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La ley moral, según Kant, presupone los postulados de la libertad de la voluntad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios. La ética kantiana es formal y deontológica ya que establece el deber, como lo propio de la conducta humana. Se entiende perfectamente que el imperativo categórico sea incondicionado, universal y objetivo.
En esto de los comportamientos, casi diría que la desorientación refleja una lógica natural. Proliferan múltiples situaciones con sus variantes, ignorancias, puntos de vista, errores y aciertos. La precisión en las apreciaciones podemos considerarla imposible.
Nunca se debe de generalizar, y menos aun cuando se trate de religiones, por eso no podemos decir que los católicos son buenos o malos, ni que los protestantes, en sus diversas manifestaciones y sectas lo son, como tampoco que los islamistas son fanáticos o intransigentes.
Craso error tomar al pie de la letra –sin poner en tela de duda y reflexionar con profundidad– el significado directo de la etimología latina de homo sapiens: “hombre sabio”; también lo es, en gran medida, aceptar sin tamiz alguno otra de sus acepciones: “ser racional”.
Es una constante que, el deseo preña la mente, con máscaras impregnadas que desean metal precioso, moneda lastimera, cosas buenas y maledicencias de todo tipo. Esa es el alma de un inmenso espectáculo como aspecto de los vecindarios, chismosos, gente curtida, curiosa, con o sin sentimiento, con rostros enrevesados.
Hoy quisiéramos reflexionar en torno a un problema filosófico interpretado bajo la óptica de los estoicos y que consiste básicamente en la dificultad que representa aceptar la idea de que nadie hace algo malo a propósito, o que el mal proviene de la ignorancia. Cuando se trae esta discusión, siempre alguien sale ofendido o enojado. Veamos por qué.
El aposento del escritor estaba desarreglado, era una vieja costumbre y olía a canela y café recién hecho y encima de su mesa de escribano había todo tipo de fotografías filial, era como ver una obra de teatro de una época de reinado.
La degradación sexual aumenta. ¿Hasta qué punto? Es impredecible decirlo. Según mi criterio el pozo no tiene fondo y por ello la situación empeorará. Chemesex, sexo y drogas sin control, es el reportaje que escribe Susana Quadrado. “Amanecer de viernes. Adelante, hasta 72 horas de sexo y drogas sin parar, ni para comer ni para dormir… La reunión se hará en un piso particular. A la cita van no más de diez hombres dispuestos a tener relaciones múltiples..."
Si el concepto de la moralidad entraña consideraciones complejas según las situaciones y las personas implicadas, su perfil queda pendiente de la aplicación práctica; no resulta sencillo, no, clarificar la exposición de sus características. La interpretación personal es decisiva, pero resulta insuficiente si no va acompañada de su acompañamiento en forma de las conductas adecuadas.
En una secuencia natural, es un hecho el contraste de los impulsos personales cuando se ponen en relación con los rumbos esparcidos por el mundo. La alusión a un sinfín de raíces comunes no simplifica el asunto. Las energías foráneas no anulan el rescoldo interior, pero desde ese foco interno topamos con la severa impotencia para modificar el ámbito general.
El mundo requiere de otros tipos de aires más respetuosos con la vida y el itinerario de las gentes. ¡Cómo no tomar nuevos hábitos y distinta concepción en favor de un espíritu conciliador, a fin de trazar caminos más templados y un futuro esperanzador para las generaciones actuales y futuras! El dejar hacer sin más, con desconocimiento y menosprecio a los derechos humanos, han originado actos de salvajismo injuriosos para la conciencia de la humanidad.
Los gobernantes son el reflejo de la sociedad. No son ángeles santos que han bajado del cielo para sacar las castañas del fuego a las naciones. Son personas salidas de la masa social y, por lo tanto, con las características buenas o malas propio de una humanidad caída en pecado, lo cual ha desfigurado la imagen y semejanza de Dios en que fue creada.
La terrible realidad de los abusos sexuales en el mundo, no puede, en serena y objetiva justicia, ser cuadriculada como si se tratase de una colección de puzzles, al gusto del consumidor. El mapa de las actividades sexuales abusivas puede recibir multitud de nombres y clasificaciones, para ello están los especialistas y para conocer cada una de esas enfermizas y depravadas actividades están los sufridores, niños, adolescentes, jóvenes, mujeres.
Las personas que actúan en consecuencia con sus ideas y son coherentes con sus principios o ideales, pueden estar equivocadas, pueden extralimitarse, pueden dañar la convivencia… pero nunca se les podrá imputar la traición a sus principios o a su ideología.
En mi ya larga vida he ido acumulando libros, en papel o en PDF, que no llegué a leer y ahora cuando contemplo todos ellos que, sin duda, irán a parar, en el mejor de los casos a una librería de viejo, y con mayor seguridad a algún depósito de basura.
Ana Macpherson comienza con estas palabras su escrito “CHEMSEX, sexo de alto riesgo”: “El uso de drogas para tener mejor sexo o para atreverse a tener es un clásico de la humanidad, pero en las grandes ciudades y entre hombres que tienen sexo con hombres adquiere actualmente talla de problema de salud pública, reconocido como tal en Barcelona y Madrid, porque las consecuencias comienzan a ser visibles en las consultas de hospital e incluso en urgencias”.
Estoy escribiendo el 9 de agosto fecha en que se celebra la fiesta de Santa Teresa-Benedicta de la Cruz, que el Papa Juan Pablo II canonizó y nombró patrona de Europa. Quizás la Europa con la que soñaba Juan Pablo II no tenga mucho que ver con la que tenemos.
El anhelo de infinitud es algo que este filósofo indica en sus obras como lo propio de la actitud humana. Es algo de lo que carecen los animales irracionales. Para el creador de la fenomenología existen valores hedónicos o sensibles y los que se pueden denominar espirituales o del amor: «Todo hombre se encuentra en un mundo de valores abierto al infinito».
La evolución del ser humano, en todas sus facetas sociales, va llevándonos hacía escenas bíblicas terribles que nunca soñamos ver tan cerca. El deterioro de las culturas tradicionales de una Europa, hoy común, dentro de poco no sabemos, va tomando tintes escatológicos. La globalización sin moral, ni historia cultural, nos trae lo aquí expuesto de forma mediocre, pero real.
A estas alturas resultan ridículas las afirmaciones de una justicia igual para todos, de una honestidad proclamada por los propios interesados; en definitiva, de ciertos pronunciamientos caprichosos, con la ligereza como único acompañante. Aunque llegara a estructurarse en instituciones fastuosas o se pretenda legislar en defensa exclusiva de las honestidades propias, queda comprobada por cualquier observador la palabrería huera.
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