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El 18 junio de 1933, el enviado especial del diario La Prensa de Buenos Aires en Asunción, subraya que los diarios de esa capital apenas comentaban la última nota de Bolivia a la Sociedad de las Naciones, mientras se desarrollaba la cruel guerra del Chaco.
En junio de 1934, estalló una controversia debido a una ley aprobada en el Congreso norteamericano, y promulgada por Franklin Delano Roosevelt, que prohibía vender armas a Paraguay y Bolivia, que entonces combatían en lo que Daily Herald de Londres calificó como la más insensata guerra en la historia sudamericana.
El 28 de mayo de 1934 el presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, prohibió exportar armas norteamericanas a Sudamérica, donde se desarrollaba una guerra entre Paraguay y Bolivia cuyas causas ni siquiera los beligerantes sabían explicar.
La lengua de los originarios del Paraguay, combatido por Buenos Aires, se reveló como arma de guerra durante la guerra del Chaco. Luego de la guerra de la Triple Alianza concluída en 1870, se habían adoptado medidas contra el idioma que constituía uno de los denominadores comunes entre Paraguay y vastas regiones del sureste argentino, por motivos estratégicos.
El 21 de mayo de 1934, se debatía en la cámara de representantes de Estados Unidos un proyecto de resolución para prohibir la venta de armas norteamericanas al Paraguay, a pedido del presidente Franklin Delano Roosevelt. Días antes, la Reunión del Consejo de la Liga de las Naciones aprobó el Informe de la Comisión del Chaco y sus propuestas.
Un 14 de mayo de 1935 el Comité Pro-Paz en América advertía que la guerra del Chaco era una amenaza para la democracia en todo el continente. Este comité se había constituido en la ciudad argentina de Córdoba, y lo integraban poetas e intelectuales de varias nacionalidades.
Un 6 de mayo de 1931, se inició una controversia en Washington entre el representante diplomático paraguayo Pablo Max, y el boliviano Enrique Finot. La controversia era derivación de la llegada a Paraguay de dos cañoneras gemelas para fortalecer su Armada, procedentes de Génova, Italia.
El 30 de abril de 1935 el embajador mexicano en Río de Janeiro, el conocido escritor Alonso Reyes Ochoa, informaba al gobierno de Lázaro Cárdenas del súbito interés brasileño en la resolución del conflicto entre Paraguay y Bolivia. El gobierno brasileño, invitado en Washington para participar con Argentina y Chile en la conferencia de Buenos Aires para pacificar el Chaco, declinó al principio este ofrecimiento.
Un 23 de abril de 1934, según el diario El Mundo de Buenos Aires, la Sociedad de las Naciones había desmentido actos de canibalismo en las tropas bolivianas que combatían en el Chaco. El New York Times había publicado trascendidos que circulaban en La Paz, dando cuenta de que nativos del Chaco, sin ningún respeto, habían matado y devorado a oficiales bolivianos, en protesta por el reclutamiento forzozo de los pueblos originarios.
Un 16 de abril de 1935, las tropas comandadas por Rafael Franco alcanzan finalmente Charagua, a casi mil kilómetros de distancia al norte del río Paraguay, objetivo boliviano al lanzarse a la guerra. Las fuerzas de Bolivia habían retrocedido casi ochocientos kilómetros desde las posiciones ocupadas al principio de la guerra.
Un 9 de abril del año 1981 pudo ver el final de la guerra en Asunción, el General de Brigada Juan Bautista Ayala, connotado Héroe paraguayo de la Guerra del Chaco. Nacido en Pilar, un 24 de junio de 1889, se graduó con honores como oficial de estado Mayor en la Escuela de Guerra de París.
El 2 de abril de 1935, el diario La Nación de Buenos Aires, informaba que el secretario de estado norteamericano había expresado en Washington vivo interés por participar del esfuerzo diplomático para lograr la paz en el Chaco. También mencionaba el optimismo del embajador argentino en La Paz, en declaraciones realizadas al enviado especial de La Nación a la capital boliviana.
El 23 de marzo de 1935 fue uno de los días más aciagos para las fuerzas militares paraguayas en toda la guerra del Chaco. El sargento Ladislao Bustamante, integrante de un regimiento que participó del fallido asalto paraguayo, dejó un desgarrador testimonio de la nefasta jornada.
Un 3 de marzo de 1935, de acuerdo a la libreta de vuelos, despegó en misión de reconocimiento el piloto paraguayo Hermes Gomez Lezcano, para sobrevolar territorio enemigo. No era un viaje de placer, los cielos de Bolivia eran surcados por los flamantes y letales Curtis Osprey, casi cien kilómetros por hora más veloces que las ya para entonces anticuadas aeronaves francesas con que contaba el Paraguay.
Un día 5 de marzo de 1933, ante la impotencia y ansiedad boliviana en sus esfuerzos por vulnerar la defensa paraguaya en Toledo, se produjo el reemplazo del Teniente coronel Luis Gamarra en el mando de la División boliviana, que lanzaba sus ataques sobre los letales centros de resistencia de Juan Bautista Ayala.
El día 27 de febrero de 1933, mientras intensas negociaciones de Argentina, Brasil y Chile intentaban frenar la matanza en el Chaco, el jefe boliviano, los altos mandos bolivianos decidieron atacar Toledo. Toledo no se encontraba en España, sino en el Chaco Boreal Sudamericano. Era un fortín así bautizado en honor a Felipe Toledo, héroe de la guerra del Paraguay contra la Triple Alianza.
El mundo literario boliviano, una vez más, se viste de luto ante la triste noticia del fallecimiento de una de las plumas más destacadas de Bolivia y una figura prominente en la escena literaria internacional. El sábado 20 de enero murió la escritora, Gaby Vallejo Canedo, a la edad de 82 años, en la ciudad de Cochabamba (Bolivia).
El 10 de febrero de 1934, los paraguayos decidieron simular un ataque al sector de Magariños al sólo efecto de evitar que los bolivianos trasladen tropas para reforzar La China. En una guerra cruel y de bien lograda fealdad, Paraguay y Bolivia dilapidaron capitales que no tenían para una matanza que aún reclama una explicación a la humanidad.
En su edición del 6 de febrero de 1935, el diario Nueva Época de Salta advertía que la amenaza paraguaya de tomar la ciudad boliviana de Villamontes, era cada vez más inmediata y real. En esa misma fecha los paraguayos atacaron Ñaincoranza, dentro de las serranías del Aguaragüe, hasta donde habían llegado tras una larga y costosa ofensiva.
El lunes 28 de enero de 1935, tropas al mando del Coronel Rafael Franco ocuparon la ciudad boliviana de Macharetí, donde fue izada la bandera paraguaya, en un mástil junto a la iglesia. Los oficiales paraguayos degustaron allí novillos, lechones y pollos decomisados a los bolivianos.
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