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Según recogen los tratados correspondientes: La propiedad conmutativa consiste en que el orden de los términos no altera el resultado final. Se trata de una de las características más relevantes de operaciones básicas de la aritmética como la suma y la multiplicación. Una definición que me viene pintiparada para describir la agradable imagen que pude contemplar ayer en medio de una celebración a la que fui invitado.
A lo largo de esta semana hemos estado rememorando la Pasión y Muerte de Jesucristo. Han pasado veinte siglos desde entonces, pero cada año, cuando llega el primer domingo de luna llena de primavera, celebramos la Semana Santa, coincidiendo con la Pascua Judía.
Pertenezco a una generación que se tiraba horas y horas colgada del teléfono. A lo largo de la adolescencia y juventud, en la que estaban más restringidas nuestras salidas, las relaciones amorosas o, simplemente de amistad, tenían como soporte el “bendito” teléfono. Dada su inmediatez este había suplantado con gran ventaja a las comunicaciones epistolares.
Dicen que la historia la escriben los ganadores. Yo añadiría que, posteriormente, cuando pueden, la reescriben los perdedores. Estimo que ambas partes carecen de una visión objetiva. Sus protagonistas viven obcecados por un subjetivismo extremo y sus descendientes enturbian su conocimiento con las deformaciones transmitidas desde una visión parcial e interesada.
Aquellos que somos excesivamente meticulosos a la hora de digerir las trascendentes alteraciones que se producen a diario en el campo de la política, la economía o la sanidad, asistimos admirados a las frases lapidarias con las que algunos privilegiados dan una solución o, al menos, desechan de su mente, las diversas vicisitudes con las que nos encontramos a diario.
Los de mi generación éramos unos niños felices que jugábamos en las calles. No teníamos televisión y apenas unas pocas familias contaban con un armatoste que emitía discos dedicados y seriales radiofónicos constantemente. Tuvimos acceso a colegios donde se nos enseñaban todos los contenidos de la Enciclopedia Álvarez, el catecismo Ripalda y el libro de Urbanidad.
A lo largo de los últimos dos años la cosa empezó con el Covid, siguió con la Filomena, continuó con los incendios de Sierra Bermeja, hizo eclosión con el volcán de la Palma y ha rematado con la guerra en Ucrania. Menudo par de añitos. La buena noticia de hoy la baso en la tremenda capacidad de los seres humanos para afrontar las dificultades.
Pudimos participar de la celebración de un magno Vía-Crucis por las calles de Málaga. Los cristianos llevamos desde siempre realizando este acto de culto, en el que se recuerdan los momentos más importantes de la Pasión de Jesús desde la Oración en el Huerto hasta el Descendimiento del Señor. Todo ello a lo largo de catorce lecturas evangélicas denominadas Estaciones.
A lo largo de esta mañana de domingo hemos seguido recibiendo constantemente noticias de la terrible guerra que ha puesto en marcha el señor Putin de una forma unilateral. A todos nos ha recordado la invasión de Polonia por Hitler que dio comienzo a la segunda guerra mundial.
La eliminación o el simple desprecio de la familia tradicional, así como la abominación casi general por todo lo antiguo -por caduco y demodé-, han traído como consecuencia el olvido de la tradición casi por completo. Pertenecemos a unas generaciones de seres humanos que han vivido hasta hace anteayer una cultura judeo-cristiana. En un corto espacio de tiempo esta ha pasado a la historia.
Día a día apenas media de docena de voluntarios se ha aprestado a preparar y repartir lotes de alimentos, artículos de aseo -y mucho cariño- a las madres de niños, de cero a veinticuatro meses, pertenecientes a familias con dificultades de todo tipo. Por sus manos han pasado esos más de cincuenta mil kilos de potitos, leche, pañales, batidos, cereales, alimentos que complementen la alimentación de las madres y los hermanos más mayores, etc.
Hace muchos años descubrí las dificultades que tenemos los seres humanos para dialogar. Estamos tan pagados de nuestros propios conocimientos y del control de nuestras emociones, que desdeñamos la opinión de los demás, la cual ignoramos mientras preparamos nuestro propio discurso que intentamos hacer prevalecer sobre el de los contertulios.
Ayer celebramos el cumpleaños de uno de mis nietos. Quique. Cumplió dos años. Este niño tan solo ha visto a sus semejantes con mascarillas. Nació en los días en que nos llegaron las primeras noticias de la aparición de una “especie rara de gripe” en la lejana China. No nos podíamos esperar lo que se nos estaba viniendo encima.
En estos días se habla mucho de un libro publicado por el locutor de radio Pepe Domingo Castaño en el que plasma sus vivencias a lo largo de una prolongada carrera ante los micrófonos. Aun no he tenido la oportunidad de leerlo pero parece interesante su vivencia de muchos años en el mundo de la comunicación.
Es bastante conocido el dicho bíblico que dictamina: “De lo que rebosa el corazón, habla la boca”. “Lc 6.39”. Por consiguiente me veo obligado a emitir mi opinión sobre este tema, tan denostado últimamente por todos los que se consideran propietarios de la verdad, los cuales nos presentan distintos tipos de familias que tan solo sirven para que sus miembros sean utilizados los unos por los otros.
Apenas pasan unas horas de la noche mágica de Reyes te vuelves a enfrentar a la cruda realidad. Es como salir de un sueño fantástico en el que todo eran risas y una reedición de esa infancia despreocupada que todos añoramos. Hemos despertado esta mañana encontrándonos con la misma retahíla de recomendaciones contradictorias para no caer victimas del maldito virus.
Todos esperábamos que el año 2021 iba a ser el de la liberación de la pandemia. El grupo de inexpertos que nos han estado machacando con sus falsos augurios desde marzo del 2020, ha conseguido ilusionarnos y defraudarnos a partes iguales ante su incapacidad de trazarnos un futuro esperanzador y con datos fidedignos. No han acertado ni una.
No recuerdo unas Navidades como las presentes. En mi familia las hemos vivido en una especie de autoconfinamiento. Alguno de sus miembros está padeciendo las consecuencias del contagio del “bicho” y esta circunstancia ha tirado por la borda todos los planes para la celebración de las fiestas navideñas “como Dios manda”. Aunque este año nos las ha enviado “mandando de otra manera”. Ya vendrán tiempos mejores.
Comenzó la semana con la noticia del fallecimiento de la actriz Verónica Forqué, una veterana actriz del cine y la televisión de nuestro país y que, a lo largo del último año, se había adentrado en nuestros hogares por su presencia en el programa Master Chef. Apenas hayamos prestado atención a su recorrido por el concurso, habremos podido observar que la apreciada actriz no se encontraba en su mejor momento emocional.
En un gran club como es el Málaga hay algo más que competición, jugadores, fichajes, forofos, etc. En el equipo representativo de nuestra ciudad hay un corazón solidario que se preocupa de alegrar la vida de muchos malagueños que tienen dificultades de todo tipo. Ese corazón tiene forma de Fundación MCF: “Millones de Corazones Felices”. Al frente de la misma se encuentra una de las viejas glorias del Málaga.
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