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Hace décadas surgió un entramado colectivo en Euskadi que se dedicaba a la violencia callejera. A estos grupos se les denominó “kale borroka”, ya que sembraban el pánico por allá donde ejecutaban sus horrendas acciones. Es inevitable, desde 2017, comparar a la “kale borroka” vasca con los CDR (Comités de Defensa de la República) que camparon a sus anchas por territorio catalán cuando el golpista y fugado Puigdemont huyó como un cobarde.
Supongo que, a la altura de la película en la que nos encontramos, todo el mundo se habrá dado cuenta de lo cateto que es Sánchez, el cartero de La Moncloa; yo lo percibí hace bastante tiempo cuando salieron a la luz sus plagios, sus discursos y sus “despistes de protocolo”. También, cuando fue a un país sudamericano y le tuvo que corregir la jefe de protocolo el lugar que debía ocupar ante la compañía que le iba rendir honores militares.
El problema catalán lleva ya demasiado tiempo enquistado, y eso es una pésima noticia. Desde el sector secesionista se quejan de las casi nulas aportaciones del Estado a su utópica e irrisoria República catalana: ¿qué más quieren los estafadores y golpistas independentistas catalanes?
La aprobación por mayoría absoluta del Congreso de la Ley Orgánica de Amnistía, habría encendido todas las alarmas en los despachos del 'establishment' españolista, quienes habrían preparado una trama judicial para retrasar 'in eternis' la entrada en vigor de la Ley de Amnistía e imposibilitar que Puigdemont pueda regresar del exilio belga como ciudadano libre y revestido de todos sus derechos políticos.
Los menores inmigrantes arriban a toda España. La obviedad -necesitada de recordatorio frente a los envenenadores y falsos patriotas- es que cuando los inmigrantes -menores y adultos- llegan a Canarias llegan a España, llegan a toda España. Y hay necesidad imperiosa de distribuir la acogida por el resto del territorio español.
Creo que por mi cargo público durante un tiempo, estoy en condiciones de opinar sobre el actual independentismo catalán. Sabemos que el actual nacionalismo catalán no es constitucionalista, es independentista, ¿pero lo fue la antigua Convergència? Argumento mi posición al respecto.
Cuando se comenzó a hablar de una Ley de Amnistía el expresidente Aznar lanzó un mensaje a los suyos: “quien pueda actuar que actúe”. Inmediatamente una parte de jueces y fiscales se adhirieron a tan sibilina llamada a boicotear la aún nonata ley. Un grupo de fiscales del Supremo se constituyeron en punta de lanza para impedir la aplicación de la amnistía contra la opinión del Fiscal General del Estado.
Desde tiempos de Felipe V, España siempre ha estado intentado mantener callados a los catalanes, y cuando el 1-O más de dos millones de ellos de forma pacífica votaron favorablemente una propuesta de República e independencia, desde Madrid les enviaron la policía española a apalearlos, y a los jueces, la Brigada Aranzadi, para, con unas especiales interpretaciones de la legislación, acallar las voces disidentes del pueblo catalán.
Superado su período de solipsismo, Sánchez impulsado una vez más por el llamado síndrome de Pontius, (citado en 1820 por el psicólogo estadounidense Charles Graham Pontius) y consistente en «una distorsión en la percepción del peligro que tendría su origen en el exceso de adrenalina de la persona afectada», se presentó ante la sociedad dispuesto a iniciar la cruzada contra la «máquina del fango» y los creadores de bulos mediáticos.
La denuncia del sicofante tardofranquista, el seudo sindicato Manos Limpias contra la mujer de Sánchez por "presunto tráfico de influencias", y la posterior admisión a trámite por el juez Peinado, se convirtió en todo un misil en la línea de estabilidad emocional y de resiliencia de Sánchez al dejarle paralizadas las hormonas segregadoras del arrojo político.
El próximo domingo, 12 de mayo, los catalanes acudirán a las urnas para elegir quién tendrá que dirigir la Generalitat. No es fácil predecir cuál será el resultado de unas elecciones en las que el independentismo puede perder la primacía que ha alcanzado durante los últimos años.
“Caigo yo pero caéis todos”. Confidencia. Protegiendo fuente y seguridad, solo la frase. Entrecomillada. Sin sexo, lugar de trabajo, quiénes pudieron oirla y pormenores que pongan en evidencia al confidente. La dijo Pedro Sánchez, en el Palacio de la Moncloa, a un grupo de ‘próximos’. Gritando. Con el tono que usa para dirigirse a subordinados. Se dolía de los nueve reveses del momento.
Hoy podremos ver como la inteligencia artificial (Puigdemontera) es capaz de unificar “las conciencias”, gracias a determinados conciertos económicos, que consiguen anular las individualidades, que no matar, sino comprarlas sin mirar costes.
La nueva investidura de Pedro Sánchez como Presidente del Gobierno habría encendido todas las alarmas en los despachos del 'establishment' españolista, quienes habrían preparado una trama judicial para retrasar 'in eternis' la entrada en vigor de la Ley de Amnistía e imposibilitar que Puigdemont pueda regresar del exilio belga como ciudadano libre y revestido de todos sus derechos políticos.
La nueva investidura de Pedro Sánchez como Presidente del Gobierno habría encendido todas las alarmas en los despachos del establishment españolista, formado por las élites financiera-empresarial, política, judicial, militar, jerarquía católica, universitaria y mass media del Estado español por lo que habrían preparado una trama para impedir la entrada en vigor de la llamada Ley de Amnistía que beneficiaría a unos 500 procesados por los sucesos del 1 de Octubre.
Carlos Puigdemont amenaza a Pedro Sánchez, alias «cum fraude» y le pide que aproveche el momento porque de lo contrario peligra «su Moncloa». ¿Qué se puede esperar de felones, mentirosos, delincuentes y mafiosos? ¿Acaso ambos no son todo eso? No había más que ver el miércoles a Carlos Puigdemont en la Eurocámara con una suficiencia inaudita y mirando por encima del hombre a todos, montado en su inmunidad que la cada vez más cutre Corte belga le otorgó.
El cobarde fascista, Carles Puigdemont, abandonó España metido en un maletero. Lo más parecido a la forma en que un polizonte se introduce en un barco sin ser visto. Y todo ello por miedo a que la Justicia española le hiciera pagar los platos rotos. Tras mil y una peripecias, aprovechamiento descontrolado de dinero público, malversación, rebelión y disfrute de escoltas a cargo de la Generalidad, se instala en Bélgica con toda su familia. ¡Maldito “botifler” catalán!
Mucho tiempo ha tardado Puigdemont en darse cuenta de que Sánchez le estaba engañando. Ha hecho el paripé hasta en el Europarlamento con tal de hacer creer al prófugo de la Justicia que todo iba por buen camino. El mismo Albares dio a entender que presionó a la UE para que fueran aprobados como idiomas oficiales tanto el gallego, como el vasco y el catalán; pero resultó ser falso.
El fin justifica los medios, y cuanto más egoísta, más personalista, más individualista es el fin, más justificados están los medios. Eso es lo que promete mi conciencia y honor. Cuanto más antisocial, más antiespañol, más ruin y rastrero es el fin por el daño que causa a los demás, más gusto en prometerlo por mi conciencia y honor.
Puede que el título de este pequeño relato se asemeje al de la novela de Gabriel García Márquez, Crónica de una muerte anunciada. Pero nada más lejos de la realidad. Nuestro recién investido presidente, Pedro Sánchez, es un tipo que se ha levantado de la tumba para alimentarse de carroña, de vísceras y raíces para sobrevivir. Es la crónica del renacido. Como el inolvidable personaje interpretado por di Caprio en la película dirigida por Alejandro González Iñárritu.
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