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Los oficiantes del imperialismo económico global vienen exigiendo a las gentes fidelidad al mercado, lo que en gran medida aceptan sin rechistar, mientras que, por otra parte, la hacen extensiva a que se siga la doctrina establecida por el sistema. Si lo primero supone entregarse al consumo irreflexivo por obligación, lo segundo, invita a desprenderse de la identidad personal y dejarse llevar por las consignas que se imponen a la manada.
Según Wikipedia.org, el 'soft power' o poder blando es "un término usado en relaciones internacionales para describir la capacidad de un actor político, como por ejemplo un Estado, para incidir en las acciones o intereses de otros actores valiéndose de medios culturales e ideológicos, con el complemento de medios diplomáticos frente a formas más coercitivas de ejercer presión, también llamadas poder duro o 'hard power'.
Existe un miedo visceral, una turbación que se resiste a cualquier sinonimia de la razón y que nos impulsa a intentar transcenderlo, a luchar contra él de manera ilógica y animal. Conductas como el apuro o la ansiedad parten de este profundo miedo. Aprovechar el tiempo dicen algunos; carpe diem dicen los hombres cultos; frases que contienen un sentido, una vida, pero que se malinterpretan en pos del mundo consumista.
Convendría que la ciudadanía, más allá de ilusiones electoralistas puntuales, tomara en consideración que, pese a la democracia al uso, manda la partitocracia de turno, pero si se hurga un poco en el asunto político, aparece en escena el que realmente manda. Si la cuestión de mandar, que no la de gobernar, se planteara en términos económicos, la respuesta seria en este punto tan obvia que no merecería ni un solo comentario. Bastaría decir que el dinero.
Ese producto grupal de intereses de poder que se ha llamado progresismo es una exigencia política de los nuevos tiempos, en línea con las tendencias comerciales de actualidad. Viene a ser un nombre, carente de ideología real, para diferenciar a un grupo de aspirantes a perpetuarse en el poder de esos otros que pretenden los mismo, pero abiertamente dicen que no quieren que cambie casi nada, a los que llaman conservadores.
La actual sociedad estaría caracterizada por el imperio del hedonismo y el nihilismo frente al espíritu crítico y la cultura del esfuerzo del siglo XX al estar formada por individuos consumo- dependientes de bienes materiales que conforman una masa homogénea, acrítica y fácil de manipular por las clases dirigentes.
La era de industrialización en Europa nos trae imágenes de vidas enterradas en el trabajo, de alcohol escanciado para olvidar, de trágicas rutinas de madres luchadoras, de famosas calles como las de Carlos Dickens. Hoy, soberbios presumidos de haber superado dos guerras mundiales y sendas guerras frías, paseamos la vida con enorme indiferencia ante la mayor parte del mundo que desconocemos.
Las promociones de precios especiales y las rebajas pueden dejar “tiritando” nuestros bolsillos. Son muchos los que se dejan llevar por oportunidades de compra tentadoras, reclamos publicitarios atractivos y las crecientes facilidades financieras para comprar a crédito,factores que pueden hacer que la famosa cuesta de enero se convierta en la cuesta de febrero. Pero, ¿por qué tantas personas se dejan llevar por los excesos y luego sufren las consecuencias?
Este año, mi Navidad llega cargada de muchas cosas buenas; un trabajo que me encanta, nuevos proyectos, nuevos estudios, y salud, pero, a pesar de esto, ya sabéis; odio la Navidad. Para los que me siguen en redes sociales, les parecerá extraño que diga esto.
La sociedad de consumo de masas, a la que se impuso la renuncia a la realidad existencial para entregarse a la apariencia, avanzó en la línea de esa euforia colectiva, que la caracterizó desde sus inicios, para promover entre las gentes el consumo desbocado, lo que la definió claramente como sociedad consumista.
Nos obligan con sutileza y descaro, a correr hacia el espejismo del futuro, incierto consumo y cierra España, pero aquellos que todavía nos consideramos más o menos sensatos, tenemos que tirar del freno de mano exclamando, alto, miremos hacia atrás porque si perdemos totalmente el sentido de la memoria y el valor cotidiano e intelectual del ayer y el pasado, nos pueden, ellos, los manipuladores, desde la oscura caverna del olvido.
Depende de la edad, amas u odias el 14 de febrero. Cuando era pequeña me daba un poco igual, incluso me gustaba que mi padre le regalara a mi madre algo y a mí también me comprara alguna rosa. Al pasar a la adolescencia todo cambia, si para el día de San Valentín no tienes novio, envidias a las que ese día ponen caras de tontas y pavonean de haber recibido flores.
Un año más entramos en los días en que todos nos creemos en la obligación de tener celebraciones, hacer regalos y esperar que nos toque la lotería, pero el nacimiento de Jesús en Belén es un acontecimiento que pasó casi desapercibido en su tiempo. Fue anunciado a unos pobres pastores y a unos magos que decían haber visto una estrella. María y José no encuentran sitio en la posada y tienen que acogerse a un mísero portal donde nace nada menos que el Hijo de Dios.
Durante la inauguración de la iluminación para la Navidad de la ciudad de Vigo, su exultante regidor Abel Caballero desveló que desde la Estación Espacial Internacional se observaba la poderosa luminosidad que proyectaba y que sus tripulantes “estaban deslumbrados porque la luz de la Navidad ocupaba todo el espacio”.
La confusión, el desorden y el caos reinan en el mundo o en muchas situaciones de la realidad. El mundo actual cada vez es más superficial y menos profundo en todos los aspectos pensables. Esto también lo plantea el filósofo coreano Byung-Chul Han en su último libro No-cosas. Ciertamente, lo irreal o lo digital están sustituyendo a la realidad presencial de una forma creciente.
Ganar más dinero, ganar el turno de vacunación, ganar cualquier discusión, ser quien tenga más "followers" y más "likes". Este tipo de mentalidad se fortalece con frases hechas que operan como disparadores de mecanismos cerebrales arraigados en nuestra interior.
No es incompatible vivir con profundidad y no quedarse en lo superficial en casi todo y es la tendencia general. Por lo menos es lo que se observa de un modo cada vez más intenso. No hace falta más que observar comportamientos y analizar los contenidos de las redes sociales y también las formas de pensar más extendidas.
PENSAMIENTO Y CONSUMO. El terco asunto no es otro que el presunto equilibrio entre verdad y mentira. Dicho así podría concernir a la aparente moralidad. Lejos de ello ambos estados han sido desvirtuados en su más degradante rostro para dificultar su distingo.
El capitalismo del siglo XXI utilizaría la dictadura invisible del consumismo compulsivo de bienes materiales para anular los ideales del individuo primigenio y transformarlo en un ser acrítico, miedoso y conformista que pasará a engrosar ineludiblemente las filas de una sociedad homogénea, uniforme y fácilmente manipulable mediante las técnicas de manipulación de masas.
En una era híper consumista compramos y compramos dilapidando nuestros recursos, es tal el aturdimiento que perdemos de vista que si bien compramos con dinero, en realidad es con vida con lo que pagamos; porque para tener dinero necesitamos trabajar –generalmente en un trabajo que no nos gusta-, y con ello, dedicar gran parte de nuestro tiempo, que en realidad es vida, a obtener el recurso.
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