| ||||||||||||||||||||||
La globalización conlleva cambios políticos a nivel mundial, caminando hacia la unificación de las acciones de gobierno, sobre la base de un credo político que mira por los intereses del mercado y contempla al ciudadano de los respectivos Estados como un bien mercantil a proteger, dada su condición de consumidor.
Somos pura contradicción. Nos hemos globalizado, pero aún no tenemos un propósito de enmienda, ni mucho menos un proyecto para todos. Hace falta otro espíritu más cooperante, que siembre confianza y suscite el entusiasmo, activando espacios más seguros y acogedores, que defiendan cuando menos el derecho a una vida decente.
Los seres humanos hemos estado en constante movimiento a lo largo de nuestra historia, desde que los primeros Homo Sapiens empezaron a salir de África. Hoy, el tres por ciento de la población mundial – al menos 258 millones de personas – viven fuera de su país de origen.
En algunos países la inflación ya se está aposentando y en otros la deflación ya ocupado su lugar como “okupa” no deseado. De hecho, las bolsas de medio mundo no lo afirman, lo proclaman y lo gritan con sus caídas constantes. ¿Acaso no hemos asumido que para cambiar es preciso destruir?
El sueño de una Europa unida, fuerte y democrática se está paralizando. Los nacionalismos sin sentido histórico están metastizando Europa, impregnando toda ella de egoísmos medioevos y oscurantismos fanáticos. Los socialismos de la democracia se van difuminando, convirtiéndose en “murgas venecianas” de caretas tapaderas, sin sentido social.
Un día una pandemia viral se extendió por todo el orbe, algo impredecible que se escapaba a la miope visión que únicamente podían esbozar los ojos ante hechos que se escapaban de los parámetros conocidos e inevitablemente, la sociedad recurrió al “efecto mariposa” para intentar explicar la vertiginosa conjunción de fuerzas centrípetas y centrífugas que iban configurando el puzzle inconexo del caos ordenado que se estaba gestando.
Los hábitos de la alerta y de la sensatez tienen que gobernar nuestras vidas. No podemos distraernos ante las monumentales posibilidades de acción en un mundo globalizado. Algunas nos reconstruyen, pero otras nos derriban. Es cierto que somos una generación de enormes conocimientos, pero también necesitamos una sana capacidad de raciocinio y de sentido común, para poder tomar la orientación debida.
Hace ya bastante tiempo que las guerras han dejado de ser la “fórmula” de conseguir los objetivos. Las guerras, siempre y hoy día más, se han convertido en uno de los “sistemas” mejor considerados para equilibrar economías. Los enfrentamientos llevan tras de sí la humillación, el rencor, la envidia, el odio y la división. Nunca se entendieron bien las banderas de los triunfadores con los derrotados y posteriormente humillados.
A medida que los desarrollos técnicos avanzan, nos encontramos cada vez más conectados con todos los países del mundo, lo cual genera un gran enriquecimiento personal y profesional para los habitantes del mundo en el siglo XXI. Lo que sucede en un país puede saberse a los pocos segundos en todos los extremos del planeta, al igual que el turismo sigue siendo una de las actividades económicas más importantes para muchos países.
Indudablemente, la oportunidad de cuidar el horizonte que nos abraza, requiere de otros modos y maneras de convivir. Pensamos que el dinero lo resuelve todo y realmente es la moral la que nos hace fuertes. Andamos viciados y débiles, porque hemos caído en la soberbia, en la ingratitud y en la envidia. No podíamos caer más bajo.
La bandera arco iris está presente estos días hasta el empacho a pesar de ser una pura contradicción. Ignoro si han salido las zafias mojigangas en la que algunos individuos dan rienda suelta a sus más bajos instintos.
Detrás de lo visto e intuido se proyectan infinidad de movimientos a través de dimensiones insospechadas; su incidencia en las vidas particulares se adentra en el abismo sin fondo de lo desconocido, apenas detectamos minúsculas señales.
Pruebe usted a salir a la calle (compartir, pasear, trabajar, comprar, respirar, crecer, vivir) con la conciencia crítica en estado de alerta permanente y vea, también a sí misma, lo que sucede a su alrededor: gentes anónimas que van y vienen, entran y salen, miran y son miradas. Presonas en calidad de sujetos y objetos que se relacionan desde la escala jerárquica superior/inferior, sea aquella de índole o ámbito laboral, social o académico.
A punto de entrar en el problemático campo de una economía maltrecha oigo hablar de renta básica universal y me quedo espantado de la barbaridad que algunos social-comunistas quieren implantar.
Hermanos: hay que ver cómo juegan con nuestras cabezas los mandamases de este mundo. Ahora se ha inventado un término que es incongruente y contradictorio en sí mismo. Pero tiene una carga ideológica muy profunda: la Nueva Normalidad.
El hermanamiento entre mundos diversos es algo esencial, pues únicamente trabajando unidos es cómo podemos subsistir y avanzar. De ahí, que el respeto y la consideración hacia todo ser vivo, deba incluirse en todos los planes educativos.
Y muchas de esas personas mayores fueron lectores que han perdido la vida en residencias bastante alejadas de sus obligaciones de cuidar como es debido a quienes pagaban de sus ahorros los servicios para mitigar el peso de los años.
Muchas buenas gentes piensan que cuando lo más duro de la pandemia pase el mundo entrará en una fase irreversible de amor, solidaridad, armonía y coherencia. Está siendo tanto el dolor que confunden su generosidad con la creencia en la bondad infinita y natural del ser humano. Su postura moral extrema puede ser instrumentalizada con cierta facilidad por líderes y discursos provenientes del arco conservador o fascista.
El gobierno ha anunciado que pronto volveremos a una normalidad nueva lo que me alarma bastante. Volver a la normalidad, para mí, es volver a la forma de vida que teníamos antes de que se declarara la pandemia, pero si la salida de la pandemia es entrar en algo distinto, alguien ha tenido que decidir que ello sea así y lo ha decidido sin explicarlo, sin consultarnos.
Ciertamente, el marxismo como teoría filosófica supuso un cambio sustancial en las teorías políticas del siglo XIX e impulsó una serie de cambios sociales que transformaron el modo de entender la realidad y las relaciones laborales.
|