| ||||||||||||||||||||||
El expresidente peruano Alberto Fujimori, quien cumplía una condena de 25 años de prisión por crímenes de lesa humanidad, salió en libertad la noche de este miércoles 6 de diciembre por una controvertida decisión del Tribunal Constitucional de su país, a pesar de la oposición de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
No hay libertad sin liberticidas dispuestos para cercenarla. Al menos, eso parece a la luz del acaecer histórico. No es fácil, en realidad, lograr la suficiente autonomía para ningún individuo; somos animales sociales y no es posible ni sensato plantear una quimera basada en el solipsismo. Pero tiene nuestra especie una parte individual que le aleja de la dimensión puramente zoológica. En ella reside, creo, nuestra propensión a ser libres.
Creo, sinceramente, que sólo existen tres armas para poder descubrir y destruir el avasallamiento, y conseguir, de esa forma, una realidad social justa que predomine en una democracia moderna: el careo, primero, las manifestaciones pacíficas, segundo y, llegado el caso, la desobediencia civil.
Toda doctrina que cuenta con una fuerza soporte, en su papel de aleccionar a las masas, excluye la libertad individual, en todo lo que se contrapone a sus intereses, y manipula la información en lo que puede resultar inapropiado para sus propósitos, sencillamente la convierte en desinformación.
Realmente la existencia en el siglo XXI cada vez es más complicada, ya que el desorden y las mentiras están presentes en muchas partes, frente a la verdad. Se puede decir que estamos viviendo en la época de la mentira, sin duda, porque las manipulaciones, tergiversaciones de la información y los engaños y fraudes están a la orden del día.
Pienso que es una necesidad urgente que nos paremos a reflexionar sobre este texto que forma parte de la entrevista que Ima Sanchís le hizo al ensayista Amador Fernández-Sabater: “Sí, existe una disputa para atraer nuestra atención. Hoy es para la economía y la política, nuestra atención es el bien principal… La libertad es ir más allá de las opciones que hay y ser capaces de conquistar alguna cosa que no es…"
La democracia es, ante todo, libertad, respeto y responsabilidad. Cuando se vota se elige a la persona o partido que cada cual entiende que va a llevar mejor a la práctica los tres valores de la Democracia. No se entiende, para empezar, que se humille, que se menosprecie y que se ignore al que, con formas diferentes, quiera alcanzar la meta de una auténtica democracia.
La vida nos enseña a leer el libro de “petete”, ese libro sencillo, de observación, de historia cotidiana. La primera lección nos señala una realidad que nadie, nunca, ha podido decir que no es cierta: “Cada cual cava su tumba o construye su trinchera”.
Thomas Sowell, afroamericano y liberal (desde el punto de vista europeo) fue (aunque creo que sigue vivo a sus más de noventa años) un brillante economista, que nos dejó bastantes perlas en forma de juicios atinados. Una de ellas: “Lo que es ominoso es la facilidad con la que algunas personas pasan de decir que algo no les gusta a decir que el gobierno debería prohibirlo. Cuando uno sigue ese camino, no espere que la libertad sobreviva mucho tiempo”.
Seguramente, la palabra libertad es la más invocada en el mundo. Más que la palabra justicia. Y tenemos la convicción de que es la más adulterada (para que no sea ella misma). De entrada, se la enfrenta con la palabra igualdad y se le aplica, si no un trabalenguas, sí un trabaideas: a más igualdad, menos libertad.
En nuestro último artículo titulado “Discerniendo la crucial diferencia existencial entre angustia y frustración” nos enfocamos en la diferencia conceptual de “angustia” de “frustración”, indicando a grandes rasgos que la angustia se refiere más bien a un sentimiento preponderantemente de ansiedad que surge cuando nos enfrentamos a la incertidumbre propia del sentido (o de la falta de sentido) ante la certeza de la finitud y la reflexión (si es que se da).
Considero fundamental en esta época de abundantes falsedades, pararse a discernir para poder caminar hacia adelante. De entrada, una ruptura de los esquemas mundanos nos vendrá bien para ganar salud y atesorar concordia. Ya está bien de prometer todo y luego no dar nada.
En los tiempos actuales, no se debate sobre la existencia del libre albedrío. Más bien hay una parte de la sociedad que defiende la libertad de cada cual, y el derecho a equivocarse, frente a otra parte que, en aras de lo que se denomina bien común, niega que sus conciudadanos tengan derecho a ese libre arbitrio.
¿Qué es la falacia de McNamara? Esta falacia se puede representar a través de cuatro fases: la primera fase supone medir lo que sea fácilmente medible; la segunda implica descartar lo que no se puede medir con facilidad; la tercera comporta descartar como relevante aquello que no se puede medir; y la cuarta conlleva proclamar que aquello no medible fácilmente no existe.
Empezamos este 2023 celebrando que hace sesenta años uno de los nuestros, Raimon, un joven de Xàtiva, sacaba su primer disco al mercado. Un disco de aquellos con cuatro canciones, un EP lo llamaban. Cuando a Raimon le propusieron grabarlo sólo tenía tres temas, tuvo que parir una cuarta canción, “Som”, para cubrir el cupo exigido por la discográfica. Todo esto ocurría en 1963.
Concedemos y estamos de acuerdo en que el pecado capital más importante de los españoles es la envidia, basta con que algún que otro compatriota descuelle o sobresalga en cualquier disciplina: arte, negocios, u otra que lo haga distinguirse del resto de los mortales para que se vea acosado por maledicencias, lo denigren o lo acorralen las insidias que no cejarán hasta verlo derrotado.
Todos hemos escuchado alguna vez una frase tornada en cliché que versa “la esperanza es lo último que se pierde”. Generalmente, aceptamos cordialmente el mensaje e incluso le damos nuestra aprobación, pero ¿sabemos por qué es lo último que realmente nos queda?
“Ya hay un español que quiere/vivir y a vivir empieza,/ entre una España que muere/ y otra que bosteza…”, estos versos del poeta Antonio Machado a quien el corazón se le helaba entre las dos Españas, encierran mucha melancolía y preocupación ante el desgarro de una nación que se agitaba entre la agonía de su muerte y la fatigade sus luchas y disputas.
Ya en su tiempo, el novelista francés Víctor Hugo (1802-1885) decía que “el sufrir merece respeto y que el someterse es despreciable”; pues son formas que nos esclavizan, pero que están ahí en casi todos los países del mundo, como resultado de una discriminación arraigada, que también se ha globalizado, incapaz de desenmascarar a los traficantes y a los creadores de un injusto mercado.
Tener la posibilidad de volver a ser libre, no quiero perderla. Quiero ser feliz con cielo y tierra, tener la posibilidad de olvidar todo lo malo, de empezar de cero, que falta me hace.
|