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​Consejas y tribulaciones de los partidos políticos para repartirse España

“Nunca hay que pactar con el error, aun cuando aparezca sostenido por textos sagrados”, Gandhi
Miguel Massanet
miércoles, 5 de junio de 2019, 13:47 h (CET)

Mucho nos tememos que, lo que se empezó a estropear en nuestra nación como consecuencia del resultado de los comicios del 28 de abril próximo pasado, debido a la victoria de las izquierdas y el desmoronamiento del centro derecha que, si queremos ser objetivos, deberá esmerarse, cargarse de paciencia y prescindir de sus intentos de parecerse a sus adversarios políticos (algo que el señor Rajoy estuvo intentando durante el tiempo que estuvo al frente del gobierno de España, con pésimos resultados y catastróficas consecuencias) y centrarse en convertirse de nuevo en aquel partido que puso en marcha el señor Fraga Iribarne y que, posteriormente, supo consolidar el señor Aznar, hasta llevarlo al lugar que le correspondía al frente del Estado español; defendiendo todos aquellos valores, principios, tradiciones, normativas y preceptos constitucionales, bajo los cuales se venía rigiendo la ciudadanía española con anterioridad a que, el país, cayera en las manos del señor Rodríguez Zapatero, un personaje gafe para la Historia de España que, él solo, fue capaz de hundir la nación como consecuencia de su frívola, personalísima y abracabrante forma de gobernar el país.

Ahora, que se están discutiendo los resultados de las elecciones autonómicas y municipales, lo que se consideró, erróneamente, que pudiera actuar de contrapeso al gran poder que las legislativas les había otorgado a los socialistas de Pedro Sánchez; en parte, debido a los resultados de las urnas muy favorables a los independentistas catalanes y vascos, amén de haber seguido reforzando a los socialistas en sus intentos de hacerse con toda España y, en parte, por el comportamiento evidentemente insensato, egoísta, irracional y desconcertante del grupo de partidos de centro o derecha que, aunque han debido saborear la hiel de la derrota (excepto VOX), hubieran podido conseguir una situación más confortable si hubieran actuado con sensatez y menos líneas rojas, en el caso de que hubieran sido lo suficientemente inteligentes y prácticos para presentarse juntos en muchos lugares de la geografía española, en los que la sinergia de acudir unidos hubiera evitado el inconveniente derivado de la ley D´Hondt debido a la dispersión de los votos entre los diversos partidos, lo que ha impedido que se hubieran podido sacar resultados más ventajosos para dicha coalición, si hubieran dejado de lado politiqueos y personalismos para dedicarse, unidos, a buscar el bien de la nación y de sus propios votantes.

Hay que destacar que, aunque el señor Casado parece no haber acertado en su intento de recuperar a aquellos simpatizantes que votaban al PP y que, como consecuencia de la errónea política de Rajoy, especialmente en todo lo relativo a el problema soberanista catalán, habían abandonado el partido para trasladarse a Ciudadanos o a VOX,; aunque no seremos nosotros los que critiquemos la valentía del actual líder del PP al volver a los ideales de la antigua Alianza Popular; el hecho de haber arriado velas debido a la parte más timorata de su partido y a opiniones que muchos no compartimos respecto al rumbo que algunos de sus directivos intentan dar al PP, que no hacen otra cosa que volver al terreno del señor Rajoy que, como se demostró, acabó fracasando al querer imitar tácticas y pactos que le condujeron al humillante final que le obligó a dimitir; por cierto, de una forma irreflexiva y que ha permitido que los socialistas hayan sacado fruto de aquella “espantá” de don Mariano.

Pero de lo que actualmente está sucediendo en este reparto de “estampitas” que está teniendo lugar estos días, en los que cada formación política intenta sacar el mejor partido político de la actual situación, quien aparece como el auténtico y verdadero culpable de que lo que parecía evidente, necesario, obvio y de sentido común, que cualquier persona con un mínimo de sentido común y menos narcisismo, obcecación, egoísmo y ambición hubiera decidido hacer en bien de España y de los ciudadanos que hubieran podido salir beneficiados con ello es, sin duda alguna, el señor Albert Rivera, el jefe de filas de Ciudadanos, que nos ha confirmado la impresión que ya teníamos de su forma marrullera de actuar, de su poco respeto por la palabra dada, por su cara dura en el momento de cambiar de opinión, sin importarle si dejaba al resto de personas que podían haber confiado en sus promesas colgadas de la brocha si, con ello, sacaba provecho o pensaba que lo sacaba, en su propio beneficio, que es lo que, al parecer, es su máxima preocupación, por encima del resto de consideraciones que le hubieran podido impulsar a actuar de una forma distinta y más leal, evitando dejar en la estacada a aquellos que hubieran podido confiar en él.

Un señor que se ha pasado toda la campaña electoral diciendo que en modo alguno estaba dispuesto a pactar con los socialistas, que abjuraba de Podemos y que se había convertido en la bestia negra de los nacionalismos, ha vuelto a las andadas y ahora parece que, argumentando su desprecio por pactar con los señores de VOX, a los que pretenden convertir en la excusa que le va a permitir argumentar que “cómo no hay posibilidad de sumar los escaños suficientes con el PP y serían precisos los escaños de VOX con los que no quiere tratar, se considera autorizados para pactar con los socialistas”, sin tener en cuenta que los socialistas, por su parte, se entienden con los separatistas, pueden llegar a formar gobierno con Podemos y, por añadidura, pretenden una vez más, reproducir el famoso pacto del Tinell, para establecer de nuevo, un “cinturón sanitario” en torno al PP para que, en toda la legislatura, no consiga impedir que el PSOE vuelva a conducir a España a una situación similar a la que la dejó Zapatero a finales del 2011.

El sumarse a la condena interesada, absurda, injusta y parcial de VOX, por toda la izquierda que sabe que, si llegaran a tener el poder todo su tinglado dictatorial se les iba a caer por su propio peso; el partido de Ciudadanos, dirigido por Rivera, no hace otra cosa que entregarse, por simple interés de tocar algo de poder, en manos de la izquierda contribuyendo a que, España, se convierta en un país más de Europa, en el que el anticapitalismo se ha hecho fuerte, donde la presión ciudadana de los comunistas, separatistas, sindicatos y progresistas va a insistir en que se retire la reforma laboral que Bruselas le impuso a Rajoy para que pudiera recibir la ayuda que precisaba para solucionar el problema de las cajas de ahorro, que amenazaban la estabilidad de la nación entera. Y es que, aunque ello signifique navegar a contracorriente, creo que lo que ha soportado el partido del señor Abascal no se debe, ni mucho menos, a las ideas que pueda tener respecto a determinados puntos de la Constitución, algo que cientos de miles de españoles compartimos como, por ejemplo, el gran fracaso del sistema autonómico, que no ha servido más que para crear cientos de miles de funcionarios que se han añadido a los que ya existían en las dependencias que el Estado central tenía en cada una de las antiguas regiones de España, con el consiguiente dispendio del erario público para pagar los sueldos de tales funcionarios.

El exigir a un partido que colabore sin más en apoyo de un gobierno, por muy conservador que pudiera ser, sin que se les deje tener una representación, aunque fuere mínima, en el gobierno de que se trate, es algo que no sucede nunca en política. El insultar a diario por sus ideas, fueren las que fueren, a un partido del que se depende, como ocurre en Andalucía, y lo necesitan para seguir gobernando en aquella autonomía, sin que los partidos que tienen la mayoría, ni siquiera tengan la cortesía de consultarles respecto a las resoluciones que piensen tomar, para que luego, cuando precisen su apoyo en las sesiones del Parlamento andaluz, pedirles el voto no tiene otra explicación que la de que, quienes actúan de una forma tan humillante y desconsiderada, no merecen otra cosa que se les retire el soporte y tengan que gobernar en minoría el tiempo que tarde la oposición en ponerles una moción de censura, para acabar con quienes han actuado con tanta torpeza.

No sabemos al final lo que va a suceder, si van a ser capaces de actuar con sentido común o van a persistir en “mantenella y no enmendalla” como si fuera un juego de niños lo que se está barajando en esta batalla donde, por encima de todo, despreciando lo que sería bueno para los españoles y la nación en la que vivimos, se están jugando los intereses partidistas; ciertos personalismos interesados, que buscan situarse en lugares privilegiados para buscar conseguir medrar dentro de su propio partido y la vieja pugna, que ya se daba por superada, entre las derechas y las izquierdas, de cuyo resurgir han vuelto a aparecer viejos rencores de guerra, enfrentamientos de clases que ya se daban por superados y lo peor que puede suceder en un país cuando, dentro de las mismas familias, se producen desavenencias políticas entre familiares de las que, frecuentemente, surgen choques, discusiones acaloradas que, suelen acabar en peleas y desafíos que suelen dinamitar la esencia misma de la familia, su unidad, que difícilmente se vuelve a recuperar cuando las desavenencias se enquistan y el orgullo sale a colación.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos como este país ha entrado en una deriva peligrosa de la que lo único que se puede esperar es que, esta radicalización entre izquierdas y derechas, esta ruptura que se está abriendo entre españoles de distintas ideas políticas o el espíritu revanchista que se viene adivinando en determinadas resoluciones de los nuevos gobernantes de la nación, expresado claramente en este empeño de resucitar el problema de Franco, cuando ya nadie se preocupaba del dictador, que reposaba tranquilamente en su tumba del Valle de los Caídos. Una decisión del gobierno de Pedro Sánchez que, a la vista de cualquier persona capaz de mirar lo que está sucediendo con imparcialidad, no tiene otra explicación que la de pretender humillar, no sólo a la familia de Franco, sino a muchos millones de españoles que, aun no siendo franquistas, se sienten ofendidos cuando se pretende ensañarse con los restos de un muerto, fueren cuales fueren sus comportamientos durante su vida. Claro que a estos que nos gobiernan poco se les puede pedir en cuanto al fair play o al respeto por los sentimientos de aquellos a los que se consideran que no piensan como ellos y, en consecuencia, automáticamente, se los califica como enemigos de los que hay que librarse. Procuraremos que no lo consigan.


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