| ||||||||||||||||||||||
Ahora, enredados con otras cosas, no sabemos nada de lo que el viejo catecismo de Ripalda llamaba los novísimos, las postrimerías, que sintetizaba en cuatro palabras: muerte, juicio, gloria o infierno. Inevitablemente tendremos un juicio en el que Señor juzgará de nuestras acciones y no puede ser idéntica la suerte del malvado que la del inocente o la del arrepentido que pide perdón antes de morir. Esto es el temor del Señor, el principio de la sabiduría, que tienen buen juicio los que lo practican.
El apóstol Pablo escribiendo a su discípulo Timoteo le dice: “Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en la tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañinas, que hunden a los hombres en la destrucción y perdición, porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1 Timoteo 6: 8-10).
El apóstol Pablo escribiendo a los cristianos en Corinto les dice: “si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto, en los cuales el dios de este siglo (Satanás) cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandézcala luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Corintios 4: 3,4).
El apóstol Pablo corrige a los hermanos que están en Corinto con estas palabras. “Porque aun sois carnales (os comportáis como no convertidos a Cristo), pues habiendo entre vosotros celos, contiendas, y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres”? (no convertidos a Cristo) (1 Corintios 3: 3).
En los tiempos anteriores al Concilio Vaticano II, que tuvo lugar allá por la segunda mitad del siglo XX. El Santo Sacrificio de la Misa se celebraba en latín, con el sacerdote vuelto de espaldas a los fieles y sin que estos tuviesen escasa o nula participación en la ceremonia.
Los fariseos y los saduceos perseguían que Jesús cometiese algún error para descalificarlo ante las multitudes que le seguían. A la petición que le hacen sus enemigos de que les diese una señal que acreditase que era un enviado de Dios, les responde con un dicho fruto de la sabiduría popular: “Cuando anochece, decís: Buen tiempo, porque el cielo tiene arreboles. Y por la mañana: Hoy habrá tempestad, porque tiene arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas!, que sabéis distinguir el aspecto del cielo, mas las señales de los tiempos, no podéis” (Mateo 16: 1-3).
Si nos paramos a pensar, tarea que pocos emprenden y vemos que tanto el rico como el pobre tienen un final similar quizás creamos que todo es una broma de mal gusto. Al final unos huesos y una tumba. ¿Todos nuestros esfuerzos han sido inútiles? ¿Es idéntica la suerte del bueno y el malo?
El Misal Romano indica cuáles son los colores tradicionales de las vestiduras litúrgicas: blanco, rojo, verde, morado, negro y rosado. Y puntualiza que «en los días más solemnes pueden usarse vestiduras sagradas festivas o más nobles, aunque no sean del color del día». En este sentido el «color dorado o plateado pueden sustituir a los de otros colores, pero no a los de color morado o negro», nos indica la Instrucción Redemptionis Sacramentum.
Macarena Berlín, directora del taller Depresión y suicidio la realidad silenciada, dice que ha leído una nota de despedida escrita por una joven que se suicidó. Afortunadamente, dice Macarena, dejó una nota que decía: “Estoy rota…lo siento querida familia…jamás tendré paz…nadie merece vivir así…no quiero que me traten como un perro…sólo quería tener una vida normal…pero mi vida es un infierno…lo único que hago es llorar…ya no tendréis que cargar conmigo…he llegado al límite…adiós…lo siento…estoy rota”.
Cada uno es, como ha de ser, puro corazón que embellece, la mística del edén, la contemplativa puerta siempre abierta, para acoger y recoger los pulsos interiores de todo ser vivo. Nuestra casa no está aquí abajo, sino en la cúspide gozosa de ese poema interminable que somos. La Virgen, precisamente, exalta ese esplendor y proclama esa gloria a todos los horizontes existenciales. Sin creatividad no hay conexión. Tampoco sin unión nada se reconduce. Sin duda, hemos de aglutinar valor y capacidad para alimentarnos de las convicciones y alentarnos de las certezas.
Dada la condición humana, ”silencio y soledad no son palabras del siglo XX. Se adecuan a la Era Victoriana de la puntilla, de los zapatos con botones y las luces de petróleo, más que a nuestra época de la televisión y el video, y personas que hacen footing empalmadas a unos audiófonos. Nos hemos convertido en personas que aborrecen la soledad y nos encontramos mal cuando estamos solos” (Jean Fleming).
El apóstol Pablo escribiendo a los cristianos de Filipos, les dice: “Porque nosotros somos la circuncisión (verdaderos cristianos), los que en espíritu servimos a Dios, y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne” (Filipenses 3: 3).
El Cielo es un concepto presente en varias religiones. Supuestamente está habitado por ángeles, dioses o héroes. Se cree que es un lugar de felicidad eterna. Parece que desde el zoroastrismo llegó al judaísmo y posteriormente al cristianismo. Es una especie de paraíso al lado de Dios. Y es un espacio de gozo y alegría sin fin.
¿Qué elegimos? ¿A Dios Padre todo poderoso que hizo el cielo y la tierra o a unos ídolos que no pueden salvarnos?
Los romanos tenían una multitud de dioses y diosas, encargados cada uno de algún aspecto de la vida diaria y a ellos le dedicaban fiestas, saraos y mojigangas con profusión. Muchos de sus escritores le dedicaron gruesos libros de los que San Agustín se burló a conciencia en su obra La Ciudad de Dios.
|