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Con cierto temblor me apresté esta mañana temprano a acercarme a mi colegio electoral junto a mi esposa. Me sorprendieron favorablemente las largas colas que se estaban formando antes de las diez de la mañana. Si algún político se maliciaba el aumento de la abstención, me da la impresión de que se ha equivocado de medio a medio.
Este humilde recolector de buenas noticias de vez en cuando percibe la sensación de haber optado por el camino correcto en multitud de ocasiones. Diversos compañeros míos en las etapas de formación o en el desempeño de las actividades profesionales, han alcanzado cotas más altas que yo en todos los campos. Tienen mucho más poder, dinero o prestigio que un servidor.
Al paraíso donde disfruto el verano, llegan los modos y las modas con cierto retraso. La costa oriental de Málaga sigue anclada en el pasado en muchos aspectos. Les pasa como a algunos políticos montaraces que siguen aferrados a sus “rojeríos” o “facheríos” como si estuviésemos a mediados del siglo XX.” Las puñeteras dos Españas.
Existe gran diferencia entre aquel lejano periodo, en el que las familias pudientes se desplazaban a las playas y zonas de veraneo a fin de pasar los calores estivales, y las actuales vacaciones que duran un par de semanas, como mínimo, y a las que tienen acceso el común de los mortales.
A lo largo de mi ya extensa vida he podido disfrutar de todas las clases de viajes en tren. Mis recuerdos comienzan con aquellos periplos desde mi Jaén natal a la tierra de mi madre Málaga, para disfrutar de unos maravillosos veranos a la orilla del mar.
Da la impresión de que los gobiernos ribereños implicados, permanecen indiferentes ante los sucesivos naufragios de barcos repletos de inmigrantes, que dejan una triste estela de ahogados y desaparecidos. El último drama al que, al parecer, hemos asistido imperturbables, ha sido el naufragio de un barco en el mar Jónico cercano a las costas de Grecia.
Aquello de que “hay tres jueves en el año…”, se ha visto relegado a un domingo por necesidades del calendario laboral. Esta fiesta viene marcada por la comun-unión de los cristianos, que encuentra su sentido final en la celebración del día de la caridad. Creo que coincidiremos en reconocer que Cáritas es todo un ejemplo de bien hacer en la práctica del servicio a los demás.
En aquella reflexión amenazaba con la pronta puesta en marcha de otras elecciones. Pero una vez más, la realidad ha superado las expectativas. Hete aquí que sin consultar con nadie y a calzón quitado, el presidente de nuestro país nos ha metido en otro follón que nos va a tener liados durante casi dos meses.
A lo largo de los últimos meses nos hemos visto rodeados por los mensajes de los diversos partidos políticos prometiéndonos “el oro y el moro” (ojo, esta es una expresión popular nacida de un suceso del siglo XV acontecido en Ronda. Vaya a ser que me tachen de racista. Aunque en Melilla parece ser –presuntamente- que ambos conceptos están bastante relacionados).
En la edición del reality de la primera de TVE que se está emitiendo en esta temporada, hemos podido presenciar la participación de un concursante insólito. Se trata de Fray Marcos, un dominico venezolano que viene avalado por una sólida formación intelectual, licenciado en teología, filosofía y comunicación social, que ha podido mostrar el talante y el talento de un religioso moderno.
Soy de la opinión de que los andaluces hemos heredado mucho del sentido filosófico de nuestro antepasado Lucio Anneo Séneca. Acostumbrarnos a emitir sentencias determinantes sin apenas darles importancia. En un espacio televisivo reciente tuve la oportunidad de escuchar a una cantante, muy valorada por mí, una de ellas.
La primicia me llegó a través de “la linterna” de la COPE. Después la pude ampliar a través de diversas publicaciones que recogían el suceso. Se refería a la eficacia de “las cunas de por vida”, una institución establecida en la ciudad de Bérgamo (Italia).
A lo largo de estos días ha sido un bombazo en todos los telediarios la información que recoge la presunta estafa de un periodista a sus compañeros de trabajo. Parece ser que el comentarista-estafador implicado en el tema, esgrimía una enfermedad terminal que precisaba el desembolso de grandes cantidades de dinero para subvencionar su carísimo tratamiento.
Los que somos mayores hemos asistido con agrado a la evolución que ha experimentado la sanidad pública a lo largo de los años. De aquellos vetustos hospitales de habitaciones corridas y casas de socorro con escasos medios, hemos pasado a auténticas ciudades hospitalarias y espaciosos centros de salud.
Parece ser que el primer ministro inglés Disraeli –que conocía bastante bien el tema- decía que hay tres tipos de mentiras: mentiras pequeñas, mentiras grandes y encuestas. No se si llevaba razón, pero a mí, personalmente, me parece que no andaba muy equivocado.
Una noticia que es intemporal y universal. Una noticia que cambió para siempre el curso de la historia y que, pese a los vaivenes de la vida y la inoperancia de muchos de sus transmisores, sigue llegando tan fresca y esperanzadora como el primer día. Llevo transmitiendo buenas noticias desde hace una veintena de años. Echando un vistazo a mi archivo descubro que cada Domingo de Resurrección acabo diciendo lo mismo.
Los niños de los cincuenta esperábamos con ilusión el Domingo de Ramos. Siempre estrenábamos algo. Vivíamos una posguerra plena de carencias de todo tipo. Vestíamos con dignidad y comíamos lo suficiente. Pero desconocíamos la inmensidad de privilegios con que cuentan las generaciones actuales.
Cuando parece que tu capacidad de asombro está agotada, cuando te crees que ya has visto cuanto de interesante hay a tu alrededor, de pronto te encuentras con actos y actitudes que te hacen continuar depositando tus esperanzas en las personas que te rodean.
Precisamente hoy, día en que celebramos el Día del Padre, una fiesta instituida por la iglesia católica en recuerdo de San José, padre de Jesús de Nazaret, se ha planteado la conveniencia de seguir homenajeando a los padres en este día o en sustituirlo por el “día de la persona especial”.
Basta con acercarse a los titulares de un telediario para sentirse agobiado por la cantidad de determinaciones de todo tipo que intentan regular nuestra vida, nuestro pasado, nuestro presente y, desgraciadamente, nuestro futuro. A través de decretos, insinuaciones, recomendaciones e, incluso, sanciones, te dicen en qué tienes que creer, cómo te has de comportar.
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