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¿Quién no ha experimentado la sensación de que el tiempo se detiene y la exaltación de esta vida perentoria se apacigua al abrazo de un “salón caoba” como bálsamo a lo inesperado? Un espacio donde el sabio relativismo de padres y abuelos, centinelas de un mundo real y nada cambiante, infunden la calma necesaria para todos los suyos.
En el vertiginoso mundo actual, encontrar tiempo para conectar con uno mismo puede parecer un lujo. Sin embargo, existe una práctica simple y accesible que muchas personas con alta inteligencia emocional incorporan en su día a día: el 'puttering'. El término describe una actividad que todos hemos experimentado en algún momento, especialmente en esos días en que dejamos que nuestra mente y cuerpo fluyan sin un propósito rígido.
El Camino de Santiago ha experimentado un notable incremento en el número de peregrinos en 2024, alcanzando cifras récord que reflejan su creciente popularidad a nivel mundial. En 2024, se registraron 499.239 peregrinos, marcando el tercer año consecutivo de crecimiento y estableciendo un nuevo récord histórico que no se conseguía ni en los mejores años de la Edad Media cuando era el lugar de peregrinación por antonomasia.
Soy de los que piensan que a la vida hay que mirarla a través del parabrisas, no del espejo retrovisor. Y si miramos hacia atrás, que sea para avanzar y aprender de lo ya acaecido, porque aunque seamos fruto de lo que fuimos, eso no debe convertirse en una rémora, sino en acicate para progresar y ser mejores.
En una de esas conversaciones que surgen en las sobremesas navideñas, me preguntaron por el sentido de la vida en clausura. Mi respuesta fue un tanto evasiva. No se entiende el pasarse la vida encerrado en un convento sin hacerlo desde la perspectiva de un mínimo de fe. A lo largo de mi vida he tenido la oportunidad de conocer con más detalle la vida de dos comunidades de monjas de clausura. Las Hermanas de la Caridad de San Fernando y las monjas Cistercienses del Atabal.
Hay que volver a lo auténtico y destronar de nosotros el territorio de lo incierto. Hacen falta gentes de verbo y de bien, personas que alienten y alimenten una gran esperanza y posean, por ello, un fuerte valor y una gran valentía. No caigamos, pues, en la desilusión.
Hoy quiero invitarlos a reflexionar sobre ese oscuro resentimiento que emerge de la comparación permanente con los otros, que ha sido un tema recurrente tanto para la filosofía, la teología, la psicología e incluso la sociología, a saber, la envidia. Identificada desde la antigüedad como un vicio corrosivo, la envidia no solo se encarga de minar las posibilidades de la felicidad individual auténtica, sino que también socava las bases de la convivencia ética y social.
Una de las ramas del conocimiento filosófico es la filosofía de la ciencia. Se ocupa de analizar las bases conceptuales de la ciencia y está también directamente relacionada con la historia de la ciencia. Se investiga ¿Qué es la ciencia? y ¿cómo se generan y justifican las teorías científicas?, junto con muchas otras cuestiones, acerca de lo científico y la relación entre la ciencia y la realidad.
Hace sesenta y cinco o setenta años, en España, las personas no se movían de su ciudad o de su pueblo, prácticamente, durante toda la vida. En los años cincuenta, pongamos por caso, los hombres casi no salían más que para hacer la mili, y muchas de las mujeres, ni eso. Los pueblos se constituían en sociedades cerradas que mantenían relación poco más allá que con los pueblos de alrededor o con la cabecera de la comarca.
Uno se hace viejo y el paso del tiempo no perdona. Cuando uno mira al interior de sí mismo se da cuenta de que toda aquella inocencia de juventud y ese espíritu de querer cambiar el mundo se ha tornado en una resabia picardía, en una especie de rebelde descreimiento. Probablemente porque el paso de los años no perdona. Sobre todo, si uno se ha preocupado de leer, de abrir los ojos, de afinar el oído y de agudizar el olfato y el sabor ante las agridulces vicisitudes de la vida.
¿Se pueden asociar tecnológicamente el progreso y la libertad donde se romantiza la navegación por internet? ¿Es bueno el cambio de la dirección racional clásica a la masificación tecnológica? Quien lo crea, no entiende los conceptos de progreso y libertad. Libertad no puede haber porque todos los que utilizamos aunque sea una sola red social, ya estamos fichados.
Pascal Bruckner es un reconocido crítico del multiculturalismo y un extraordinario filósofo y escritor, que destaca por su calidad literaria en sus ensayos. Nació en 1948 en París y es doctor en Letras por la Universidad París VII. Entre sus ensayos destaca Un instante eterno publicado en 2021. Ha sido galardonado con prestigiosos premios, entre ellos el Médicis de Ensayo.
Escuché hace poco una charla del pensador Rafael Argullol sobre la compasión, un valor y virtud altamente necesarios para nuestro tiempo: se nutre de un profundo sentimiento de solidaridad y conexión con el sufrimiento del otro, y es uno de los pilares fundamentales sobre los que se edifica nuestra libertad como seres humanos.
Se han ido encendiendo las luces navideñas de las ciudades, estandarte luminoso del período festivo en ciernes, tradición cultural entrañable para unos, celebración religiosa para otros, y que ha encontrado, en los últimos tiempos, un hito inaugural a través de ceremonias, laicas y consistoriales, que aplauden el encendido con un frenesí colectivo y jocoso, y en un contexto de competitividad relativa a la cantidad de watios emitidos.
En las sociedades ricas, también llamadas democráticas, losderechos humanos, civiles y políticos elevados a nivel constitucional en términos de compromiso de los mandatarios con sus gobernados, se han ampliado en sucesivas oleadas con el paso del tiempo. Podría decirse que los derechos y las libertades están por todas partes, junto con las obligaciones pensadas para restringirlos.
La mezquindad y la mediocridad no son simples defectos morales individuales, sino que son fuerzas corrosivas que pueden fragmentar severamente el tejido social, minar el potencial colectivo y fomentar la alienación de las personas. Estas actitudes, al arraigarse en las relaciones humanas, bloquean todo tipo de cooperación puesto que desconfían del mérito de quienes puedan llegar a tener algún talento real que no sea chupar medias.
El año litúrgico termina y antes de iniciar la preparación a Navidad, un nuevo ciclo que inicia con el Adviento, en el cual se nos plantea pensar en el fin de los tiempos, lo cual ha sido objeto de temor, basta pensar en la canción Dies irae (el día de la ira). En realidad, es una invitación a la paz y a la confianza. San Cirilo de Jerusalén decía: "Viene el Señor nuestro Jesucristo desde el cielo; viene en gloria al fin de este mundo".
Hoy quiero invitarlos a reflexionar sobre la relación entre la obra de George Orwell, titulada “1984” y su relación con nuestro presente puesto que, leer esa pieza hoy en día, es como asomarse a un espejo que refleja los desafíos más acuciantes de nuestra era. El autor, con una perspicacia asombrosa, anticipó muchas de las inquietudes que nos aquejan: la vigilancia constante, la manipulación de la información, la erosión de la privacidad y el peligro del pensamiento único.
Todo mi respeto va a los hermanos españoles que perdieron la vida, a los que perdieron a sus familiares y amigos, a los que perdieron casas, vehículos, cultivos y enseres diversos. ¡Fuerza y honor hermanos míos, estáis dando lecciones de superación! “Después de la tormenta viene la calma”. Esta expresión no surge de la nada, sólo existe porque alguien prestó atención a lo que pasa después de que pasan las aguas, sale el sol, el aire fresco, nuevos brotes de la tierra.
Hoy iba en el bus y la calefacción me quitó el frio del cuerpo. Pensé en los tiempos en que mantener el calor corporal era vital para las épocas de frío, al igual que conseguir alimentos. En el mundo moderno, mantener el calor o satisfacer necesidades básicas es solo una cuestión de apretar un botón o encender una máquina.
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