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Manuel Montes Cleries
Manuel Montes Cleries, 25-7-1945. Licenciado en Comunicación Audiovisual y Doctor en Periodismo por la Universidad de Málaga, Casado, 8 hijos 16 nietos, columnista de buenas noticias. Jubilado, colaborador emérito de Onda Azul radio y televisión, en la que dirige y presenta dos programas semanales, uno de radio y otro de televisión bajo el título de 'La Málaga solidaria'. |
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Cualquier tipo de hecho, delictivo o no, es calificado y juzgado inmediatamente por los medios de difusión, las redes sociales y la opinión pública. Todo ello antes de pasar por un proceso judicial. En esta Semana Santa estamos recordando uno de los primeros juicios públicos de los que se tiene registro documental. El proceso a Jesús de Nazaret.
Para ello, después de una limpieza étnica a fondo, se ha propuesto arrasar el resto de los países que le puedan hacer sombra, cuyos gobernantes deben ponerse en cola para “besarle el culo” (sic) y pedirle por favor que nos deje seguir buscándonos la vida.
El “Caronia” era un trasatlántico que visitó en diversas ocasiones el puerto de Málaga a lo largo de los años 50 y 60. La llegada de un buque de esas dimensiones, era todo un acontecimiento. Coches de caballos, restaurantes, tiendas, “pimpis” (guías aficionados de turismo que cobraban un porcentaje de los establecimientos a los que llevaban a los visitantes foráneos), restaurantes, bares y tiendas de souvenirs, se aprestaban a hacer el “agosto” en plena primavera.
Dice mi hija Anapi que cuento en estas páginas todo lo que me pasa. En parte lleva razón. Hace muchos años que quedó grabada en mi mente la frase del Evangelio de San Lucas que dice: “de la abundancia del corazón, habla la boca”. A lo largo del día mi mente se va llenando de ideas y de sensaciones, que se suceden de forma que, apenas has digerido una, aparece otra. De eso es de lo que escribo.
Parece ser que se cierne sobre nuestras cabezas una seria amenaza bélica.Para contrarrestar la misma, los distintos gobiernos están poniendo en marcha una serie de medidas defensivas y ofensivas. No lo tengo muy claro. Ni ellos tampoco. Cada país esgrime sus argumentos que, según ellos, son los mejores. “Totalmente irrebatibles”… hasta dentro de un rato, que diremos otra cosa.
A mi provecta edad me muevo muy poco por las grandes superficies y los supermercados. Durante mi infancia y mi juventud fui un cliente habitual que hacía “mandados” en aquellas tiendas de comestibles que tenían en la puerta una barrica de arencas, dispensaban los medios litros de aceite con una especie de surtidor de gasolina en miniatura y envolvían las compras en un papel de estraza.
Hemos celebrado días pasados el día del Padre. Esta fiesta se debe a una maestra de Vallecas que la ideó no hace demasiado tiempo (1948). Pensó que sería interesante felicitar a los padres tal como ya se hacía con las madres. Inmediatamente el famoso Pepín Fernández asumió la idea como motivo para elevar las ventas. Publicidad a tope y hasta hoy.
Van a cumplirse veinte años desde que tuve la oportunidad de hacer un viaje que marcó para siempre mi vida. Una de las excursiones que realizamos en aquel viaje a Tierra Santa en el año 2006, nos permitió subir al monte Tabor, lugar donde se transfiguró Jesús según se recoge en el Evangelio de San Lucas. Este texto se proclama este domingo en todas las Eucaristías.
Solemos tener conocidos, amiguetes, amigachos, colegas, compañeros, socios, etc., etc. Pero cuando se habla de amigos, amigos de verdad, se trata de palabras mayores. El amigo no se encuentra, se cultiva; no se compra, se trabaja. No se comienza una amistad pidiendo, ni siquiera disfrutando, se inicia dando.
Cada día veo más necesaria la puesta en práctica de la moraleja que se desprende de esta fábula.Sabemos que las fábulas son dichos cortos que pretenden transmitir una enseñanza moral, basándose en actos y actitudes de los animales fácilmente asimilables a los seres humanos. En este caso el fabulista escenificaba las vicisitudes de dos burros que se encontraban atados entre sí.
Todos aquellos que aprendimos ortografía a través de aquella añorada “Enciclopedia Álvarez”, recordamos el ejemplo que ofrecía para distinguir la diferencia existente entre algunas palabras homónimas. El ejemplo en cuestión se basaba en la frase “ahí hay un niño que dice ¡ay!”. Una contundente diferencia entre el verbo, el adverbio y la exclamación.
Las gentes de la posguerra, entre los que me encuentro, teníamos un pobre conocimiento del sentir andaluz. Vivíamos en medio de la exaltación de España especialmente como “una”. A lo largo de los años, este concepto ha ido cambiando progresivamente. Pronto empezamos a descubrir cómo otras regiones comenzaban a sacar la cabeza y a considerarse superiores a los demás. Una tendencia geográficamente dirigida de norte a sur. Los andaluces también teníamos derecho.
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