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Soy de la opinión de que los andaluces hemos heredado mucho del sentido filosófico de nuestro antepasado Lucio Anneo Séneca. Acostumbrarnos a emitir sentencias determinantes sin apenas darles importancia. En un espacio televisivo reciente tuve la oportunidad de escuchar a una cantante, muy valorada por mí, una de ellas.
La primicia me llegó a través de “la linterna” de la COPE. Después la pude ampliar a través de diversas publicaciones que recogían el suceso. Se refería a la eficacia de “las cunas de por vida”, una institución establecida en la ciudad de Bérgamo (Italia).
A lo largo de estos días ha sido un bombazo en todos los telediarios la información que recoge la presunta estafa de un periodista a sus compañeros de trabajo. Parece ser que el comentarista-estafador implicado en el tema, esgrimía una enfermedad terminal que precisaba el desembolso de grandes cantidades de dinero para subvencionar su carísimo tratamiento.
Los que somos mayores hemos asistido con agrado a la evolución que ha experimentado la sanidad pública a lo largo de los años. De aquellos vetustos hospitales de habitaciones corridas y casas de socorro con escasos medios, hemos pasado a auténticas ciudades hospitalarias y espaciosos centros de salud.
Parece ser que el primer ministro inglés Disraeli –que conocía bastante bien el tema- decía que hay tres tipos de mentiras: mentiras pequeñas, mentiras grandes y encuestas. No se si llevaba razón, pero a mí, personalmente, me parece que no andaba muy equivocado.
Una noticia que es intemporal y universal. Una noticia que cambió para siempre el curso de la historia y que, pese a los vaivenes de la vida y la inoperancia de muchos de sus transmisores, sigue llegando tan fresca y esperanzadora como el primer día. Llevo transmitiendo buenas noticias desde hace una veintena de años. Echando un vistazo a mi archivo descubro que cada Domingo de Resurrección acabo diciendo lo mismo.
Los niños de los cincuenta esperábamos con ilusión el Domingo de Ramos. Siempre estrenábamos algo. Vivíamos una posguerra plena de carencias de todo tipo. Vestíamos con dignidad y comíamos lo suficiente. Pero desconocíamos la inmensidad de privilegios con que cuentan las generaciones actuales.
Cuando parece que tu capacidad de asombro está agotada, cuando te crees que ya has visto cuanto de interesante hay a tu alrededor, de pronto te encuentras con actos y actitudes que te hacen continuar depositando tus esperanzas en las personas que te rodean.
Precisamente hoy, día en que celebramos el Día del Padre, una fiesta instituida por la iglesia católica en recuerdo de San José, padre de Jesús de Nazaret, se ha planteado la conveniencia de seguir homenajeando a los padres en este día o en sustituirlo por el “día de la persona especial”.
Basta con acercarse a los titulares de un telediario para sentirse agobiado por la cantidad de determinaciones de todo tipo que intentan regular nuestra vida, nuestro pasado, nuestro presente y, desgraciadamente, nuestro futuro. A través de decretos, insinuaciones, recomendaciones e, incluso, sanciones, te dicen en qué tienes que creer, cómo te has de comportar.
A lo largo de mi vida he sido una especie de depredador literario. Desde mi más tierna infancia me he leído hasta los prospectos de las medicinas. Todo se inició durante una enfermedad infantil que sufrí cuando apenas tenía ocho años. La obligatoria permanencia en cama se me hizo más corta porque mis padres me proporcionaron unos pequeños libritos editados bajo el nombre de “pulga”. Bendita circunstancia.
Desde el campo de la biología se define la vida como la capacidad de nacer, respirar, desarrollarse, procrear, evolucionar y morir. Cuando se ve desde fuera podemos considerarlo como un espectáculo impresionante. Pero cuando participas de alguna forma de su nacimiento, el hecho se convierte en una vivencia maravillosa e inimitable.
De una manera muy simple podemos determinar que el denominado tercer sector recoge las prestaciones que no pertenecen al sector privado, dirigido a conseguir beneficios económicos para sus propietarios o accionistas, ni tampoco al sector público, en el que están todos los organismos que dependen del Estado.
El ser humano siempre ha pretendido ser una especie de dios. Sus aspiraciones pasan por manejar a su antojo el nacimiento, el desarrollo, la vida adulta y la muerte de sus semejantes. Los que tienen el poder político también se afanan en imponer a la sociedad la forma de nacer, vivir, reproducirse o morir a su antojo.
El dichoso COVID, que se coló en nuestras vidas y en nuestros pulmones hace ahora tres años, nos obligó a aceptar la dichosa mascarilla quirúrgica en todo el mundo, hasta el punto que esta se llegó a transformar en un objeto imprescindible que hasta llegó a crear una moda y un diseño adaptado a diversas situaciones.
En mi modesta opinión ambas definiciones están bastante relacionadas. Se habla de zona de confort como la permanencia en un estado psicológico en la que la persona se siente segura. La calidad de vida se evalúa basándose en diversos estados personales que podemos sintetizar como bienestar físico, material, social o emocional.
A los buscadores de buenas noticias nos gusta más hurgar en la vida de personas concretas que comentar hechos indeterminados fruto de trabajos colectivos. Es decir, nos gusta poner cara a los generadores de situaciones positivas. Hoy me quiero referir a una persona que lleva muchos años en Málaga formando a riadas de muchachas así como transmitiendo buen hacer desde sus dedicaciones profesionales y de voluntariado.
Parece ser que se han olvidado las recomendaciones que recibíamos en nuestra infancia y adolescencia, en las que se nos invitaba al destierro del uso de lo que se denominaba como “palabras malsonantes” de nuestro vocabulario habitual.
No pasamos precisamente por los tiempos en que los reyes de todo tipo gocen de buena prensa. El pueblo en general ya se fía bastante menos de la realeza, dado el ejemplo que algunos nos dan. Incluyendo a los cuatro reyes de las barajas de Fournier.
Para un recopilador de buenas noticias la temática para esta buena noticia de hoyse podía centrar en la celebración del aniversario del nacimiento de Jesús de Nazaret. El inicio de la historia más grande jamás contada. Pero han llegado a mis manos unos comentarios a propósito de la Navidad vertidos por el Papa Francisco en uno de sus discursos recientes.
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