortalizaron hace decenas de miles de años.
Esgrimen con cierta frecuencia, en el mundo empresarial anglosajón, la denominada “falacia del experto”. Se produce “cuando confiamos en la opinión de un experto sobre cuestiones que van más allá de su experiencia”, pues los expertos “suelen confiar demasiado en sus propios conocimientos, especialmente en los canales de noticias de la televisión, (…) porque les pagan para que parezcan seguros”.
Se han ido encendiendo las luces navideñas de las ciudades, estandarte luminoso del período festivo en ciernes, tradición cultural entrañable para unos, celebración religiosa para otros, y que ha encontrado, en los últimos tiempos, un hito inaugural a través de ceremonias, laicas y consistoriales, que aplauden el encendido con un frenesí colectivo y jocoso, y en un contexto de competitividad relativa a la cantidad de watios emitidos.
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