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Durero fue quien, en sus magníficos grabados, dejó representado lo que, en la Biblia, se profetizaba sobre lo que sería el fin del mundo y los acontecimientos que lo iban a preceder. Los cuatro caballos citados en ella tenían un color distinto y sus jinetes representaban los terribles sucesos que tendrían lugar en aquel catastrófico final.
Recuerdo con verdadero placer aquellas lecturas de mi juventud en las que devoraba cualquier cosa que se me pusiera delante, sin fijarme demasiado en las enseñanzas que pudiera sacar de ello, buscando el entretenimiento, el disfrute y especialmente un contenido que fuera capaz de abstraerme de cualquier otra cosa que no fuera el desenlace del relato en el que estaba enfrascado.
Hay personajes, personajillos y aprovechados que tienen sus momentos de gloria, pero que luego dejan de ser útiles y tienen que resignarse a seguir vegetando desde otros ámbitos menos lucidos, en lugares de acogida donde se les da un sitio para que puedan ganarse la vida ¡siguiendo en su tarea de coje pelotas de aquellos políticos a las órdenes de quienes sirvieron!
Todo estaba calculado al milímetro, el escenario perfectamente dispuesto y el trabajo de los tramoyistas, incluidos figurones y palmeros, estudiado hasta el más mínimo detalle. No en vano se trataba de poner en solfa lo que, para el señor Pedro Sánchez, constituía su respuesta al gran fracaso socialista de la comunidad andaluza.
Los que hemos nacido en una isla sabemos que existen diferentes formas de ahogarse en el mar. Uno puede hacerlo si es arrastrado por una corriente marítima hacia alta mar; si sufre un calambre en aguas profundas; si le atrapa un tiburón o, y esta es la forma más absurda e imbécil de perder la vida si, sin saber nadar, se lanza al agua en plena tormenta con olas de siete u ocho metros, pensando que su instinto le sacará del apuro. Algo parecido es lo que está sucediendo en España.
El presidente del gobierno, señor Pedro Sánchez, se ve obligado a hacer equilibrios para contentar a separatistas catalanes y vascos; para contener las peticiones de las distintas facciones comunistas que están, a cara de perro, formando parte de su gobierno y, a la vez, y para él seguramente lo más importante, el mantenerse en el machito, léase poder.
Lo que está sucediendo en este país, y podríamos decir que en una gran parte del mundo al que seguimos llamando “civilizado”, a pesar de las pocas muestras que se están dando de que sea cierta esta cualidad; es que, de un tiempo a esta parte, han irrumpido con renovados bríos grupos de poder que han surgido, especialmente, de los regímenes comunistas de hispano-américa y, en concreto, de Venezuela, que nos vienen colonizando e intentando cambiar nuestro régimen de gobierno.
Se dice de bien nacidos el reconocer el mérito de quienes, ordinariamente, son objeto de nuestras críticas. No quiero ser menos y, en esta ocasión, le vamos a reconocer a nuestro presidente del gobierno, Pedro Sánchez, el mérito de haber organizado la reunión de los representantes de la OTAN de una manera digna, eficiente, favorable al prestigio de nuestra nación.
Quien la sigue la consigue y es evidente que, nuestro presidente del Gobierno, lleva años intentando que el señor Biden le escuche, aunque se solamente por un rato. Después de las humillaciones que ha recibido del resto de naciones importantes de la UE, al ser excluido de los últimos encuentros entre los miembros principales de la comunidad europea y de los EE.UU, necesitaba como agua de mayo que alguien, aunque fuera protocolariamente, le escuchase.
A los que los años ya empiezan a suponer una carga complicada y limitativa de muchas de nuestras facultades, deberemos reconocer que, cada día que pasa, nos cuesta más entender el radical cambio que la sociedad, en general, no sólo en España, que quizá es donde mas cercano se nos presenta el cambio, sino en todo el resto del planeta, de unos años a esta parte, está experimentando en cuanto a los valores tradicionales.
Era de esperar, conociendo el paño de quienes están al frente del gobierno de la nación. Pero, así y todo, no podemos evitar, una vez más, el sentir el rechazo más profundo hacia este tipo de política del gobierno socio-comunista, dirigido por Pedro Sánchez que, como ha venido demostrando a lo largo del tiempo que lleva al frente del país, es incapaz de rectificar sus errores, de admitir sus responsabilidades, de escuchar a la oposición y de aceptar la derrota.
Pocas veces, los que opinamos sobre política, nos alegramos de habernos equivocado, pero les puedo afirmar, de todo corazón, que estoy encantado de haber dudadodel potencial en votos que ha sido capaz de movilizar el señor Moreno Bonilla; hasta el punto de lograr la gran victoria que ha conseguido en los comicios de Andalucía.
No acabamos de entender lo que está sucediendo con los partidos políticos de este país y, si pensábamos que el problema sólo era de tener que bregar con una izquierda radical que amenaza con acabar con España y su democracia, ahora vemos que tampoco otras formaciones conservadoras se libran de caer en situaciones que, al menos, a muchos nos parecen grotescas y contradictorias con lo que ha venido siendo la política de derechas de la formación de Fraga Iribarne.
Por desgracia algunos pronósticos fáciles de hacer, se cumplen. No porque los que los hacen sean superdotados o tengan ciencia infusa, sencillamente porque la naturaleza humana tiene sus reglas, sus modelos, sus costumbres tribales y por encima de todo un egoísmo acomodaticio que puede con cualquier otro sentimientos caritativo, solidario, razonable o, incluso, en el caso que nos ocupa, relativo a la supervivencia de la propia UE.
Todos hemos conocido aquel niño rebelde, caprichoso y mal educado que constantemente está pidiendo cosas a sus padres y nunca está satisfecho con lo quele dan. En este país en el que vivimos somos muy proclives a dejarnos llevar por las rabietas, el victimismo, la insatisfacción y la tendencia a querer que todo se haga a nuestro gusto, sin tener en cuenta que es preciso, en muchas ocasiones, para obtener algo que nos satisfaga hacer concesiones.
Se dice que cuando un toro es más peligroso es cuando se siente acorralado. No sabemos si esta circunstancia se puede aplicar igualmente en el caso de un político que está viendo que su suelo electoral se está desplomando y que, cada día que pasa, su situación el frente de la nación se hace más inestable.
Verán, si a los ciudadanos españoles nos preguntaran quién nos inspira mayor confianza en materia económica, si la vicepresidenta, señora Calviño, o la gobernadora del BCE, señora Christine Lagarde, en atención a sus currículos y a la vista de sus respectivas actuaciones en sus empleos actuales, me temo que la señora Lagarde saldría vencedora por goleada.
Contrariamente a lo que pensaban la mayoría de los españoles, la transición en España no tuvo de protagonista al partido comunista español, el que parecía más fincado entre la clase obrera y el que, a través de CC.OO, estuvo causando más problemas al empresariado, durante los últimos años del gobierno del general Franco; sino que fueron los socialistas del congreso de Suresmes, con Felipe González al frente, los que tomaron la bandera de la izquierda española.
Estamos entrando en la campaña electoral de la comunidad andaluza y las cosas no pintan bien para los socialistas y, en general, para las izquierdas de esta nación. Hay quien se atreve a pronosticar que, en Andalucía, poner los cimientos de lo que pueden ser los resultados de las elecciones legislativas que tendrán lugar, en poco más de un año, y que van a decidir el destino de España o del lo que quede aún de ella, y será el anticipo de lo que decidirán las legislativas.
Es cierto que los separatistas catalanes cuentan con el apoyo incondicional del señor Pedro Sánchez, presidente del gobierno, pero la duración en el cargo que ostenta este señor tiene fecha de caducidad, unos meses más o menos, pero lo que es cierto es que existen muchas posibilidades de que, en los próximos comicios, tenga que ceder el bastón de mando a otras formaciones políticas que no van a transigir al chantaje continuo de los separatistas catalanes y vascos.
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