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Cuando se consigue traspasar la primera etapa de incredulidad, no tenemos más remedio que conectarnos con el agudo dolor del darnos cuenta. Y el dolor de la muerte de un ser querido en esta etapa es como si nos alcanzara un rayo. Después de todos nuestros intentos para ignorar la situación, de pronto nos invade toda la conciencia junta de que esa persona murió.
Habla una historia del "Susurro del Adiós": en un pequeño pueblo un anciano sabio que vivía feliz, cuando murió su amada esposa. Ya no se veía la feliz pareja paseando por las calles del pueblo. El buen anciano permaneció en su hogar mirando el retrato de su amada esposa difunta, él se aferraba a la esperanza de que todo era una pesadilla pasajera, un sueño del que pronto despertaría.
Recuerdo que cuando era niño, haciendo un hoyo, un amigo me hizo un corte en un dedo, con la azada de jardín. Salió la sangre a borbotones, pero en ese primer instante no sentí el dolor; el cuerpo hace una vasoconstricción. Luego sí aparece el dolor, respuesta del cuerpo que avisa.
En nuestra interioridad más profunda, espiritualmente, el duelo toca hondo. Aparecen preguntas, sobre a dónde va a quien queríamos y que nos ha dejado, cómo y de qué modo volveremos a encontrarnos con él, con ella. Hay unas fases de ese duelo, primero de caída y luego de resurrección en los sentimientos: un resurgir más tarde, cuando podemos llegar a sentir la presencia de quien nos dejó, algo así como un ángel que nos cuida.
La actitud ante la muerte es muy diversa, según las personas. Hay quien piensa que desaparecemos con nuestras células, y que hay que aferrarse a la vida mientras uno esté bien, y otros pensamos que nuestra alma es inmortal y sigue su camino después de esta experiencia.
El fallecimiento de un ser querido puede acarrear graves consecuencias psicológicas, especialmente en el caso de los niños y adolescentes. El doctor Javier Urra señala que la intervención de padres y tutores se vuelve crucial si los menores tienen edades comprendidas entre los 7 y 14 años. "A partir de los 7, la cuestión de la muerte puede tener un impacto significativo. Los niños comienzan a desarrollar una mayor conciencia del entorno y a interactuar más con él".
En la película Tierras de penumbra (1993, de Richard Attenborough) C.S. Lewis (Anthony Hopkins), escritor y profesor de literatura en Oxford, se enamora de Joy Gresham (Debra Winger), poetisa estadounidense, un amor que llega inesperadamente hace salir a Lewis de su rutina. Y ella padece un cáncer grave, y muere. Por eso, al probar el amor y serle arrebatada Joy, él queda sumido en un profundo duelo.
El duelo es sanador pero tiene sus etapas. Y eso afecta a los sentimientos, en primer lugar a las sensaciones físicas, a las cogniciones, y a las conductas. En cuanto a los sentimientos, un primer sentimiento que aparece en el duelo suele ser la tristeza, por ejemplo hay quien dice “durante el funeral me he venido abajo”.
¿Qué experimenta el hombre ante el dolor, qué piensa en su conciencia? C. S. Lewis escribe un ensayo sobre “El problema del dolor”, en un esfuerzo intelectual por esclarecer este misterio. Veinte años después, lo experimentó en su piel, y todo fue distinto, ya no era algo enigmático sino sufrido, y el diario que redactó (a raíz de la muerte de su esposa, Joy Davidman) fue publicado en 1961.
El enigma más grande de la condición humana es la muerte. Es una cosa muy dolorosa que muera una persona a la que amamos. Cuando estamos con alguien que ha perdido un ser que amaba, lo mejor es no hablar mucho, sencillamente acompañarle. Dejar que llore, pues llorar da paz, descansa y restablece el equilibrio, ablanda y humaniza.
Freud habló de los dos instintos básicos de la persona: vida y muerte, a los que llamó con sus términos griegos deificados "Eros y Thanatos", y aunque el freudismo ha dominado en nuestra cultura, los dos son los grandes olvidados en la educación: Amor y Muerte. Y están relacionados, pues si has perdido un ser querido, querría decirte: “a ti que lloras, porque has amado, has perdido a quien amas, y te duele… El dolor de la pérdida es el precio de haber amado”.
Cuando todo se vuelve gris y el dolor embarga nuestro corazón, no vemos la realidad, sino que absolutizamos, como es lógico, una parte, la que sentimos... El rey bíblico David escribió: “El dolor me nubla la vista; ¡se me nubla por culpa de mis enemigos!” (Salmo 6,7).
¿Qué es la “pérdida”? Algo tan amplio que va desde la ruptura de un matrimonio, el fin de una relación de pareja, el alejamiento forzado de las personas que amamos, la pérdida de un empleo, los cambios físicos repentinos debidos a una enfermedad o accidente, la pérdida de bienes (para algunos también, aunque para muchos quedan lejos de las relaciones personales), la desilusión al ver que las personas nos han fallado y que aquello no era lo que esperábamos…
Muchas veces, cuando muere un ser querido buscamos culpables. Pensamos que “si en lugar de hacer esto hubiera hecho lo otro”, no habría pasado eso malo… Que “podía haberle ido a ver y despedirme cuando se me ocurrió y pensé que iría al día siguiente, cuando ya fue tarde”, y cosas parecidas.
Hoy te ruego, Señor, con devoción, recibas en tus brazos con ternura, a mi querida esposa, un alma pura siempre afanada por la salvación. Y de paso Señor, con sumisión, te pido que me colmes de cordura, para superar esta singladura con serenidad y resignación.
C. S. Lewis decía que la muerte de los amigos le desnudaba como un árbol que pierde hojas, pero la pérdida de su amada fue el hacha que cayó sobre la raíz, que hería la profundidad de su alma. La pérdida del ser querido golpea al cuerpo, las emociones, la razón, el espíritu…
El duelo infantil por los animales de compañía es una experiencia sensible y única, porque el vínculo que se forma entre ellos es verdaderamente profundo. Según la Fundación Affinity, cuando llega el momento de despedirse de sus perros o gatos, los más pequeños a menudo se enfrentan a una montaña de emociones y se hacen diversas preguntas, por lo que es esencial mantener una comunicación fluida durante todo el proceso.
¿Por qué Dios permite que se haya muerto esa persona a la que tanto quiero? El misterioso mundo de la pérdida del ser querido pasa por preguntas como esta. El sufrimiento que nos produce la pérdida no puede resolverse con la razón. Pienso que podemos integrar el sufrimiento en el alma, que no se trata de no tener esos apegos y disolverlos, sino integrarlos en un amor que no pierde a la persona que hemos perdido.
Según los últimos estudios, cerca del 10% de la población, al enfrentarse a la muerte como familiar o como paciente, sufre un duelo patológico o complicado. Y es que el tránsito desde la vida y el despedirse de un ser querido es uno de los momentos más duros del ser humano.
Una de cada cuatro mujeres pierde a su hijo durante el primer trimestre de embarazo. Si bien es un número que asombra, es una realidad. El acompañamiento para enfrentar el proceso de duelo fetal, perinatal o gestacional es clave y necesario. Sentir el apoyo de la comunidad puede ser una experiencia sanadora en medio del dolor y puede hacer que una de las experiencias más trágicas se convierta en algo positivo.
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