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Aunque parece que no esta de moda, se siguen celebrando bodas. Previamente, los contrayentes han pasado por la horterada de la petición de mano, rodilla en tierra, todo muy americano. Para ello aprovechan un partido de futbol, una corrida de toros o un concierto. (Parece ser que varios cientos de peticiones de mano se han celebrado en un concierto en el Bernabeu).
Por mi fe, por costumbre o por necesidad, asisto a la Eucaristía del domingo desde que tengo uso de razón. De pequeño acompañaba a mis padres. Cuando comencé a volar solo, tuve la suerte de coincidir con una serie de amigos, que aun conservo gracias a Dios, que tenían también arraigada esta devoción. Me fue muy fácil mantenerla.
La buena noticia de hoy no puede ser otra que el ascenso del Málaga a segunda división. No “hemos” ganado la copa de Europa. Ni siquiera la liga en la que participábamos. Pero hemos logrado el ascenso a una categoría nacional de una forma “patatera”. A base de sudor y lágrimas.
Nos encontramos en tiempos políticos difíciles. Los dirigentes de nuestro país no saben –o no se atreven- a poner remedio a una complicada situación. Una encrucijada de reclamaciones por parte de las diversas regiones españolas, unida a una ruptura interior de los partidos que hace tambalearse sus cimientos.
Pertenezco a una familia de maestros. Mi madre y mi tía fueron maestras de aquellas escuelas unitarias de niñas en las que chiquillas de todas las edades recibían una buena dosis de cultura de la buena (con todo lo que esto lleva consigo). Recorrieron pueblos, fondas, casas más o menos adecuadas, viajes en viejos autobuses, etc. Ejercieron su docencia allá de donde les destinaban.
Vivo en un barrio de gente joven. Es raro encontrar un letrero que, cuando menos, no este escrito en “spanglish”. En esta ciudad, tan abierta a desayunar y merendar fuera de casa, proliferan los letreros en los que te invitan a tomar 'plumcakes' (las magdalenas de toda la vida), 'brunch' (el café completo de los camioneros o el almuerzo levantino) y toda suerte de batidos energéticos con aspecto de medicinas.
Soy un pésimo aficionado al futbol. Para colmo soy un espectador de sofá. Me pongo tan nervioso con el juego que acabo apagando la pantalla. Lo cual no quiere decir que no tenga cierto pedigrí como forofo malaguista. Durante años fui socio y me tragué temporadas enteras en la vieja tribuna alta. Es más, en uno de los ascensos del Málaga, aquél de Viberti, me metí dos días de martirio en un “tren botijo” para asistir a un memorable ascenso en San Mamés.
En la Biblia se presenta cómo Nabucodonosor tuvo un sueño en el que se podía contemplar una magnífica figura de oro y plata, pero que estaba sustentada sobre una base de barro que, al menor golpe, hacía desmoronar toda la efigie. Claramente se trataba de una advertencia sobre la vulnerabilidad de aquel al que se “idolatra” momentáneamente por su aspecto exterior, y que, posteriormente, se rompe en mil pedazos al ser empujado por los mismos que le han encumbrado.
Marbella ha dejado de ser aquel bello pueblo de la costa occidental en el que veraneaban las gentes con posibles de mediados del siglo pasado. A lo largo de los años, lo que antes era una villa apacible y sosegada, se ha convertido en una ciudad grande que se desparrama entre la costa y las lomas de la Sierra Blanca. Queramos o no, el último despegue, para bien o para mal, se produjo en el “reinado” de Jesús Gil.
Vivimos en un país cainita que lleva toda la vida con sus habitantes tirándose los trastos a la cabeza. Desde que dimos el vuelco hacia la democracia, ya hace casi setenta años, vivimos en un ambiente político que se preocupa más de resaltar lo que nos separa, que de poner en marcha lo que nos une.
Como decía la zarzuela: “Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”. Lo que sabíamos ayer es totalmente obsoleto hoy. Las actuales generaciones están más preparadas de lo que los mayores podemos pensar. He descubierto que, hoy en día, los niños ayudan a hacer los deberes a los abuelos.
El progreso trae consigo esas secuelas. La falta de espacio me ha obligado a desprenderme de la mayoría de los volúmenes que atesoraba amorosamente desde que tengo uso de razón. Dado que no he podido rematar al gusanillo de la lectura, afortunadamente, mal que bien, he seguido apañándomelas con la consecución de libros en edición digital. Nada que ver con el tacto y el olor de un volumen.
Posiblemente los lectores que no sean malagueños no entenderán lo que encierra este artículo. Sin embargo, aquellos que hemos podido disfrutar a lo largo de nuestra vida de ese manjar, añoramos la presencia en nuestras mesas del chanquete, desde aquella aciaga fecha del verano de 1988 en la que se prohibió su pesca y comercialización.
No sé lo que me sucede. A cado momento vuelvo sobre mis pasos motivado por la búsqueda de algo que, misteriosamente, ha desaparecido. Gafas, bolígrafos, gorra, tijeras, llaves. Toda una serie de objetos comunes que se ocultan de nuestra vista y nos llevan a jurar en arameo. Termino invocando a San Cucufato, amarrándole determinada zona del cuerpo y esperando el milagro.
El seguidor más cercano al mensaje de Jesús, pese a no haber convivido con Él, es Pablo de Tarso. Un ciudadano romano que había dedicado parte de su vida a perseguir a los cristianos. En un momento determinado se encuentra con la presencia de Cristo Resucitado en su mente a través de una revelación. Se convierte en un ferviente apóstol del cristianismo y escribe en una de sus cartas una frase totalmente esclarecedora: “Si Cristo no hubiera resucitada vana sería nuestra fe”.
No paramos de recibir noticias estremecedoras, que se van solapando las unas con otras, lo que, a veces, nos impide valorar en su medida la trascendencia de las mismas. Se nos olvida con facilidad el terrible accidente en el que, en un control de carreteras, han fallecido seis personas; la desesperada búsqueda de los náufragos de una patera frente a las costas de Motril, etc. Últimamente reclama nuestra atención la terrible matanza producida en un teatro moscovita.
Si recorres con la mirada el friso de ambos laterales de la Basílica de San Pablo Extramuros, nos encontramos con los retratos de los 266 Papas que han dirigido la Iglesia. Desde San Pedro hasta nuestros días. Estos medallones están confeccionados con teselas, que forman un mosaico en el que se incluye el nombre del pontífice plasmado en dicho retrato.
Creo que se trata de una buena noticia el que decidamos decir “sí a la vida de los demás”. Empezando por el prójimo-próximo. Ese que deambula por nuestro metro cuadrado. Y continuando por aquellos a los que una sonrisa o un apoyo explícito, les permiten superar los problemas que les producen una sociedad hostil e individualista.
Los mayores somos excesivamente críticos al valorar a los jóvenes. Creo que es una consecuencia del cambio de mentalidad que trae consigo el paso de los años. Somos muy propensos a tirar de tópicos y de frases hechas para comentar las actitudes de aquellos que han superado la adolescencia y dan rienda suelta a la aventura de vivir.
Durante años hemos conocido las gestas de Juan Carlos Unzúe como portero y entrenador destacado de futbol de la primera división española. Su vida deportiva se vio truncada en el año 2020 al conocer su padecimiento como enfermo de ELA, una enfermedad degenerativa que provoca una parálisis muscular progresiva con un futuro un tanto incierto.
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