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Hoy quisiera invitarlos a reflexionar acerca de un problema, que es estrictamente moral. Toda la vida me opuse fervientemente a sostener la típica frase cliché que sostiene que cada pueblo tiene el gobierno que se merece, justamente porque pensaba que no es justo atribuir a los votantes las responsabilidades personales del impresentable que termina ganando una elección y olvida completamente la decencia al momento de asumir su cargo.
Parece que en el mundo se está desarrollando un aborregamiento social intransitorio o quizás estamos sufriendo una pandemia de miopía social preocupante, posiblemente como consecuencia de una falta de valores, de principio, de inteligencia y de cuidado a la frágil figura de la libertad y el respeto.
Después de las elecciones municipales y autonómicas del 28-M el fascismo entró, como el caballo de Atila, en las instituciones del País Valencià de la mano del Partido Popular que les tomó como socios de gobierno sin hacer ascos a la ideología fascista, porque para las mesnadas de la gaviota carroñera lo importante es acceder al poder sin importar el precio a pagar por ello.
Analicemos primeramente el vocablo, desde su etimología, para notar qué nos revela. Bien sabemos que “asombro” proviene del latín “amiratio”, entendido como admiración en cuanto que “ad” se refiere a la dirección hacia la que se dirige la “miratio”, mirada u observación. En esta acepción, se trataría de la mirada que se dirige hacia lo que causa perplejidad.
Se olvida su “Capitán”, don Pedro Sánchez, que falta la “cuna” y que si ha conseguido llegar a la “cumbre” es gracias a determinadas “fuerzas centrífugas” interesadas en expandir las imágenes, tapar sus realidades y hacer creer que hay un solo “Capitán”, el repetido “Sánchez”, lleno de “prejuicios” por miedo a la inteligencia social que le rodea.
Érase que se era la profecía, cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos. Las hubo de todo tipo, pero destacaron, por encima del resto, las emitidas por los profetas de la catástrofe. También fueron relevantes, en ciertos momentos, las que proclamaban la buena nueva, verbigracia, el anuncio de la segunda venida de Cristo, o parusía, con Joaquín de Fiore anunciando ese advenimiento que, por otra parte, estuvo en la base del milenarismo medieval.
La primera historia, y la más importante para mí, es la del reverendo Juan Huguet y Cardona, sacerdote del pueblo menorquín de Ferrerías asesinado en la guerra civil española por Pedro Marqués, brigada del ejército republicano. Tenía 24 años y llevaba solo un mes en esa parroquia.
Decisión que un ejército de opereta debería confirmar en un mal llamado Parlamento Democrático con voto de obediencia obligado. Me niego a pensar que todos los llamados diputados, senadores o políticos de oficio, tengan el maldito “pensamiento único”, “voluntad única” y “ceguera corporativa”. Me niego a creer que las conciencias individuales, en grupo organizado, aplaudan todo tipo de decisiones, “porque sí”.
Dentro del panorama político actual, resulta inevitable someterse a la democracia del voto, porque el capitalismo de la globalización así lo impone, ya que su sola invocación permite tapar la evidencia del totalitarismo económico y dar nuevos aires a la política.
Para el gran público, lo de las elecciones de cuando en cuando tiene cierto sentido de actualidad como espectáculo para ver si cambian las caras de los que mandan, porque su presencia acaba por hacerse demasiado rutinaria en los medios visuales y llega a aburrir a una parte de los videntes, que reclaman novedades por aquello de los avances tecnológicos.
De aquellas campañas en las que pertrechados con un cubo, cola y cartelería íbamos embadurnando y ensuciando paredes con la cara sonriente de los candidatos, a las actuales donde ya se hace raro ver algunas que otras banderolas han transcurrido más de cuarenta años de nuestra democracia.
En su día, los capitalistas modernos resucitaron un sucedáneo de la democracia a la que aplicaron el calificativo de representativa, actualizando así el sistema de gobernabilidad en los países agremiados por el interés del dinero, permitiendo que con él terciara simbólicamente la ciudadanía a través del voto. Fue una jugada bien diseñada, porque nadie podía quejarse de que luego los elegidos actuaran a su aire, puesto que representaban la voluntad popular.
Soy de los que estudiaron de pequeños Enseñanza primaria, todavía no se había puesto en práctica las leyes posteriores como la EGB y las siguientes, pero desde muy pequeño me enseñaron que la mentira era intrínsecamente malvada y que el demonio era el padre de ella.
La vida nos enseña a leer el libro de “petete”, ese libro sencillo, de observación, de historia cotidiana. La primera lección nos señala una realidad que nadie, nunca, ha podido decir que no es cierta: “Cada cual cava su tumba o construye su trinchera”.
"Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí", es el brevísimo cuento del escritor guatemalteco Augusto Monterroso, considerado un microrelato y el texto narrativo más corto, además constituye uno de los más inquietantes de la historia de la literatura latinoamericana.
Se atribuye la frase “La libertad es una librería” al poeta catalán Joan Margarit (1938‑2021). Como casi todas las sentencias intelectuales, resulta de natural atractiva, seductora. También tiene su parte de verdad, lo cual significa que ha de tener igualmente su parte de mentira. Porque una librería que solo admita en sus estantes obras de una determinada naturaleza (salvo aquellas especializadas en cierta temática), no es precisamente paradigma de libertad.
Pasados dos años pandémicos, los supervivientes, se han hecho muchas preguntas; casi ninguna ha sido contestada con “honestidad y limpieza social”; muchos se fueron creyendo que les despedían con cánticos y aplausos..., pero la verdad, la única verdad, es que se fueron solos y algunos anónimamente.
Se atribuye al político estadounidense Hiram Johnson haber acuñado en 1917 la frase de que la primera víctima de una guerra es la verdad. Juan Bautista Alberdi lo descubrió medio siglo antes, cuando su país, Argentina, se vio envuelto en una guerra contra el Paraguay junto al Brasil, entonces una monarquía europea reinante en América.
Los grandes gestores de inversiones han tomado el control de los gobiernos de todo el mundo, y están determinando a quién se le da acceso al dinero, cómo se invierte y cómo se distribuye. Esto ha tenido un efecto profundo en la forma en que los gobiernos funcionan y los intereses de sus ciudadanos.
Sin lugar a dudas, la política es una de las herramientas más poderosas al servicio de la ciudadanía. A través de ella, se transforman realidades, se impulsan cambios económicos, sociales, industriales y derechos. El arte de la política debe ser así la herramienta al alcance de quienes quieren dar lo mejor de sí mismos para contribuir al progreso de sus territorios.
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