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El movimiento de recuperación de las principales bolsas mundiales, iniciado en octubre del año pasado, puede estar ahora enfrentando un momento clave. Mientras vemos que, desde esos mínimos y en el caso del Nasdaq el alza es superior al 33% en lo que supone recuperar la mitad de lo perdido en 2022, nos encontramos ahora ante verdaderos muros de granito si utilizamos referencias técnicas.
El precio de los derechos de emisión de carbono europeos ha caído con las materias primas en los últimos meses y ahora está por debajo de los simbólicos 100 euros/tonelada de CO2 alcanzados por primera vez en el primer trimestre. La producción industrial europea ha resistido, pero sigue debilitándose.
Seguimos bajo la narrativa donde la renta variable ignora los riesgos de una recesión y se acopla a la idea de que, ante esa contracción económica, se lograrían frenar los problemas de reducción de productividad, de la inflación y de nuevas alzas de tipos resultantes de la política monetaria agresiva de la Fed.
Las recientes sacudidas del sector bancario demuestran que los esfuerzos de los bancos centrales por contener la inflación están teniendo un efecto cada vez mayor, y es probable que se produzcan consecuencias económicas más amplias.
Los precios del gas natural a ambos lados del Atlántico han seguido cayendo en picado y esto ha sido un factor macroeconómico positivo clave, ya que ha impulsado una menor inflación y unas previsiones de actividad económica más sólidas. Pero ha sido doloroso para los inversores en materias primas.
Los movimientos que han registrado los mercados de renta fija son de una magnitud histórica. El bono a dos años de EEUU pasó del 5 % el pasado 8 de marzo al 3,9 % una semana más tarde. Los motivos son evidentes: tras la estela de la reciente quiebra de tres bancos regionales estadounidenses (vinculados a las start-ups californianas o a las criptomonedas), los inversores dudan de la salud de otros bancos en dificultades.
“El Banco Central Europeo (BCE) elevó el tipo de interés de su facilidad de depósito otros 50 puntos básicos (pb), hasta el 3%, en la reunión de marzo, con lo que su tipo de interés oficial se adentró aún más en territorio restrictivo. No obstante, calificaríamos el resultado de poco agresivo (dovish) porque el BCE optó por un enfoque de ir reunión a reunión, haciendo hincapié en la dependencia de los datos.
Ha pasado un año desde la invasión rusa y la situación no parece haber mejorado. De hecho, no parece haber atisbos de paz sobre la mesa de negociaciones. Económicamente, Rusia ha pagado cara su jugada, con su economía en recesión técnica (dos trimestres consecutivos de contracción) y su crecimiento anual reduciéndose un 3,7% en la lectura final del tercer trimestre de 2022.
El consenso sobre una recesión en Europa ha desaparecido, y entre las razones se encuentra la bajada de los precios de la energía, la reapertura más rápida de lo previsto de China, la resistencia del sector privado y la modesta relajación de las condiciones financieras mundiales. Según estos factores, es posible que la economía mundial registre un crecimiento tendencial en la primera parte del año y que la recesión en el mundo occidental se retrase hasta finales de año.
El índice Stoxx 600 de Europa se encuentra a un 5% de su máximo histórico y es la región con mejores resultados este año. Algunos valores, como el FTSE 100 británico y el OMX 20 danés, ya han alcanzado máximos históricos. Uno de los principales motores es el sorprendente comportamiento de los beneficios.
2023 ha comenzado con una nota positiva tras un duro 2022. La caída simultánea de la renta variable y de la renta fija en el mismo ejercicio, ha sido un hecho poco frecuente en los últimos cien años, y casi siempre ha ido seguido de un año positivo para ambas clases de activos. Las expectativas de rentabilidad a más largo plazo también han empezado a aumentar de nuevo para muchas clases de activos con la subida de los tipos de interés.
Este repunte de los denominados valores "basura" se ha visto impulsado por el descenso de los rendimientos de los bonos estadounidenses y la cobertura de posiciones cortas por parte de los inversores, y se produce en un contexto de depresión de los valores tecnológicos tras la caída de 2022.
No hay forma agradable de decirlo: 2022 fue un año miserable para el Crédito. No sólo hubo cambios fundamentales en el mercado, sino que comenzó una guerra en Europa. ¿Cómo se presenta el mercado este año y qué debería hacer un inversor en Crédito?
Los datos de inflación en España se sitúan en el 5,8% y de inflación subyacente en el 7,5%, lo que significa volver a experimentar crecimientos y ser conscientes de que la lucha contra la inflación está lejos de haberse terminado o de estar cerca de un punto donde parezca que se está reaccionado de forma positiva a la subida de tipos.
Tanto la Fed como el BCE han señalado que aún no han terminado su lucha contra la inflación y que seguirán subiendo los tipos en las próximas reuniones. El último gráfico de puntos de la Fed mostraba una tasa máxima del 5,1% en 2023, lo que parece un caso base razonable. Por su parte, el BCE sugirió que podría situar su tasa de depósito por encima del 3%.
El PIB intertrimestral de España sube hasta el 1,5%, por encima de lo adelantado, y el interanual queda en el 6,8%, también varias décimas por encima de lo previsto. El consumo familiar sigue siendo positivo, aunque ya puede verse que, hacia los trimestres siguientes de 2022, ese consumo va a pasar a terreno negativo, según nuestra previsión.
Me llamaba la atención esta semana, un estudio que mostraba en el caso europeo que el Banco Central vía política monetaria, podría tener muy poco impacto en la inflación. Según esos datos, sólo un 20% del aumento del total IPC venía del lado de la demanda agregada. La energía y los problemas del lado de la oferta eran los mayores contribuyentes al mismo. Del lado de Estados Unidos, observamos ciertas diferencias y menor importancia de la energía.
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