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Luis Agüero Wagner
Luis Agüero Wagner
Cuando el presidente Franklin Delano Rooselvet condenó las guerras en las que seres humanos son utilizados como piezas de ajedrez, olvidó que el poder de aplacar las llamas siempre estuvo en sus manos

El 27 de agosto de 1934, el subsecretario de Estado William Phillips, escribe desde Washington al representante diplomático de Estados Unidos en Paraguay, Meredith Nicholson. Le corrobora que el Gobierno paraguayo, tal como sabe Nicholson, ha aceptado oficialmente y por escrito, sin reservas, la fórmula de conciliación argentina. Le informa que los Gobiernos brasileño y norteamericano están tratando de persuadir a Bolivia para que adopte una acción similar.

La difícil relación entre el presidente boliviano y los Jefes militares del ejército del cual era Capitán General, se había hecho imposible

El 20 de agosto de 1934 la agencia Associated Press informa desde Washington y The New York Times publica como noticia al día siguiente, que la embajada boliviana reaccionó con burlas al anuncio de que Paraguay había cambiado el nombre de un fuerte del Chaco capturado por sus armas.

Los cien mil muertos en episodios heroicos de una guerra estúpida, todavía montan guardia a la espera de una respuesta

El 13 de agosto de 1934, el embajador de Estados Unidos en Argentina, Alexander Weddell, informaba a Washington que Saavedra Lamas le había entregado copias de los telegramas que había enviado a los Ministros de Relaciones Exteriores de Paraguay y Chile, en el que el Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina invitaba a una reunión a los Embajadores de los Estados Unidos, Brasil, y a los representantes diplomáticos de Chile y Paraguay.

Es bien sabido que la primera víctima de una guerra es la verdad

El 30 de julio de 1932, el diario La Nación de Buenos Aires publica en primera plana que el representante diplomático del Paraguay en Chile, propuso que una comisión presidida por Chile estudiara el conflicto del Chaco. Chile se encontraba bajo el efímero gobierno provisional de Carlos Davila, partidario de Ibáñez del Campo, que sería forzado a renunciar a mediados de septiembre.

El 23 de julio de 1932, el General Manuel Rojas Acosta, Comandante del Ejército y Armada del Paraguay, ordena el abandono de la Laguna Pitiantuta y el repliegue del Ejército paraguayo hasta la rivera del río Paraguay, para establecer la defensa desde sus costas.

El 16 de julio de 1934, a la hora 16, el embajador de Estados Unidos en Brasil, Hugh Gibson, escribe al Secretario de Estado desde Río de Janeiro, informando que el plan para poner fin a la Guerra del Chaco está en marcha. Le informa que el Ministro de Relaciones Exteriores de Brasil envía instrucciones a su Ministro en La Paz para instar al Gobierno boliviano a aceptar la fórmula argentina.

El sábado 9 de julio de 1938, era la fecha acordada para un acuerdo secreto en Buenos Aires, por ser el día festivo con que la República Argentina celebra su Independencia. Pero el contubernio no era muy alegórico a la fecha que digamos, pues sellaba la dependencia de varias naciones a la política de buena vecindad irradiada por Washington.

El 2 de julio de 1938 llegó finalmente a Buenos Aires el general José Félix General Estigarribia, en viaje desde Washington, donde fue acreditado como Ministro Plenipotenciario, y se incorporó a la Delegación Paraguaya en la Conferencia de Paz. Según la documentación, Estigarribia había arribado sin instrucciones del gobierno de Asunción, aunque Sumner Wells y Cordell Hull le habían encomendado una misión.

El 24 de junio de 1934 la agencia United Press adelantaba que la compañía Standard Oil, de Nueva Jersey, presentaría un escrito refutando las acusaciones del senador Long, negando que dicha empresa había fomentado la guerra del Chaco. El Senador Long, como muchos, consideraba sospechosa la forma repentina en que dos países sin recursos, habían entrado en una guerra a pesar de su insolvencia.

El 18 junio de 1933, el enviado especial del diario La Prensa de Buenos Aires en Asunción, subraya que los diarios de esa capital apenas comentaban la última nota de Bolivia a la Sociedad de las Naciones, mientras se desarrollaba la cruel guerra del Chaco.

En junio de 1934, estalló una controversia debido a una ley aprobada en el Congreso norteamericano, y promulgada por Franklin Delano Roosevelt, que prohibía vender armas a Paraguay y Bolivia, que entonces combatían en lo que Daily Herald de Londres calificó como la más insensata guerra en la historia sudamericana.

El 28 de mayo de 1934 el presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, prohibió exportar armas norteamericanas a Sudamérica, donde se desarrollaba una guerra entre Paraguay y Bolivia cuyas causas ni siquiera los beligerantes sabían explicar.

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