En este país de nuestras entretelas, sus pobladores, los españoles, estamos hechos de distinta materia que el resto de habitantes del mundo universo. No reaccionamos igual, no pensamos de la misma manera, no razonamos con la misma lógica y, si nos apuran, no entendemos ni participamos de lo que comúnmente, habitualmente, según lo que en las naciones civilizadas entenderían como una manera adecuada, correcta y científica de aplicar en nuestra nación de una forma correcta el concepto de “democracia”.
O es así o estamos ante uno de los engaños mejor perpetrados por parte de las izquierdas y de determinadas formaciones políticas independentistas, para darle la vuelta al término, de modo que en su forma de implantación, según nuestros gobernantes y quienes los apoyan, parece que el concepto de “gobierno por el pueblo y para el pueblo” queda reducido a ser un simple eslogan propagandístico, vaciado de contenido y convenientemente enfocado de modo que, confiando estos manipuladores de la realidad en que, una parte importante del pueblo español lee poco, y lo poco que lee suele ser prensa deportiva, y en lugar de la lectura se confía de una manera plena en lo que dicen las TV y lo que se trasmite por las emisoras de radio.
Los que nos gobiernan saben cómo sacar provecho de su absoluto control sobre los mencionados medios de comunicación para que, una mayoría, normalmente nutrida dentro de este tramo de la ciudadanía que, de una forma harto discutible, se considera representante de la “cultura” en su más amplio y hortera concepto de esta supuesta superioridad intelectual que se les asigna cuando, la pura realidad, es que si se los saca del medio en el que están encuadrados estos miembros de la farándula, no son más que unos iletrados con ínfulas de cultos, pero con unas carencias que, en muchos casos, se manifiestan en sus escritos y en sus opiniones faltos de las más elementales condicionesexplicativas para que sean tenidas en cuenta, aunque para el vulgo, el zote cuyo universo se centra en el fútbol o aquellos que, sistemáticamente, se posicionan en contra de quienes son más listos, más trabajadores, más inteligentes y más estudiosos y, como tales, suelen ser los que más han triunfado en la vida; estas opiniones puedan tener una influencia definitiva en cuanto a su comportamiento político posterior.
Cuando tenemos una comunidad que, desde hace años, empezando por aquel presidente de la Generalitat, el señor Más, que se lio la manta a la cabeza y, ni corto ni perezoso, amenazó al Estado español a levantarse contra España si no concedía el autogobierno para Cataluña, empeñada en desobedecer las normas del país, algo hay que hacer. No se actuó inmediatamente contra una postura tan desafiante, ni se metió entre rejas al sujeto y alguien, en el gobierno, debió decidir que lo mejor, para evitar males mayores, era “dialogar” con los levantiscos catalanes. Un garrafal error que ha traído como consecuencias todos los sinsabores que, derivados de aquella primera insurrección del señor Mas, se han ido extendiendo, ampliando, multiplicando y emponzoñando hasta que, el día de hoy, el gobierno entero de la nación española está a las órdenes, supeditado, chantajeado y humillado por los que actualmente dirigen el Gobern de la Generalitat que, sin entenderse entre ellos, con un señor Puigdemont, huido de la justicia e instalado cómodamente en Bélgica, apoyado pecuniariamente por los catalanes sediciosos e, indirectamente, por los contribuyentes que, involuntariamente, contribuyen a su mantenimiento a través de los fondos que se pueden trasferir a Waterloo desde la tesorería de la tesorería del Gobern.
Contra toda lógica, en una demostración de incompetencia, dejándose arrastrar por el temor a perder el apoyo catalán a los nuevos PGE, algo que supondría para el señor Pedro Sánchez un peligroso desgaste de cara a las elecciones de aquí a dos años, el Presidente, en su política de ganar tiempo, de prometer cosas falsas, de sembrar cizaña política entre los miembros del separatismo catalán, se comprometió a formar parte de esta ignominiosa, impresentable, inconstitucional y absurda llamada “mesa de diálogo” a la que el señor Villa, otro que tal, después de su fracaso en cuanto a la forma de dirigir la campaña en contra del Covid19, ha puesto, no sabemos si voluntariamente o por un error, el calificativo de ser “una reunión entre dos gobiernos”, reconociendo implícitamente que los representantes catalanes sentados en ella son miembros de un gobierno de otra nación y no simplemente, unos señores, pertenecientes a la autonomía catalana, de rango inferior y, evidentemente, en un plano de supeditación y obediencia debida a unos superiores en rango, por ser miembros del gobierno de España, legítimamente elegidos por todo el pueblo español. Pero Sánchez actúa siempre olvidándose de España, de su rango de nación señera dentro de Europa, del prestigio que durante años nos hemos labrado y no es la primera vez que desprestigia al TS con la gravísima decisión de indultar a los presos del 1.O, desoyendo el informe contrario del mismo tribunal y del resto de organismos a los que preceptivamente tuvo que consultar, que opinaron unánimemente que no era una buena decisión.
Y, entre tanto, aquellos amnistiados, que ya advirtieron que no estaban arrepentidos y que, pese a que sobre todos ellos existen inhabilitaciones para ejercer cargos públicos; de hecho, vienen teniendo actividades íntimamente relacionadas con los propósitos independentistas, de forma que ninguno de ellos parece estar dispuesto a justificar con hechos el que se encuentre libre y fuera de la cárcel. Y viendo lo que está sucediendo, la situación real de la política catalana, el resultado de los miles de encuentros que, a través de los años han tenido lugar, de una forma secreta y, en ocasiones conocida, el que la prensa ( naturalmente la proclive a las izquierdas y al nacionalismo, un gran poder en manos del Gobierno) los tertulianos de las cadenas TV y de las radios, los comentarista, nacionales y algunos extranjeros a los que en La Vanguardia del día de hoy se han añadido unos comentarios del arzobispo de Barcelona, monseñor Juan José Omella que, a nuestro juicio y tratándose de un tema que no entra en aspectos religiosos, constituye una nueva errata que atribuir a la Iglesia católica que, curiosamente, específicamente en lo que constituye la iglesia catalana, parece que se han olvidado del trato que recibieron sus compañeros de hábitos durante la II República, cuando estas izquierdas y el separatismo, que entonces ya existía, se encargaron de cometer una escabechina entre todos aquellos sacerdotes a los que antes de asesinarlos sometieron a torturas y humillaciones.
No sé si a monseñor Omella le han aconsejado que intervenga en el sentido que lo ha hecho, el de impulsar un diálogo que, a lo que conduce, es a incumplir la actual Constitución, concediendo a los catalanes un derecho que no tienen ni hay mesa de diálogo que tenga capacidad legal para poder ceder en nada que tenga relación con la unidad de la nación española. Tenemos la impresión de que la presión del independentismo en Cataluña está surgiendo efecto en la iglesia catalana, que parece que olvida el hecho cierto y constatado, reflejado en las últimas encuestas que se han ido obteniendo, de que en Cataluña hay un 52% de catalanes que no desea que Cataluña sea independiente, aparte de que pudieran tener alguna reclamación que hacer acerca de la administración autonómica.
La Iglesia no puede olvidarse de estos hermanos de fe, ni puede permitir que en su seno existan sacerdotes que se olvidan de las funciones de su ministerio, estableciendo diferencias de trato entre unos feligreses nacionalista y otros que no lo son; algo que se puede constar en la homilía de los festivos en las que, en más de una ocasión, se cuelan opiniones políticas que nada tienen que ver con la celebración de la Santa Misa.
En realidad, debemos denunciar a estos españoles que se prestan, se dejan convencer o ignoran que cuando no hay materia que ceder, cuando lo que se intenta es conseguir algo que es imposible, no ha lugar a conversaciones que lo único que hacen es darles esperanzas a los nacionalistas y, a la vez, permiten que el gobierno de turno consiga, mediante cesiones pecuniarias, obras públicas, promesas de mejoras que pueden, en la mayoría de casos, significar que otras regiones de España queden desatendidas en sus justas reclamaciones, sólo porque al señor Presidente del gobierno español, le interese conservar, para unos años más, el poder que siempre ha ambicionado retener.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, abominamos de este latiguillo que no deja de cansarnos el oído, mediante el cual se insiste, machaconamente, desde las diversas instancias políticas, informativas, empresariales, judiciales y gubernamentales, sobre los beneficios de esta supuesta piedra filosofal del diálogo, que entienden que puede solucionar un hecho evidente, que no tiene vuelta alguna de hoja: nos estamos encaminado, a marchas forzadas, a un cambio de régimen que el PSOE, bajo el mando de Pedro Sánchez, está intentado llevar a cabo, pese a que se deba incumplir la Constitución para lograrlo, usando para ello una serie de maniobras fraudulentas, una de ellas es vaciar de contenido, mediante el uso abusivo del decreto ley, nuestro sistema legislativo para así poder ir acaparando aquellas facultades que todavía no puede controlar, empezando por el Poder Judicial, un organismo básico para que pueda actuar a su libre antojo.
La frase de hoy se la debemos al insigne filósofo Ortega y Gasset: “Muchos hombres, cómo los niños, quieren una cosa, pero no sus consecuencias”, un pensamiento que debería hacer pensar a muchos que ambicionan mejorar su vida pero que, quizás, no valoran lo que deberían asumir, a cambio.
|