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Cuesta comprender que en España estemos entrando en una de estas discusiones absurdas, improcedentes, evidentemente interesadas, especialmente por los grupos separatistas que no parecen cejar en sus intentos de conseguir la desestabilización de la nación española y, en esta ocasión, valiéndose de una supuesta acción de espionaje por parte del Gobierno a determinados sujetos del independentismo catalán.
Cuando algunos pensábamos que ya era imposible caer más bajo, con estupor nos damos cuenta de que la capacidad del este gobierno, que encabeza el señor Pedro Sánchez, para la espeleología política no tiene límite, ni quien tenga la valentía de ponérselo.
Tenemos la idea de que hemos entrado en una nueva etapa en la que nuestra nación parece haber adjurado de muchas de sus tradiciones, de lo que han sido costumbres parlamentarias y de la importancia de algunas de sus instituciones más relevantes, que tomaron cuerpo, se entronizaron y fueron el leitmotiv de lo que se dio por denominar la España de la transición, fruto de la nueva Constitución, postfranquista, de 1978.
Es evidente que no hay, en este mundo revuelto en el que nos encontramos, temas de mayor enjundia, problemas de mayor trascendencia o injusticias más graves que aquellas de las que vienen lamentándose los separatistas catalanes. La guerra de Ucrania, pché, una simple futesa; la crisis energética, cosa de simplones; las consecuencias de la pandemia del Covid19, manías de hipocondríacos...
La cuota de incoherencias, quejas absurdas, peticiones insostenibles y demandas ilegales han convertido al separatismo catalán y vasco en una especie de pesadilla que no remite y que, gracias a que quienes nos están gobernando no se encuentran en condiciones de imponer el cumplimiento de las leyes, cuando no, para desgracia de todos los españoles, han sido los primeros en intentar ignorarlas o puentearlas, con el fin poco ético de arrimar el ascua a su sardina.
La habilidad de Pedro Sánchez para aprovechar el más mínimo resquicio, oportunidad, situación equívoca o posibilidad de ir recaudando dinero de los ciudadanos, no precisamente para dedicarlo a la sanidad o la educación, sino para otros destinos menos confesables, aunque para ello deba atornillar a impuestos al pueblo y, aún así, recurrir como si fuera maná del cielo, a incrementar la Deuda Pública y el déficit de las administraciones públicas.
Cuando a un personaje vulgar se le entrega algo de poder, la metamorfosis que experimenta está en razón directamente proporcional al grado de frustración, revanchismo político y desconocimiento de su propia incapacidad personal para ejercerlo.
Las hormigas, de la familia formicidae, son insectos himenópteros eusociales que, para muchas personas, constituyen una plaga molesta que suele invadir nuestras viviendas, en verano, donde siempre encuentran un lugar donde acomodarse para buscarse la vida en nuestras despensas y en los restos orgánicos o minerales de nuestras basuras.
De las elecciones francesas se pueden sacar conclusiones muy reveladoras respecto a algunos partidos de rancia raigambre en el panorama político europeo, que pueden servir de explicación a los nuevos aires que se respiran en la política de la UE. Una de ellas y no por ello la menos interesante, es el desplome de la izquierda socialista que ha obtenido su peor resultado de la historia.
Cuando se trata de defender a una persona, comunidad o país de una injusticia grave, no se puede amparar en trabas administrativas, en siglas políticas o en compromisos de organizaciones militares de tipo colectivo de defensa, excusas materiales o temores, más o menos fundados, pero que, en la mayoría de casos, lo que ocultan es la incapacidad de tomar decisiones que están por encima de cualquier otra consideración que no sea intentar reparar la injusticia perpetrada.
Lo que está sucediendo en esta España, muchas veces irreconocible, en cuanto a su despoblación, envejecimiento y falta de nacimientos a cargo de su población nativa, seguramente tiene su origen principal en esta ola de feminismo que parece que se está imponiendo, mediante la cual las mujeres han decidido que su función natural, en cuanto al ciclo reproductivo, ha de supeditarse a su comodidad, sus llamémosles libertades y sus otras opciones.
Es obvio que el señor Sánchez y su gobierno no podían permanecer indiferentes ante el cambio de dirección del PP y la reacción favorable de los votantes habituales de la derecha y el centro, a esta nueva etapa que se ha abierto en el partido popular.
Lo que se está cociendo en España, a cargo de un Gobierno que está demostrando, en su hacer de cada día, su cada vez más deslavazada, incorrecta, suicida y peligrosa deriva hacia sistemas políticos que ya llevan años desacreditados y que, para más INRI y preocupación para los españoles, no lleva trazas de ningún cambio en lo que son sus objetivos políticos, sino más bien, todo lo contrario.
Es obvio que el PP necesita recobrar valores que, desde hace algún tiempo, parece que han dejado de ser imprescindibles para él. Y también pudiera ser una buena noticia el aparente sentimiento de unidad que se advierte en torno a la elección del señor Alberto Núñez Feijoo, una persona en torno a la cual se ha creado una rara unanimidad de las bases del partido y de sus máximos responsables.
Es evidente que el señor Pedro Sánchez no podía dejar de aprovechar la ocasión de sacar rendimiento de su presunto “éxito” en lo que, para él y su gobierno, ha sido una gran concesión lograda de la UE por lo que hace referencia a recibir un trato especial, condicionado por supuesto, en cuanto a la determinación del precio de la energía eléctrica de la que se van a poder beneficiar España y Portugal.
Estamos en España ante lo que se podría calificar de un panorama desolador. Un gobierno aferrado a su enorme potencial de propaganda, que sigue ignorando lo que ocurre en el reino y que hace oídos sordos a cualquier aviso, protesta, reivindicación o propuesta de negociación que, de alguna manera, se pudiera interpretar como una llamada a rectificar su forma de gobernar el país.
Lidiar con morlacos de 500 kilos no es lo mismo que actuar en un encierro de becerros. Esto que resulta evidente para cualquier ciudadano español, parece que no lo acaba de entender un gobierno, completamente desnortado, ajeno a las realidades de esta nación y guiado, exclusivamente, por su obcecación de transformar nuestra nación en un conejillo de indias sobre el que practicar experimentos libertarios de componentes comunistoides.
Es evidente que nuestro presidente del Gobierno no tiene intención de cargar sobre sus espaldas cualquier responsabilidad que le pudiera venir de la guerra de Ucrania. Es por ello que los motores del Falcón que tiene a su disposición se están tragando, a toneladas, el combustible que precisa para desplazase por toda Europa.
Lo cierto es, señores, que no sabemos si, debido a que el mundo está padeciendo una falta de políticos capacitados, si los ciudadanos de las nuevas generaciones han decidido desentenderse de los grandes problemas a los que debe enfrentarse la humanidad o si es que estos tiempos de inseguridades, de falta de confianza en el porvenir, se van a convertir en una situación endémica de la que no vamos a poder librarnos y estaremos condenados a aprender a convivir con ellos.
En ocasiones es preciso intentar simplificar las argumentaciones, reducir las explicaciones a lo más elemental y entendible, con el objeto de evitar que lo que es palpablemente evidente quede enmarañado, oscurecido o difuminado al usar términos raros, excesivamente técnicos o innecesariamente complejos; de modo que no quede paladinamente expresado lo que uno intenta aclarar.
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