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Era de esperar, conociendo el paño de quienes están al frente del gobierno de la nación. Pero, así y todo, no podemos evitar, una vez más, el sentir el rechazo más profundo hacia este tipo de política del gobierno socio-comunista, dirigido por Pedro Sánchez que, como ha venido demostrando a lo largo del tiempo que lleva al frente del país, es incapaz de rectificar sus errores, de admitir sus responsabilidades, de escuchar a la oposición y de aceptar la derrota.
Pocas veces, los que opinamos sobre política, nos alegramos de habernos equivocado, pero les puedo afirmar, de todo corazón, que estoy encantado de haber dudadodel potencial en votos que ha sido capaz de movilizar el señor Moreno Bonilla; hasta el punto de lograr la gran victoria que ha conseguido en los comicios de Andalucía.
No acabamos de entender lo que está sucediendo con los partidos políticos de este país y, si pensábamos que el problema sólo era de tener que bregar con una izquierda radical que amenaza con acabar con España y su democracia, ahora vemos que tampoco otras formaciones conservadoras se libran de caer en situaciones que, al menos, a muchos nos parecen grotescas y contradictorias con lo que ha venido siendo la política de derechas de la formación de Fraga Iribarne.
Por desgracia algunos pronósticos fáciles de hacer, se cumplen. No porque los que los hacen sean superdotados o tengan ciencia infusa, sencillamente porque la naturaleza humana tiene sus reglas, sus modelos, sus costumbres tribales y por encima de todo un egoísmo acomodaticio que puede con cualquier otro sentimientos caritativo, solidario, razonable o, incluso, en el caso que nos ocupa, relativo a la supervivencia de la propia UE.
Todos hemos conocido aquel niño rebelde, caprichoso y mal educado que constantemente está pidiendo cosas a sus padres y nunca está satisfecho con lo quele dan. En este país en el que vivimos somos muy proclives a dejarnos llevar por las rabietas, el victimismo, la insatisfacción y la tendencia a querer que todo se haga a nuestro gusto, sin tener en cuenta que es preciso, en muchas ocasiones, para obtener algo que nos satisfaga hacer concesiones.
Se dice que cuando un toro es más peligroso es cuando se siente acorralado. No sabemos si esta circunstancia se puede aplicar igualmente en el caso de un político que está viendo que su suelo electoral se está desplomando y que, cada día que pasa, su situación el frente de la nación se hace más inestable.
Verán, si a los ciudadanos españoles nos preguntaran quién nos inspira mayor confianza en materia económica, si la vicepresidenta, señora Calviño, o la gobernadora del BCE, señora Christine Lagarde, en atención a sus currículos y a la vista de sus respectivas actuaciones en sus empleos actuales, me temo que la señora Lagarde saldría vencedora por goleada.
Contrariamente a lo que pensaban la mayoría de los españoles, la transición en España no tuvo de protagonista al partido comunista español, el que parecía más fincado entre la clase obrera y el que, a través de CC.OO, estuvo causando más problemas al empresariado, durante los últimos años del gobierno del general Franco; sino que fueron los socialistas del congreso de Suresmes, con Felipe González al frente, los que tomaron la bandera de la izquierda española.
Estamos entrando en la campaña electoral de la comunidad andaluza y las cosas no pintan bien para los socialistas y, en general, para las izquierdas de esta nación. Hay quien se atreve a pronosticar que, en Andalucía, poner los cimientos de lo que pueden ser los resultados de las elecciones legislativas que tendrán lugar, en poco más de un año, y que van a decidir el destino de España o del lo que quede aún de ella, y será el anticipo de lo que decidirán las legislativas.
Es cierto que los separatistas catalanes cuentan con el apoyo incondicional del señor Pedro Sánchez, presidente del gobierno, pero la duración en el cargo que ostenta este señor tiene fecha de caducidad, unos meses más o menos, pero lo que es cierto es que existen muchas posibilidades de que, en los próximos comicios, tenga que ceder el bastón de mando a otras formaciones políticas que no van a transigir al chantaje continuo de los separatistas catalanes y vascos.
Uno podría pensar que estamos en un país en el que rigiera aquella famosa y arcaica lengua estrafalaria e incomprensible conocida como de Babel, de la que nos habla la Biblia. En efecto, cada una de las tendencias políticas, tan numerosas en nuestra nación, parece empeñada en no entender lo que dicen las otras y que todos, al unísono, se expresan en un idioma incomprensible para el resto.
Cuando se entra en una espiral de descalificaciones masivas, de insultos personales o de intentos de vender como éxitos lo que no han sido sino fracasos y falta de entendimiento entre los que hasta ahora vienen siendo colaboradores, miembros y gestores de un gobierno de coalición, como es el caso del que tenemos en estos momentos en España, seguramente podríamos decir que se está en vísperas de que se produzca un colapso en lo que podríamos calificar de poder.
Este gobierno, que seguimos padeciendo, se caracteriza por la serie de chapuzas que vienen jalonando las diversas etapas por las que viene discurriendo. Cuando el TSJC, dentro de la legalidad y de la más estricta ortodoxia jurídica, decide que, en Cataluña, tanto su gobierno como las escuelas de toda la comunidad deben de ajustarse, como en cualquier otra parte del territorio nacional, a lo que queda diáfanamente explicitado en el artículo 3 de la Constitución Española.
Seguimos viviendo en un mundo imaginario en el que nada resulta importante y todo sigue una rutina que nos viene ocultando lo que se está cociendo, por debajo de esta aparente normalidad. No está, ciertamente, Europa en sus mejores momentos y algunos ya empezamos a pensar que aquella unidad férrea que mostrábamosentre todas las naciones europeas, a la iniciación de la guerra de Ucrania, empieza a tener sus primeros fallos.
Nos hemos encontrado con un editorial de director de La Vanguardia, señor Jordi Juan, conocido por sus simpatías hacia el separatismo, la defensa del gobierno del señor Sánchez, no porque sea el mejor, el más adecuado o, simplemente el que mejor gestiona una situación complicada, sino porque sabe que cualquier gobierno de la derecha impediría el avance de las aspiraciones independentistas que él defiende.
Por mucho que nos pudiéramos imaginar que era capaz de hacer, si se le permitía, esa ministra de Igualdad, un ministerio, como muchos de los otros, creado ad hoc para ella y para satisfacer las ansias de poder de los comunistas de Podemos, una señora, Irene Montero, de estas comunistas resabiadas e intransigentes que, a lo que pudiéramos calificar de pobreza intelectual, viene añadiendo una falta absoluta de sentimientos humanitarios.
Tenemos la desagradable sensación de que Europa está perdiendo la iniciativa en el caso de la invasión rusa de Ucrania. Demasiadas discrepancias, una evidente falta de previsión en cuanto a los efectos más directos de este enfrentamiento con los rusos, por lo que respecta a la dependencia, de una parte importante de la UE, del gas y el petróleo que vienen de la nación rusa.
Un gobierno de una nación tiene la obligación de mantener el cumplimiento de sus leyes, atacar cualquier forma de insurrección, defender a sus ciudadanos y sus derechos constitucionales, castigar a los culpables de delinquir y dar seguridad al pueblo de que el Estado de derecho se mantendrá en todos sus términos, para garantizar la supervivencia y unidad de la nación frente a posibles ataques de aquellos que intenten agredirla o perturbarla.
Puede resultar incómodo, insólito y tremendamente confuso para un católico poco practicante o, mejor dicho, con muchas dudas existenciales -que no sé si es exactamente lo mismo- el hecho de que la máxima autoridad de la iglesia católica, su pastor y dirigente, pueda, en determinadas ocasiones tener alguna salida que choca, se destaca o da la sensación de que la locomotora que dirige esta gran sociedad religiosa, con más de 2000 años de antigüedad, se haya salido de las vías.
Cada vez que pretendemos acercarnos a la gran política, aquella que de verdad tiene que ver con la democracia con mayúsculas, nos alejamos más de estas seudo versiones que, desde los distintos puntos de la política de izquierdas, de la falsa y destructiva interpretación de lo que debe ser un Estado de derecho, de los predicamentos de quienes se alimentan de rencores, viven para la venganza y se expresan como oráculos de las libertades.
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