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Manuel Montes Cleries
Manuel Montes Cleries
Ha dejado de ser aquel bello pueblo de la costa occidental en el que veraneaban las gentes con posibles de mediados del siglo pasado

Marbella ha dejado de ser aquel bello pueblo de la costa occidental en el que veraneaban las gentes con posibles de mediados del siglo pasado. A lo largo de los años, lo que antes era una villa apacible y sosegada, se ha convertido en una ciudad grande que se desparrama entre la costa y las lomas de la Sierra Blanca. Queramos o no, el último despegue, para bien o para mal, se produjo en el “reinado” de Jesús Gil.

Esta palabra no suena muy bien últimamente, pero sin embargo, recoge una actividad altamente encomiable

Nos hemos acostumbrado a hablar del “emérito” de una forma peyorativa y, casi siempre, con una malévola segunda intención. En mi “segmento de plata" de hoy voy a romper una lanza en favor del verdadero sentido de dicho término y la excelente conexión con nuestra labor como jubilados “en servicio”.

Es el sustento y la única forma de avanzar de un país, o de una relación

Vivimos en un país cainita que lleva toda la vida con sus habitantes tirándose los trastos a la cabeza. Desde que dimos el vuelco hacia la democracia, ya hace casi setenta años, vivimos en un ambiente político que se preocupa más de resaltar lo que nos separa, que de poner en marcha lo que nos une.

Esta frase vuelve a mi mente en reiteradas ocasiones. Se trata de realizar un proceso que te ayuda a mantener el rumbo

Personalmente necesito pararme y pensar por lo menos una vez al año. Me sienta mejor que una prolongada estancia en uno de esos balnearios con “spa” y sopicaldos. En la vida, aunque nosotros no queramos, estamos enganchados a lo que nos rodea; como si una reata de ganado nos envolviera.

Como decía la zarzuela: “Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”. Lo que sabíamos ayer es totalmente obsoleto hoy. Las actuales generaciones están más preparadas de lo que los mayores podemos pensar. He descubierto que, hoy en día, los niños ayudan a hacer los deberes a los abuelos.

Aquellos que podemos hablar con soltura del mundo de mediados del siglo XX, nos encontramos a menudo con “amigos” que te dicen sin recato: ¡Qué bien te encuentras!  Tate; estás hecho una birria y eres otra de las victimas del edadismo. Ese tipo de persecución que sufrimos los que no jugamos al tenis a diario y que repetimos un par de veces las mismas cosas.

El progreso trae consigo esas secuelas. La falta de espacio me ha obligado a desprenderme de la mayoría de los volúmenes que atesoraba amorosamente desde que tengo uso de razón. Dado que no he podido rematar al gusanillo de la lectura, afortunadamente, mal que bien, he seguido apañándomelas con la consecución de libros en edición digital. Nada que ver con el tacto y el olor de un volumen.

Cuando nos encontramos en época de elecciones, los políticos aparecen totalmente sonrientes ante sus seguidores. Se trata de una tónica general. En el momento en que entran al lugar donde se celebra el mitin, todos comienzan a aplaudir como si no hubiera un mañana. Los ponentes y los asistentes exhiben una amplia sonrisa “profidén”.

Posiblemente los lectores que no sean malagueños no entenderán lo que encierra este artículo. Sin embargo, aquellos que hemos podido disfrutar a lo largo de nuestra vida de ese manjar, añoramos la presencia en nuestras mesas del chanquete, desde aquella aciaga fecha del verano de 1988 en la que se prohibió su pesca y comercialización.

Los miembros del segmento de plata, a los que envío estas reflexiones especialmente, somos muy proclives a manifestar nuestro rechazo a muchas de las cosas que suceden a nuestro alrededor. Sin darnos cuenta, caemos en el síndrome del “abuelo Cebolleta” proclamando aquello de “en mis tiempos…”.

No sé lo que me sucede. A cado momento vuelvo sobre mis pasos motivado por la búsqueda de algo que, misteriosamente, ha desaparecido. Gafas, bolígrafos, gorra, tijeras, llaves. Toda una serie de objetos comunes que se ocultan de nuestra vista y nos llevan a jurar en arameo. Termino invocando a San Cucufato, amarrándole determinada zona del cuerpo y esperando el milagro.

Matusalén es un personaje del Antiguo Testamento. En uno de sus libros se supone que vivió 969 años. Esta cifra surge de la genealogía (bastante inventada) que conecta a Adán y Eva con Noé. La serie de datos que se fueron transmitiendo oralmente de generación en generación, permitió establecer unas cifras que son claramente rebatibles. Parece ser que alguno de los recopiladores de textos anteriores, confundió los años con los meses

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