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Cuando los llamados animalistas denunciamos casos de brutalidad con gatos, pongo por caso, nos achacan que nuestro espectro de empatía empieza justo después de nuestra especie y se acaba inmediatamente antes de llegar a ella. Olvidan, al decirlo, que la violencia con animales es un indicador tipificado (y tenido en cuenta en sistemas menos primitivos que el español), de posibles agresiones futuras a seres humanos.
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